El cielo estaba cubierto por nubes rosadas cuando Akira y Hana caminaron hacia el viejo puente de madera al borde del pueblo. Era un lugar sencillo, casi olvidado, pero la brisa que corría entre los árboles hacía que todo pareciera sacado de un sueño.
—¿Has estado aquí antes? —preguntó Hana, apoyándose en la baranda.
Akira tardó en responder. Se quedó observando el agua correr bajo el puente. El sonido, el olor a madera húmeda… algo dentro de él vibró, como un eco lejano.
—Creo que sí —murmuró—. Pero no lo sé con certeza.
Hana sonrió, aunque sus ojos reflejaban preocupación.
—No tienes que esforzarte tanto. La memoria volverá cuando quiera.
Pero Akira negó con la cabeza.
—Hana… hace unos días apenas sabía quién era. Ahora siento que… —Guardó silencio, buscando las palabras— …siento que estoy a punto de recordar algo importante. Algo que estaba aquí.
Hana bajó la mirada. Por un instante pareció debatirse internamente. Luego tomó aire.
—Akira… este lugar… era especial para ti —dijo con voz suave—. Venías aquí muy seguido.
—¿Con alguien? —preguntó él, girando hacia ella.
Ella tembló levemente. No respondió de inmediato.
—Sí —admitió por fin—. Con una chica.
El corazón de Akira dio un vuelco.
¿Ese era el recuerdo que intentaba despertar?
—¿Quién era esa chica? —preguntó con cautela.
Hana apretó sus manos en la baranda, como si tratara de reunir valor.
—Alguien muy importante para ti —susurró—. Alguien que te esperaba todos los días en este mismo puente.
El viento sopló con fuerza, levantando el cabello de ambos.
Y en esa ráfaga… la imagen apareció.
Un destello.
Un rostro borroso.
Una silueta femenina parada justo allí, donde Hana estaba ahora.
Una sonrisa cálida.
Y su propia voz diciendo un nombre…
—Ha… —Akira murmuró sin darse cuenta—. Ha… ¿Hana?
Ella cerró los ojos. Por primera vez en mucho tiempo, no pudo ocultar la verdad.
—Sí —dijo con un hilo de voz—. Era yo.
Akira se quedó sin aliento.
La escena se superpuso en su mente: Hana más joven, esperándolo, riendo, casi tropezando al verlo llegar.
El recuerdo era pequeño, incompleto… pero real.
—Tú… eras la chica del puente —dijo Akira, sorprendido por la calidez que lo invadía.
Hana lo miró con los ojos brillantes.
—Siempre te he estado esperando —confesó—. Incluso ahora.
Akira no sabía qué sentir: confusión, gratitud, nostalgia… Pero algo crecía en su pecho, algo que había estado dormido todo ese tiempo.
Algo que lo atraía a ella.
—Hana… —dio un paso hacia ella—. Quiero recordar todo.
Quiero recordarte.
Hana bajó la cabeza, pero no pudo ocultar la pequeña sonrisa que se dibujó en sus labios.
—Entonces… seguiré a tu lado hasta que lo hagas.
El puente crujió suavemente bajo sus pies.
Y en el murmullo del agua, Akira sintió que su corazón había encontrado una pieza más de sí mismo.