Recuerdos de ti.

Capítulo 4 : La noche que no debía recordar

El viento golpeaba las ventanas del departamento, trayendo consigo un murmullo de lluvia.
Lucía dormía en el sillón, exhausta.
Adrián

La

"Yo ta

El recuerdo era como una puerta entreabierta.
Y él, aunque temía lo que había detrás, ya no podía evitar empujarla.

El sonido de la lluvia.
La carretera brillando bajo las luces.
Tr

—Vamos, Adrián, una última vuelta —decía Tomáslevantarse
—Ya has bebido demasiado —respondió Adrián, riendo.
-Solo

Lucía, desde la mesa, los observaba con el ceño fruncido.
—No es buena idea. Está lloviendo.
—Tranquila, volveremos en diez minutos —dijo Adrián, tomando el casco.

El recuerdo se detuvo.
Adrián apretó los puños.
Sabía lo que venía.
Y aun así, no pudo detenerlo.

La carretera.
El rugido del motor.
El olor a lluvia.

—Más despacio, Tomás —gritó Adrián, pero su amigo reía, acelerando más.

De pronto, un sonido.
Una curva.
El neumático resbalando.
Un grito.

Lucía en la carretera, corriendo hacia ellos.
El mundo girando, la moto cayendo, el dolor estallando como un trueno.

Y luego, oscuridad.

Adrián se levantó del sofá, sudando.
Lucía estaba despierta, observándolo desde la puerta.
—Lo recordaste… ¿verdad? —preguntó ella en voz baja.

Él asintió, la voz quebrada.
—Fue mi culpa. Le quité las llaves a Tomás… fui yo quien condujo.

Lucía negó lentamente con la cabeza.
—No, Adrián. No lo fue.
—Sí, lo fue —dijo él, mirando el suelo—. Discutimos. Dijo que tú… que tú lo querías a él. Yo me enfadé… y quise demostrarle que no necesitaba su ayuda.

Lucía cerró los ojos.
Una lágrima cayó por su mejilla.
—Eso… fue lo último que me dijiste antes del choque.

El silencio se hizo eterno.
Solo se oía el latido de ambos corazones, heridos, descompasados.

—Lucía… —susurró Adrián—, ¿por qué no me lo dijiste antes?

Ella respiró hondo.
—Porque pensé que si recordabas, me odiarías.
—¿Y tú? —preguntó él, con la voz temblorosa—. ¿Tú me odias?

Lucía lo miró durante un largo segundo, y luego negó con la cabeza.
—No sé cómo hacerlo. Te perdoné esa noche… cuando vi que estabas vivo.

Adrián dio un paso hacia ella.
—¿Y si no puedo perdonarme yo?

Lucía lo abrazó.
No dijo nada.
Solo apoyó su frente en su pecho, mientras él la envolvía con los brazos.

Porque en ese instante entendieron que a veces el amor no se trata de olvidar,
sino de aprender a vivir con las cicatrices.

Esa noche, Adrián volvió a soñar.
Pero ya no con la carretera.
Soñó con Lucía.
Con su sonrisa, con la guitarra, con el día bajo la lluvia.

Y por primera vez desde el accidente, durmió en paz.



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En el texto hay: romace, confuciones

Editado: 09.11.2025

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