Akira pasó casi todo el día caminando por el hospital sin encontrar a Hana.
Preguntó en la recepción, en la cafetería, en el jardín… incluso salió a los alrededores esperando verla entre la gente.
Nada.
Era como si hubiera desaparecido.
Con cada hora que pasaba, una inquietud creciente lo oprimía.
No era solo ansiedad… era miedo.
Miedo a que ella huyera antes de que él pudiera recuperar lo que había perdido.
Al final del día, cuando el cielo comenzaba a oscurecerse, la doctora Mizuki se acercó a él con una expresión grave.
—Akira… creo que hay algo que deberías ver.
Sin explicarle más, lo condujo a la sala de descanso donde habían hablado la noche anterior. Sobre la mesa había un pequeño sobre blanco, cuidadosamente doblado.
Akira sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Esto… es de Hana? —preguntó en voz baja.
Mizuki asintió.
—La dejó esta mañana. Antes de irse.
Akira se quedó helado.
—¿Se fue… a dónde?
Pero Mizuki negó con la cabeza.
—No lo sé. No dijo nada. Solo dejó esto para ti.
Akira tomó el sobre con manos temblorosas.
Sentía que su corazón golpeaba contra su pecho con una fuerza peligrosa.
Como si estuviera a punto de descubrir algo que no sabía si quería saber.
El sobre tenía su nombre escrito con una caligrafía delicada:
“Para Akira,
si algún día recuerda lo suficiente.”
Akira tragó saliva.
—¿Debo leerla…? —preguntó, como si temiera la respuesta.
—Sí —dijo Mizuki con suavidad—. Ella quería que lo hicieras.
Akira abrió el sobre lentamente y sacó una hoja doblada en tres.
La carta olía ligeramente a jazmín… un aroma que él no recordaba pero que, de pronto, su corazón reconoció.
Comenzó a leer.
Carta de Hana
Akira…
No sé si cuando leas esto me recordarás, o si seré solo una extraña que viste llorar demasiadas veces desde que despertaste.
Perdóname por no poder hablar contigo hoy. No es culpa tuya. Soy yo la que tiene miedo.
Cuando te confesé mis sentimientos aquella noche en el puente y tú me rechazaste, pensé que podría soportarlo. Pero cuando te fuiste sin mirar atrás… sentí que mi mundo se rompía.
Lo que no sabes es lo que pasó después.
Corrí detrás de ti. Iba a decirte que no importaba si no sentías lo mismo. Iba a decirte que solo quería que siguieras en mi vida, aunque fuera como amigo.
Pero antes de alcanzarte… ya estabas cruzando la calle.
No miraste el semáforo.
Y el accidente ocurrió justo delante de mí.
Akira, yo… yo fui testigo. Fui la primera en llegar a tu lado. Te sostuve mientras pedíamos ayuda. Te supliqué que no te durmieras. Te dije que te quedaras conmigo. Que no te fueras.
Así que sí… tu accidente tuvo que ver conmigo.
No porque tú hubieras hecho algo mal, sino porque yo… no pude detenerte.
Cargué con esa culpa cada día desde entonces.
Y cuando despertaste sin recordarme, pensé que tal vez era justo. Tal vez así yo también podría olvidarte.
Pero no pude.
Y ahora que estás empezando a recordar, tengo miedo. Miedo de que al recuperar la memoria… vuelvas a alejarte. Miedo de que revivas el dolor que te hizo huir aquella noche. Miedo de que al recordarlo todo… no quieras verme nunca más.
Por eso hoy me fui.
Solo necesito un día para reunir valor.
Un día para prepararme para lo que decidas decirme.
A veces pienso que ojalá nunca hubieras cruzado ese puente conmigo. Que ojalá nunca hubieras tenido que cargar con mis sentimientos. Pero incluso si el destino nos castiga por ser cobardes…
Akira, yo… todavía te quiero.
Y eso es lo que más me asusta.
—Hana
La carta temblaba entre las manos de Akira.
El silencio rompió algo dentro de él.
Su cabeza ardía.
Su pecho dolía.
Y de pronto… un recuerdo explotó como una chispa en su mente.
La noche del rechazo.
El llanto de Hana.
Su propia desesperación.
El sonido de un claxon.
El golpe.
La oscuridad.
Akira cayó de rodillas, con las manos en la cabeza.
La doctora Mizuki corrió hacia él.
—¡Akira! ¿Qué sientes?
Pero él no podía responder.
Porque, por primera vez desde que despertó, Akira recordó…
La última palabra que dijo antes de desmayarse aquella noche:
“¡Hana…!”
Y lo peor no era el accidente.
Lo peor era que…
Huyó de ella porque también la amaba.
Y le dio miedo sentirse feliz.