—esta ciudad es demasiado pequeña ¿cierto? —todos en una mesa para ocho personas se reían sin cuidado, alegres de reunirse otro fin de semana.
Mire frente a mí al hombre por el que tenía que tolerar tantos gritos en mi oreja, Matteo.
—¿estás bien? —intente reírme para no verme como una tonta incomoda entre tantas personas veinte años mayor que yo, aunque claro, hay varios que solo me llevan cinco a ocho años, pero eso nadie debe saberlo.
—sip, voy… voy al baño —lo vi asentir y solo me levante rápido.
Vine a este país por él… bueno… en parte.
*tres años antes*
El encierro a pesar de que ha terminado, aun así, las zonas donde siguen pidiendo vacunas para ingresar a locales es absurda, las personas aún miran con horror a los demás apenas estornudan, las masas dentro de las tiendas son controladas y algunos siguen revisando tu temperatura corporal antes de ingresar.
Sigo tecleando frente a mi computadora en el mar de pestañas que he abierto; esta pequeña obsesión por aprender sobre alguien está yendo demasiado lejos, conozco mis límites y estoy sobrepasando todos ellos, todo por Matteo.
M: despertaste?
G: sigo aquí.
M: no deberias dormir?
G: en algún momento.
Cuando terminé de enviarlo no pude evitar sonreír de oreja a oreja. Matteo no es alguien fácil de tratar, es un hombre mucho mayor que yo que vive ocupado con su trabajo y saliendo de evento tras evento.
Es una figura pública en todo su esplendor y aun alucino un poco por estar hablando con él e incluso enviándome fotos de lo que haga durante su dia (que en este caso es mi tarde).
Siempre tengo miedo de escribirle sobre cualquier cosa para poder hablar con él, así que aquí estoy revisando absolutamente todo lo que encuentre de él en línea. Cosa que no es fácil.
-Matteo ha enviado una foto-
Mi cuerpo se pone en alerta máxima sentándome en la cama y mirando la pantalla, mirando hacia los lados esperando no ser descubierta (vivo sola). Miro la foto sin poder evitar sonreír como una tonta frente a la pantalla, Matteo es esa clase de hombre que a su edad y a pesar de sus canas te saca tu lado más primitivo de una fanática, tal vez piensen que “¿no tiene papa o qué?” y si, tiene razón, no lo tuve, mi madre me crio casi por si sola de las peores maneras psicológicas más traumáticas que se pueda.
Y aquí estoy yo, con mis veintiocho años, teniendo un flechazo por un hombre que tiene es dos años mayor que mi madre. Y ella no crio a una mujer dependiente de un hombre, soy demasiado independiente incluso para el perfil que he creado gracias a mi investigación.
Me siento como una perfecta mentirosa y manipuladora empleando temas de conversación para que Matteo se sienta como el macho alfa de la conversación. Él piensa que me tiene, y oh cariño, no tienes idea de lo que tienes entre manos.
Estoy consciente de sus tácticas y no puedo evitar reírme y sentirme ansiosa por seguir conversando con él, saber hasta dónde llegaría por mí.
*en el presente*
Y oh sorpresa.
Fui demasiado descuidada con mi instinto, no queriendo ver lo obvio.
Regrese del baño solo para descubrir que la mesa ahora está llena y no solo llena, al lado de Matteo esta una mujer de cabellos rojos perfectamente pintados hasta la raíz, un rojo tan intenso que en el sol de mediodía entre la multitud del verano podrías identificarla.
Con el corazón latiendo a más rápido de lo normal, me acerco a la mesa solo para ser recibida por un silencio incómodo.
Matteo apenas me mira de reojo quitando su brazo de la falsa peliroja.
—Grecia, linda, ya llegaste, chicos, denle espacio —los chicos que estaban del otro lado de la mesa solo se movieron dejando de nuevo mi silla vaciá.
Había olvidado por un momento que una de las razones para ir al baño es que mi jefe está en la zona VIP con una mujer rubia que desconocí. Al parecer mi perfil le funciono pero ¿el mismo restaurante? No debí mencionarle nada cuando me pregunto hace días.
—Gracias… —el chico a mi lado me miro con una sonrisa extraña y luego miro a la peliroja como si supiera algo que yo apenas podía imaginar y no quiero llegar a la misma conclusión.
—Matteo, porque no la presentas. —la peliroja me quedo mirando con curiosidad y algo que me pareció despectivo, pero estoy acostumbrada a que las mujeres de esta ciudad me miren así.
—¿tengo que conocerla? —el tono de desagrado en su voz es más que evidente, somos las únicas dos mujeres en la mesa.
—Matteo la trajo —dijo el con simpleza colocando su brazo sobre el respaldo de mi silla.
—¿eres amiga de Matteo? —ella extendió su brazo sobre la mesa y estire la mía igual por intento — soy Antonella, su novia —sus palabras me dejaron con un frio inexplicable bajo la piel.
—oh ¿novia? —mis ojos fueron directamente a Matteo quien regreso su brazo a rodear los hombros de ella como si lo que ella acabara de decir no fuera nada del otro mundo.