—lo quiero matar, lo juro —grite por la línea y solo escuche un suspiro de frustración.
—yo lo sostengo y tú le pegas —no pude evitar reírme sintiendo un ligero dolor en mi costado. —¿estás bien?
—sí, solo… me golpeo un auto. —intente sonar casual, pero mirar mi pierna en ese estado hará que por lo menos tenga una semana de vacaciones de mi jefe (y eso no le gustara)
—¡¿te golpeo!? ¡¿estás bien?! ¡¿lo denunciaste?! —mi amiga grito del otro lado de la línea, y con justa razón, enfermarme en otro país o sufrir un accidente es algo que no puedo darme el lujo de hacer.
—caaalma, me trajo al hospital —intente amortiguar la angustia clara de mi amiga al otro lado de la línea, a pesar de los medicamentos aun sentía ligeramente el dolor en mi costado y mi trasero.
Si me había dado fuerte.
—bueno, intentare mantenerme en calma así que. Como te decía, siempre pensé que Matteo era un idiota y lo sostendré hasta mi tumba —mordí mi labio inferior escuchando a mi amiga al otro lado de la línea.
Obviamente yo tambien tenía mis dudas sobre venir a esta ciudad y estar con Matteo, pero de alguna manera tenía que expandirme. La relación con mi madre se volvió insostenible durante los años después de la pandemia, cada noticia que salía sobre un nuevo brote o una nueva enfermedad mortal ya nos había insensibilizado al respecto, solo nos preocupaba el presente, el ahora.
Perdimos personas a nuestro alrededor y yo misma casi pierdo a mi madre, pero no sucedió, y ella ahora necesita enfocarse en su vida y yo… yo ya no soportaba que a mi edad ella siguiera diciéndome que necesitaba “tener un hijo”.
—sí, solo espero que se mantenga alejado de mí. —murmure recordando la cena de esta noche.
Él abrazándola. Él sonriéndole.
Estoy harta de toda esta mierda.
Siempre tuve mis dudas e instinto sobre que algo no iba bien con él, con lo nuestro. Todos dijeron que los hombres de este lado del mundo son mucho más promiscuos y más si la mujer que los pretendía era alguien de mi nacionalidad; podía soportar los choques culturales, pero no esto.
—siempre fui clara con él, siempre —susurré conteniendo las lágrimas.
—lo sé, me lo dijiste… —mi amiga suena igual de dolida, ella siempre me ayudo a tomar las mejores decisiones, aunque no pudo detenerme para venir aquí, igual no hice que mi vida girara en torno a él.
Bueno, casi todo.
—voy… voy a dormir ¿sí? Aquí es muy tarde —mi sonrisa vacilo, mi voz rota no la pude ocultar, esto me duele.
—está bien, descansa, hablamos después. —colgué primero, mirando el fondo de pantalla de mi celular, fue como una cachetada, en la pantalla estamos él y yo abrazados con unas estatuas de un museo de fondo, rápidamente fui a mi galería y tomé una foto al azar dejándola de fondo de pantalla.
Miré hacia la puerta sintiéndome observada y allí están esos ojos azules mirándome con cautela, nuestras miradas se toparon apenas por segundo y lo vi desaparecer de nuevo.
Que hombre tan extraño.
Cerré los ojos y no pensé que fuera tan fácil dormir esta noche con todo lo que paso, pero lo es. No sé cuánto tiempo dormí solo sé que el sol ya salió y está todo tan claro; giro mi cabeza escaneando la silenciosa habitación e incluso el pasillo afuera es tan callado que me sorprende estar en un hospital.
Pero no estoy en mi ciudad, en mi país.
Me quedo congelada en la cama sin atreverme siquiera a respirar fuerte, allí en la un sofá esta con la cabeza baja y sus cabellos rubios cubriéndole los ojos y es claro que ese hombre paso toda la noche aquí.
¿Por qué no se fue?
Mi celular comienza a sonar y lo intente tomar a prisa haciendo que se resbalara de mis manos y cayera directamente al suelo con un gran estruendo, el hombre en el sofá se sobresaltó y al verme casi inclinada a punto de caerme de la cama se levantó tan rápido y con una expresión de horror en su rostro que hasta yo me asuste.
—¿Qué haces? —su pregunta más el sonido de mi celular aun repicando en una llamada no me dejo despegar la vista de esos ojos que incluso con esta iluminación aun parecía sacado de una película, sus ojos tan azules.
—no… no quería… despertarte. —dije intentando sonar a una disculpa, su miedo es más que justificable. Me había inclinado incluso apoyando mi pierna de la cama y a pesar del dolor no esperaba que se me resbalara el celular de las manos.
Él me lo entrego y allí estaba, tres llamadas perdidas del señor Sabatini.
—señor. Es sábado —dije como si eso explicara su llamada irregular un fin de semana.
—te vi en el restaurante ¿no era su novio? —intenté poner los ojos en blanco, deben darle un premio al metiche del año a mi jefe.
En esta ciudad todos son más chismosos de lo normal y pensé que mi jefe seria la excepción, pero no, no lo es.
—termine anoche con él. —vi la mirada atenta del rubio sobre mí y estoy consciente que al menos le debo algo como una explicación.