Una mañana de verano, ya vacaciones al fin, me encontraba recostado en mi cama, la luz se filtraba a mi habitación por los pequeños espacios que había en las cortinas, algunas de estas luces me daban en la cara, pero no lograban despertarme
–¡¡Jack!!, Levántate!!
La voz de mi madre irrumpió en el silencio que reinaba en la habitación, haciendo que me sobresaltara al escucharla.
Me levanté de mala gana ante ese abrupto despertar de hacía unos momentos.
Con un poco de sueño, contesté.
–Ya voy.
Me vestí y me dispuse a bajar a desayunar con mi familia, mi padre estaba ya en la mesa, sosteniendo su taza de café en la mano derecha, y el periódico, en la izquierda.
–¡Buenos días! –exclamé.
–¡Buenos días! –me respondieron al unísono.
Me acomodé en la pequeña mesa que había en el comedor, pues, ya que solo éramos 3 en la familia, no planeábamos cambiarla.
–Aquí está tu desayuno, Jack, asegúrate de comértelo todo.
–Ok, mamá.
La mañana continuó sin contratiempos, dando paso al día, un domingo de verano.
–¡Ya me voy mamá, volveré en unas horas! –exclamé mientras me acercaba a la puerta.
–Cuídate Jack –respondió mi madre a lo lejos.
En cuanto salí, me dirigí inmediatamente a la casa de uno de mis mejores amigos, ya que entre los 5 teníamos planes para ese día, entre los cuales estaban: Ir a el parque, y comernos unos helados en la tienda de este mismo lugar, asimismo, también planeábamos comer en casa de alguno y continuar por la tarde, ya que no habría escuela hasta dentro de más de un mes, así que no había de qué preocuparse por quedarse hasta tarde en casa de alguno de nosotros, pero eso no quitaba el hecho de que era nuestra obligación seguir durmiéndonos temprano, para así evitar mal acostumbrarnos al verano y no poder llegar temprano cuando las clases iniciaran.
Al llegar a la casa de Fox, donde habíamos dicho que era el punto de encuentro, descubro que esta vez soy el último en llegar, lastimosamente.
–Vaya que eres malo para llegar temprano Jack, estábamos a punto de irnos sin ti.
–Ahhh, no digas eso Katy, por que mayormente tu eres la última que llega a nuestros compromisos –espeté, a lo que ella no respondió nada.
Ellos eran mis amigos, sus nombres eran Katy, una niña introvertida de 10 años de edad, la más grande de ese grupo, de ahí sigue Fox, bueno… qué se puede decir de él, es algo callado, pero eso no tiene nada que ver con su gran capacidad intelectual, actualmente tiene 9 años, le continuaba mi mejor amigo, Max, el es muy sociable y gracioso, lo que lo ayuda con relaciones interpersonales, y es la característica que más me llamó la atención de este, tiene 9 al igual que Fox, y por último está Dani, se podría decir que es un caso aparte, ya que era como el payaso del grupo, el que siempre decía cosas fuera de lugar, o en los momentos menos esperados, y como se esperaba de él, tiene 8 años, lo que o convierte en el más chico de edad entre nosotros.
Después de preparar unas cuantas cosas, salimos hacia el parque, como lo habíamos planeado anteriormente.
El reloj daba las 10:49 de la mañana cuando llegamos al parque, acompañados de las madres de Fox y Max, ya que, si no, no hubiéramos podido venir.
Al llegar, salimos corriendo hacia los juegos, y, aunque el sol ya estaba poniéndose fuerte en el cielo, los juegos seguían con su temperatura normal, lo cual nos permitió disfrutar al máximo de nuestra estadía en ese lugar.
Unas horas más tarde, dejamos los juegos para continuar con el siguiente punto de nuestra lista, la tienda de helados, y que mejor momento para un helado que este.
Nos dirigimos a la heladería que estaba en las afueras del parque, al llegar a esta, rápidamente pedimos nuestros helados y los empezamos a comer, evitando que estos se derritieran, mi helado era de fresa, igual que el de Katy y Dani, mientras que Fox y Max pidieron uno de chocolate y uno de vainilla respectivamente.
En lo personal, quería que ese momento nunca terminara, quería atrapar el tiempo en este preciso momento y guardarlo en mi memoria, ya que era un momento hermoso de convivencia entre nosotros 5.
Las risas inundaban el lugar, debido a que Dani se la pasaba jugando con su helado, haciendo diversas cosas muy graciosas para nosotros, que casi nos ahogábamos con nuestras nieves.
Ya que estos fueron terminados por todos, fuimos a la casa de Max, que era la acordada para comer ese día, aunque ya era un poco tarde, pero eso no importaba.
Cuando llegamos, la madre de Max y la de Dani se pusieron a hacer una comida sencilla para los 7, mientras nosotros, entre varias risas, nos poníamos al día de lo ocurrido el fin de semana, yo no había hecho nada en lo particular, así que solo me dediqué a reír con las historias disparatadas de Dani, que debo de admitir que eran buenas para matar el rato y divertirnos en grupo.
La tarde continuó igual a lo planeado.
Continuamos hasta altas horas de la noche, nos divertíamos con distintos juegos de mesa que Max había traído consigo, lo cual nos había hecho reír hasta el cansancio.