—Grecia, Grecia —esa voz me trajo a la realidad de nuevo; parpadee varias veces dando varios pasos hacia delante y tomando la canasta con los cafés. Apenas y pude sonreír como una tonta para luego salir de allí a toda prisa.
—¡si quiera esperame! —escuche el grito de mi compañera detrás de mí y solo me reí apresurando más el paso, estas calles de piedra hacen resonar mis tacones de cinco centímetros mientras que escucho otro par justo detrás de mí.
Ralentizando el paso espero en la esquina hasta que mi compañera de trabajo llegue y me mira como si pudiera lanzarme dagas con sus ojos.
—solo apresurate, debo terminar un informe para el Sr. Sabatini y no quiero su sarcasmo respirándome en la nuca —la escuche reír mientras no puedo evitar sentir que mi cafeína subió (sin haber tomado café).
—es taaan encantador cuando se enoja —la escucho suspirar a mi lado y no puedo evitar reírme.
Tengo apenas unos humildes ocho meses en esta empresa y un año entero en esta ciudad; a veces sigo abrumada por la cantidad de rostros perfectos que hay, sus ojos penetrantes y cejas gruesas, los hombres aquí son tan guapos como las mujeres, todos sacados de revistas, incluso los meseros son demasiado atractivos para su propio bien. Y luego estamos yo y Marcela; las únicas suramericanas en el mismo piso que no hacemos trabajo de limpieza. No digo que sea un mal trabajo, la paga es alta y no tienes que lidiar con tantos cretinos como mi jefe.
Apenas entramos por la puerta de la empresa lo veo parado al lado de mi escritorio mirando su reloj, escucho una maldición en mi oreja y veo a mi compañera huir tan rápido que el sonido de sus tacones llamo la atención de mi jefe que mi miraba con una ceja levantada.
—¿café? —pregunto con su tono habitual de que la siguiente frase sería un regaño seguro.
—Chocolate —le dije con una sonrisa con labios apretados mientras dejaba los cafés sobre mi escritorio y le entregaba el suyo.
Fue la primera vez que se quedó completamente en silencio solo tomando su café de entre mis dedos, ya estoy acostumbrada a que tiene manos grandes y sus dedos no pueden evitar tocar los míos, pero mi cara de desagrado y mi manía de limpiarme las manos de la falda después es más que claro para él.
—¿Cómo va el informe? —
—tres páginas y ya lo termino —sentencie tomando asiento en mi silla colocando mi otro suéter en mis piernas para mantener el calor en ellas.
Lo escuche gruñir en un asentimiento y regresar dentro de la oficina, esperaba que fuera todo, su drama cortado a mitad de un café, pero lo vi regresar sobre sus pasos y detenerse como si pensara en decir algo.
—Grecia.
—¿Si?
—iremos al festival de Napoles del mes que viene, lleva zapatos cómodos, será una noche larga —sus cejas elevadas me hicieron soltar un fuerte suspiro de resignación, al parecer el señor Styles logro convencerlo de ir a ese estúpido festival.
—está bien. —respondí antes de que la puerta se cerrara, regresando mi mirada a mi escritorio.
En la lejanía vi la cabeza de Marcela sobresalir por el marco de la puerta y apenas articulé la palabra “Napoles”, su cara de tristeza apareció, incluso me envió su bendición, haciéndome poner los ojos en blanco.
El festival de Napoles de día sería un caos, una conferencia de varias horas donde las principales empresas de turismo del país tenían que asistir para mostrar su apoyo, pero de noche, oh de noche, el amigo de mi jefe es un bocazas que su voz puede escucharse hasta el otro lado del país si se lo propone.
Leonard Styles, es un estadounidense mejor amigo de mi jefe y es esa clase de amigo que sabe dónde estará una buena fiesta.
Desde que lo vi aparecer frente de mi escritorio la tercera semana de mi llegada sabía que lo iba a odiar con toda mi alma.
Había trabajado diligentemente durante esas semanas sin ningún problema hasta que Leonard sonsaco a mi jefe el cual no podía decirle que no tras mucha insistencia de su parte. Obligándolo a asistir a fiestas de las cuales a la mañana siguiente mi jefe necesitaba una taza de café y panecillo.
Hoy fue el día de resaca, Mario es un hombre demasiado reservado y precavido en su trabajo, su amigo Golden retriver es el problema.
Cuando la jornada termino me asegure de recoger todas mis cosas y el sonido de la puerta de su oficina me hizo dar un salto por el susto.
—¿ya te vas? —su pregunta me sorprendió, más la expresión de sorpresa que tenía, ya habían pasado cinco minutos del fin del horario laboral y el seguía sumergido en su oficina.
—estaba por irlo a buscar. —confesé, él tenía esa única virtud, no me dejaba trabajar hasta tarde al menos que me pagara las horas extras incluyendo la cena, pero el día no tenía citas así que…
—bien, porque necesito que me ayudes con algo. —eso es nuevo, el desapareció de la puerta dejando esta entre abierta por lo que dude un poco y entre.
Lo mire caminando de un lado al otro dentro de la oficina, por lo que me extraño aún más.
—Grecia, dijiste una vez… que tenías novio ¿cierto? —me quede boquiabierta al mirarlo a los ojos, se veía en alguna especie de conflicto.