Recuerdos de una pandemia

Capitulo 6

Luche con fuerza mientras intento quitármelo de encima, hasta que con mi frente golpeo la suya y repito la acción golpeando esta vez su nariz y con mi rodilla mana golpeo su entrepierna haciendo que se cayera del sofá.

—¡Perra! —grito adolorido intentando levantarse, fue a tomar el documento, pero fui más rápida. Lo tome junto al cheque, mi bolso y mi bastón para defenderme.

—creo que no sabes cuando una mujer dice no —grité de regreso y abrí la puerta con rapidez saliendo de allí. Lo escuche maldecir y gritar.

Unos hombres que me vieron salir y escucharon los gritos de ese idiota así que venían directamente hacia mí, comencé a correr sin saber a dónde estaba la salida.

Toque una de las puertas esperando que alguien me ayudara y para mi gran suerte y sorpresa, unos ojos azules me observaron sorprendidos de encontrarme allí.

Examino mi ropa que estaba algo descolocada y luego al pasillo de donde venía, Maxwell y dos hombres, guardias de seguridad tal vez.

—tu, quitate!, esa puta ve como me dejo, te voy a hacer pagar por esto —grito lleno de rabia mientras estiraba una mano, por instinto me aleje abrazando el bolso con los documentos.

—solo vine a que firmara los papeles, tu quisiste abusar de mí! —grité en respuesta intentando cubrirme con el cuerpo de Federick.

—¿que? —su tono fue casi un susurro para mis oídos, pero su rostro preocupado no habia cambiado de mí.

—ella es mía. —para mi sorpresa, Federick no se apartó y más bien me empujo dentro de su habitación.

—¿acaso sabes quién soy? —la voz profunda de Federick me hizo encogerme de terror, al parecer Maxwell no lo había visto bien la cara, pues apenas lo vio su rostro palideció.

—tu… tu… —incluso los guardias que estaban alejados se alejaron incluso un poco más sin saber qué hacer. ¿Qué clase de persona es Fitzroy? Parecen tenerle mucho miedo.

—será mejor que olvides lo que paso con ella —no fue una sugerencia, fue una orden, yo me quede mirando su porte serio sin atreverme a apartar la mirada.

—pero… pero ella —su voz se volvió tan pequeña que podía imaginar cómo lucia.

—está bajo mi protección ¿en serio quieres arriesgarte? —el silencio hizo su sentencia y Federick solo entro a la habitación mirándome con las mismas cejas fruncidas. —este es tu descanso? —la pregunta estaba cargada de resentimiento, recuerdo que él me dijo que siguiera las reglas de mi descanso, casi como si fuera mi esposo.

Pero no solos nada.

—yo… yo solo. —me tambalee recordando que estoy lesionada de mi tobillo y está ahora está comenzando a doler.

—¿de qué estaba hablando ese tipo? —yo mire los papeles arrugados en mi pecho y se los entregue, él los miro y luego a mí.

—esa noche en el restaurante… mi novio Matteo me termino y… había olvidado que estaba preparando esta sorpresa para su cumpleaños —no quería llorar, pero las emociones me estaban ganando y no debía ser así. Aspire hondo limpiando con el dorso de mi mano las lágrimas. —solo pague una cuota inicial para … asegurar el auto, como ya no lo quería, intente convencer a la agencia de regresarme el deposito o al menos parte de él… pero no quisieron y solo me dijeron que convenciera al segundo comprador de darme el dinero de la inicial y … acabe así… —termine de hablar sin atreverme a mirarlo demasiado tiempo a los ojos.

—siéntate —no espere a que lo repitiera y tome asiento siseando del dolor.

—él… me ofreció más dinero, pero me negué, no quería más dinero ni menos vender mi dignidad, solo no quiero más ese auto. —lo escuche suspirar y la puerta se abrió asustándome.

—¿señor? —y de nuevo el mismo hombre que irrumpió en el hospital esa mañana y parece que me recuerda pues sus ojos claramente van directo a mi pierna lastimada.

—trae algo de hielo y —lo escuche hablar en otro idioma que me dejo aún más confundida, el hombre asintió y ahora esos ojos azules están mirándome de nuevo.

—yo no… jamás me vendería por dinero, pero necesitaba esa firma. —dije intentando sonar convincente.

Yo no quería más dinero, solo quiero no tener nada que ver con ese maldito auto.

—lo se… lo se… ahora… dejame ver esa pierna —su tono fue tan suave que me quede de piedra sentada en el sofá.

Solo mirando cómo se agachaba y quitaba el inmovilizador dejando ver mi pierna un poco pálida y el tobillo perfectamente bien, no había señales de inflamación, soltó un suspiro de alivio, pero sus dedos no dejan de acariciar mi pie haciéndome notar algo, su mano está caliente.

En mis “sueños” no podía sentir esta clase de cosas pequeñas.

—¿lo ve? Está bien —susurre, aunque es claro que si me levanto no poder caminar. Sus ojos desde esa posición se elevaron, solo para hacerme sentir regañada por esa mirada.

—me prometiste que te quedarías es casa —su tono de voz fue de regaño, cuando sus manos dejaron de tocar mi piel una ola de frio ataco hasta encima de mi rodilla donde la pequeña costra del golpe estaba llena de sangre.

—lo siento… esto tenía que resolverlo. —el no dijo nada más y de nuevo abrieron la puerta sin tocar, el mismo hombre traía ahora una bolsa de hielo en sus manos y vi a Federick sacar un pañuelo de su bolsillo y cubrir la bolsa, camino hasta sentarse a mi lado y golpeo su muslo con su mano en ese mismo tono autoritario.




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