Akira permaneció en el vestíbulo varios minutos después de que Hana se marchó.
El silencio pesaba tanto que podía oír su propia respiración, irregular y rota.
La doctora Mizuki lo encontró así, sin moverse.
—Akira… ¿qué ocurrió?
Él levantó la mirada. Sus ojos estaban vacíos, como si hubiera perdido algo valioso y no supiera cómo recuperarlo.
—Hana… se fue —dijo apenas—. No quiso escucharme.
Mizuki frunció el ceño, preocupada.
—¿Iba sola?
Akira negó lentamente.
—Estaba con un chico. Alto, cabello negro… parecía conocerla muy bien.
Mizuki cerró los ojos un instante, como si esa información la golpeara más de lo que esperaba.
—Así que volvió —murmuró.
Akira la miró de inmediato.
—¿Lo conoces?
La doctora dudó unos segundos antes de asentir.
—Se llama Riku Hayama —dijo con voz seria—. Es amigo de Hana… desde hace muchos años.
Algo en el tono de Mizuki no encajaba.
Akira lo notó.
—Pero… ¿qué es él para ella?
Mizuki respiró hondo antes de responder.
—Riku… siempre estuvo enamorado de Hana.
Akira sintió un vacío abrirse bajo sus pies.
—¿Enamorado…? —repitió, como si la palabra quemara.
—Sí —confirmó Mizuki—. Y nunca lo ocultó demasiado.
Pero ella jamás le correspondió.
Akira bajó la mirada. Su corazón latía de manera irregular.
—Entonces… ¿por qué está con ella ahora?
—Porque cuando tú tuviste el accidente —explicó la doctora—, él fue quien la acompañó durante los días más difíciles.
Ella estaba destrozada, Akira. Y aunque él no podía llenar tu ausencia… estuvo allí para sostenerla cuando tú no podías.
El silencio cayó entre ambos.
Y de pronto, algo encajó en la mente de Akira.
El tono de Riku.
La culpa en los ojos de Hana.
La distancia repentina.
—Él… me odia —dijo Akira en un susurro.
Mizuki lo observó con compasión.
—No te odia. Solo… teme que, si recuperas tu memoria, Hana vuelva a ti.
Y teme perder la única oportunidad que cree que le queda.
Akira apretó los dientes.
—Pero yo no quiero lastimarlos. A ninguno de los dos.
Mizuki se arrodilló frente a él, mirándolo fijamente.
—Entonces necesitas entender una cosa —dijo con firmeza—: antes del accidente, tú también cometiste errores que marcaron a Hana profundamente.
No es solo el rechazo.
Es algo más.
Akira sintió un escalofrío.
—¿Algo más?
—Sí —confirmó Mizuki—. Una verdad que Hana teme recordar… y que tú, sin darte cuenta, decidiste olvidar.
El corazón de Akira dio un vuelco doloroso.
—¿Qué… hice?
Pero Mizuki negó con la cabeza.
—No soy yo quien debe decírtelo. Esa es una verdad que solo Hana puede darte.
Akira bajó la mirada. Tenía tantas preguntas, tantas dudas… y un miedo creciente a que su pasado fuera peor de lo que imaginaba.
Entonces, la doctora continuó:
—Sin embargo… hay algo que sí puedo decirte.
Akira levantó la vista, temeroso.
—¿Qué cosa?
Mizuki soltó un suspiro lento.
—Riku estuvo enamorado de Hana… pero tú fuiste el que ella eligió.
Incluso después de que la hirieras, incluso después de que la rechazaste, incluso después de que la dejaste llorando en el puente.
Ella nunca dejó de pensar en ti.
El pecho de Akira se tensó.
Sentía una mezcla de esperanza y culpa… como si ambas lucharan por ocupar el mismo espacio.
—Entonces… —dijo con cautela— ¿por qué ahora me evita?
La doctora se incorporó.
—Porque teme que recuperes el recuerdo que más te duele.
El recuerdo que provocó tu accidente.
El recuerdo que la hizo pensar que tú… jamás volverías a ella.
Akira abrió los ojos con asombro y miedo.
—¿Mi accidente… tuvo que ver con Hana?
Mizuki guardó silencio unos segundos.
Y luego respondió:
—Sí.
El mundo de Akira pareció detenerse.
El recuerdo del llanto.
La voz suplicante.
El puente.
La culpa.
Todo cobraba un sentido aterrador.
—Doctora… ¿qué pasó realmente ese día?
Mizuki negó lentamente.
—Solo Hana puede decírtelo.
Y también… solo ella puede perdonarte por ello.
Akira sintió que la respiración se le escapaba.
Había amado a Hana.
La había herido.
La había dejado llorando.
Y luego… había ocurrido el accidente.
Todo estaba conectado.
—Entonces —dijo Akira, con una determinación que nacía del miedo y del amor mezclados—, debo hablar con ella.
Debo saber la verdad.
Mizuki sonrió con tristeza.
—Prepárate, Akira.
Porque cuando la sepas… no habrá vuelta atrás.