Recuerdos de una pandemia

Capitulo 16

Nota: capitulo compensacion por no publicar el jueves. Nos vemos el lunes

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—¿Dónde estuviste? —Marcela me atrapo en el ascensor y me miraba como si buscara algún defecto.

—solo… fue un fin de semana largo. —suspire con pesadez.

Luego de la extraña noche donde me drogaron y desperté en los brazos de Cenzo, volviendo a tener un encuentro más que causal.

Resulto en que me llevo a su casa y cuido de mí, solo me regreso a casa en su auto hoy muy temprano para poder buscar mi ropa.

Mi valentía se acabará cuando llegue a mi puesto de trabajo y me deje caer en la silla; Cenzo no me dejo de cuidar y dar medicinar además del obvio echo de tomar pastillas de emergencia, el sabor fantasma seguía en mi paladar, comiera lo que comiera. Las consecuencias vendrían pronto.

—¿entonces no lo sabes? —eleve una ceja esperando que soltara el chisme que al parecer se moría por contar.

—pensé que habías sido tú, pero no tiene tu sello —bebió de su café con la mirada perdida, tal vez dudando de lo que vio.

—¿mi sello? —quise burlarme esperando que las puertas se abrieran, la ansiedad me está consumiendo por dentro.

—le hubieras roto la nariz y puesto el ojo morado, pero solo tenía un gran morado en la mejilla —la mire sin creer lo que me decía ¿a quien golpearon?

—¿Quién? —insistí.

—Tu ex, Matteo —me quede quieta procesando la información.

—¡¿Qué?! —las puertas se abrieron y bajamos rápido caminando hasta su mesa de trabajo.

—sí, iba a burlarme de él, pero apenas nos vio huyo —así que cuando él me ataco… ¿Vincenzo lo golpeo? Es la única explicación.

—pues… se lo merecía, aunque no fui yo —no hay arrepentimiento en mi voz, pero el silencio de Marcela me hizo mirarla, sus ojos están posados en mí, específicamente en mi cuello.

—¿Qué es esto? —ella echo mi cabello hacia atrás y bajo el cuello de mi camisa blanca solo para ver la marca mal camuflada de un chupetón.

Tengo cosas similares por todo el cuerpo y casi un tatuaje de las manos de Vincenzo en mi trasero.

—baja la voz —susurre esperando que las demás chismosas no la hubieran escuchado.

—ay ¿Quién fue? —susurro tan bajo y con urgencia que solo atine a acomodar mi camisa y mi cabello.

—bueno… —iba a decirlo cuando mire por los pasillos solo para ver que mi jefe salía del ascensor, me aleje del puesto de Marcela con urgencia y ambas murmuramos un “buenos días” para luego seguir al Sr. Sabatini con paso apresurado, sus cejas fruncidas en un gesto de frustración me hicieron ponerme alerta.

—prepara el informe, no es un buen día —no espere que dijera nada más; mi cerebro se sincronizo y comencé mi modo automático, a pesar de las pastillas para el dolor aun sentía el entumecimiento en mi entrepierna.

El día paso entre reuniones de emergencia por culpa de otros departamentos y su negligencia.

La semana paso entre yo y mi jefe intentando salvar la empresa, pero parece que los buitres que estaban esperando esto no se hicieron esperar.

—hijo ¿Cómo estás? —ambos giramos nuestras cabezas muy rápido hacia la puerta, una mujer mayor entro sin tocar la puerta dejando la misma abierta.

Mi jefe la miro con el ceño fruncido cerrando las carpetas con los papeles.

—Madre ¿Qué haces aquí? —mi jefe apretaba la mandíbula controlándose, desde muy temprano estaba de mal humor y sus familiares no paraban de llamarlo, que su madre este aquí solo quiere decir que están intentando arriesgarse.

—viendo como entras en caos —su mirada de desdén y asco al mirar alrededor de la oficina y luego sus ojos en mi me hicieron mover rápido hacia la puerta esperando que esa tormenta no cayera sobre mí.

—no tengo tiempo ahora, Madre. Necesito resolver esto —lo vi acercarse a su madre haciéndola girar sobre sus talones con lentitud.

—por eso estoy aquí —ella enseño un sobre y esperaba que eso era lo único que vería, pero mi jefe me hizo una seña con la mirada, había tomado mis malos hábitos de señalar las cosas con la nariz o cejas diciendo que era mucho más “practico”.

Entendí la señal y me quedé allí mirando.

—¿Qué es eso? —miro el sobre que su madre ondeaba con una gran sonrisa llena de victoria.

—es una fiesta, ¿Qué más podría ser? Allí estará el hombre más poderoso del oeste del país, seguro que podrá ayudarte —lo vi ponerse recto alejándose de su madre como si tuviera algo contagioso.

—¿estás loca? Si hago eso ¿Cómo quedara la imagen de-

—a estas alturas la imagen es lo mínimo que debe importarte, Hijo —le tomo de la mano y dejo el sobre allí. —además, lleva a tu asistente, escuche que le gustan las mujeres —sus ojos me escanearon de pies a cabeza. —extranjeras. —mire mis manos con inseguridad ¿Qué quería decir con eso?

—esto no es una ayuda ¿no? Todos están lo suficientemente manchados que soy tu única opción —ella me miro con desdén e intento callar a su hijo.




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