Esta época del año era mi favorita, y no por el clima, sino por las bellas vistas que tenía desde mi ventana, el invierno era mi estación favorita, hasta que esta misma se convirtió en un vago recuerdo de una vida que debía ser olvidada.
Recuerdo que hace unos años fuimos a unas colinas al norte de la cuidad, eran unos montes muy famosos por su dificultad de escalada y su gran paisaje, lo cual atrae a todo tipo de turistas de regiones circunvecinas o de otras partes del continente.
Este invierno es específico, habíamos acordado visitarlo como grupo, ya que eso era más entretenido que visitarla solo con mis padres.
Todos llegamos a la sima del monte a la hora acordada todos, excepto Katy, como siempre, erala única mujer del grupo y, por casualidad, era la última que llegaba a los eventos programados por diversos motivos.
Una vez que estábamos todos, nos dispusimos a ascender un poco el monte, hasta un pequeño claro a pocos metros de altura, el cual era el preferido para la mayoría de las familias y visitantes en esta época del año.
El camino a ese lugar era un poco complicado, si se realizaba solo, pero, debido a que éramos un grupo muy extenso, pudimos atravesar el sendero velozmente, al llegar al claro, la nieve iniciaba a caer a nuestro alrededor, cubriendo la tierra lentamente con una capa blanca, marcando nuestras pisadas con esta,
Hicimos unos muñecos de nieve con la que se encontraba en el lugar, pero, al no ser suficiente todavía, no eran de gran tamaño o poseían una gran estética.
Hicimos también una guerra de bolas de “nieve”, ya que era más agua-nieve que nieve.
Disfrutamos hasta el mediodía, cuando nos dispusimos a almorzar entre todos, a cada uno les había tocado llevar un pequeño platillo para comer todos juntos.
La nieve seguía cayendo mientras seguíamos comiendo, ocultando el verde que nos había rodeado, y a nosotros también.