Recuerdos de una pandemia

Capitulo 8

—¿A dónde me llevas? Este no es el piso de mi habitación —grite mirando los numero de las puertas; un par de hombres a cada lado del pasillo ni se movieron cuando pasamos ¡ni me miraron! Pero tienen toda la pinta de ser guardias.

Escucho el sonido de una puerta abrirse y e intento sostenerme del marco, sea lo que sea que planee hacer este hombre, no quiero estar en una habitación sola con él.

Se detiene cuando siente que no estoy cooperando e intenta sujetarme de las manos para que suelte mi agarre, apenas puedo luchar unos segundos antes de dejar mi agarre de la puerta.

—¿puedes dejar de hacer un drama? —su tono es más molesto que antes, sus manos me agarran con firmeza y mis pies ni siquiera tocan el suelo.

—¿Por qué me traes aquí? —observe la habitación horrorizada, es un lugar bastante amplio, las luces él las encendió apenas entramos y todo el lugar está en orden, esto parece más una suit que una habitación regular.

—porque es más seguro —dijo con fastidio pasando su brazo por la parte trasera de mis muslos, haciéndome mirarlo a los ojos.

—¿seguro? ¡Ah! —me tiro a la cama a pesar de estar empapada. Aterrice sobre la gabardina con la que había cubierto mi trasero.

Esos ojos azules me miraban de pies a cabeza; baje la mirada apenada cuando sus ojos se quedaron demasiado tiempo en mis piernas y es que mi vestido estaba muy por encima de la mitad de mis muslos, así que apresurada me bajo la falta hasta las rodillas.

—¿estás loco? —lo mire comenzando a tiritar por el frio.

—¿yo? ¿estás seguro? —se apuntó con el dedo incrédulo para luego darme la espalda y peinarse el cabello hacia atrás. —pues yo no sali de la piscina para golpear y casi matar a alguien —me quede con la boca abierta.

—¿Qué haces aquí? —sé que es una estúpida pregunta, pero el frio y la adrenalina saliendo de mi cuerpo están haciendo lo suyo.

—¿tú qué hacías allá? —su tono es peligroso mientras se acercó a la cama un poco haciendo que por reflejo me alejara.

—Nada yo tambien me quería ir —murmure intentando calentame, pero es difícil cuando incluso aquí hace frio.

Nos quedamos en silencio durante un tiempo sin atrevernos a mirarnos. Lo vi abrir su closet y sacar ropa tirándola a mis pies en la cama y otra que él se quedó en sus manos.

—mejor cambiate, te vas a resfriar. —iba a decir algo, pero él se fue cerrando otra puerta, imagino que al baño por lo que me quedo completamente sola, la cama es gigante además que suave, me bajo rápido siseando ya que mi tobillo al parecer quiere estar resentido conmigo, talvez por la caída.

Me doy la espalda a la puerta esperando que no salga aun de esa habitación o baño del otro lado y me coloco la ropa seca, toda la habitación está completamente en silencio y solo me quedo allí, de pie, mirando a la nada.

—mi celular. —apenas me doy cuenta que no llevo mi celular encima y entro en pánico.

Mi celular no sabe nadar, de eso estoy más que segura, mi pobre bebé.

Camino rápido hasta la puerta solo para abrir la puerta por donde había entrado y dos espaldas anchas cubrir toda la puerta.

—disculpen… tengo que salir —no encontré mi propia voz al ver a esos dos hombres que apenas me miraron por el rabillo del ojo.

—¿te dejo menos de cinco minutos y ya piensas en huir? —su voz molesta detrás de mí me hace sobresaltarme.

—no, claro que no. Es mi celular. Está en la piscina —digo con horror y él solo me enseña mi propio celular en sus manos y cierro la puerta sin mirar atrás, caminando como zombi al ver mi celular INCLUSO ENCENDER.

—¿Cómo? —intento quitárselo de las manos y él solo lo levanta fuera de mi alcance.

—estabas hasta el fondo. —fue un comentario que me hizo fruncir el ceño.

—eso no lo explica todo —intente ponerme de puntitas.

—¿ni las gracias me has dado? Queda confiscado —lo mire incrédula viendo como lo ponía en la parte más alta de la habitación.

—¡¿Qué?! ¡no! —lo vi alejarse con toda la tranquilidad del mundo e intente seguirlo, pero mi tobillo me hizo quejarme, fue tan bajito que no espere que él me escuchara y es claro que me equivoque pues al segundo siguiente se giró lentamente mirando como yo no colocaba el pie completamente en el suelo.

—ven aquí… —me señalo con ambos dedos y en realidad no quería moverme, tenía un pequeño dolor, casi como un calambre.

—no, aquí estoy bien. —sonreí abiertamente apoyando mi espalda de la pared, mirando mis uñas.

Grecia, ven aquí —volvió a repetir esta vez sin nada de delicadeza, esos ojos azules me aterraron y de alguna manera me sentía a salvo desde el otro extremo de la habitación.

Él no lo repitió. Se acercó rápidamente hacia mi e intente meterme en la habitación donde el había estado, claramente el baño, cojeando. El me sostuvo del estómago cargándome hasta la orilla de la cama donde me sentí y de cuclillas me tomo de mi tobillo moviéndolo en pequeños masajes de estiramiento y presionando justo en la planta del pie de mi talón haciéndome gritar y golpearlo en el hombro en pequeños manotazos.

—el mismo tobillo —dijo resignado como si la salvación del mundo dependiera de que mi tobillo estuviera sano.




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