Recuerdos de una pandemia

Capitulo 24

—¿Señorita Martínez? —me sobresalte en la silla frente al espejo, el lugar es tan silencioso que había podido escuchar la voz desde afuera de la habitación.

Termine de acomodar mis moños trenzados cayendo a cada lado de mis hombros; use un vestido blanco casual con mangas cortas y un suéter para el frio que a pesar de tener las ventanas cerradas aún se siente el frio filtrándose por las paredes, tal vez es porque es una casa abierta o todo es de madera que hace más frio o tal vez mi propio miedo que me mantiene alerta.

—sí, ya voy. —corrí hacia la puerta con unas zapatillas igual de blancas, abriendo la puerta rápido encontrándome con una joven mujer con el vestido largo de sirvienta en color negro, casi parecía una fantasía que ella estuviera allí vestida así; con cortesía bajo la cabeza señalándome con su brazo para que caminara hacia el pasillo por donde estaban las escaleras. Solté un fuerte suspiro caminando al lado de la mujer hasta bajar las escaleras.

Pensé que como el lugar tiene las paredes en negro todo se vería mucho más oscuro ahora que es de noche y me sorprende la cantidad de luz e iluminación que tiene la sala principal.

Me sostengo con fuerza del barandal de color negro, silenciado el sonido de nuestras pisadas con la alfombra, sigo anonadada por el lugar, la lámpara gigante en el centro ahora se veía mucho más imponente con sus luces en tonos amarillos dándole un toque ahora aterrador al cielo pintado en el techo.

—por aquí señorita —la mujer hablo tan bajo que apenas pude escucharla y seguirla a un lugar nuevo en la casa.

Camine detrás de ella pasando una “pequeña” sala con sofás en cuero negro en forma de U con una mesa en el centro que es simplemente una enorme piedra de granito en color negro, unas enormes puertas negras se abrieron a unos pasos de mí y la mujer me guio hasta dentro de ella; la habitación es ridículamente enorme, con cortinas que van desde el alto techo hasta el suelo al igual que las ventanas, dejando ver el cielo nublado con los árboles, en el centro de la habitación esta una mesa rectangular tan larga que parecía que aquí vivían más de cincuenta personas, solo que hasta la cabeza de la mesa estaba una silla diferente a las demás, un espaldar alto como una gota de agua a la inversa, todo en ella decía “soy el dueño de esta mansión” y no podía evitar sentirme más pequeña. Camine detrás de la mujer hasta que ella se detuvo sosteniendo la silla principal en la esquina izquierda de Federick, que estaba allí, tranquilo, sonriéndome como si nada.

—Buenas Noches, duendecillo —tome asiento en la silla con lentitud, dándome cuenta que los asientos tienen terciopelo rojo, así como la silla donde esta Federick, con pasamanos forrados de la misma manera.

—buenas noches —susurre viendo que la mesa estaba vaciá.

—ya pueden traer la comida —le dijo con un tono calmado y autoritario a la mujer que salió enseguida de la habitación dejándonos completamente solos. —lamento haber sido un poco brusco al contarte lo sucedido y-

—¿Qué pretendes con tenerme aquí, Federick? —pregunte intentando sonar valiente, pero la mirada y sonrisa de su rostro se tornaron serios con rapidez.

—quiero entender —sus ojos azules se entrecerraron hacia mí e instintivamente quise retroceder, pero la silla apenas y se podía mover.

—el hombre que conocí en mis sueños no era así. —mi voz flaqueo y eso lo hizo reaccionar, alejándose lentamente o tal vez fue la herida en su cuerpo.

—las versiones que yo conocí tampoco encajan contigo, Grecia —su tono se volvió frio y me removí en mi asiento escuchando las puertas abrirse de nuevo y varias personas entraron con rapidez colocando grandes platos sobre la mesa, una botella y los platos frente a nosotros. —así que… porque no hablamos de eso, ya que es la razón por la que estás aquí —asentí intentando controlarme, si tengo que mentir, espero que se vea creíble en mi rostro.

Las personas de servicio llenaron mi plato al igual que a él y luego de terminar salieron de la habitación en completo silencio.

—entonces…

—no lo sé, ya sabes todo de mi ¿Qué puedo decirte que no sepas? —lo escuche bufar y tomar del vino que le sirvieron. —no deberías combinar medicamentos con alcohol. —dije en tono bajo viendo como la copa seguía en sus labios y la alejo lentamente. —si quieres morir no quiero que sea por mi culpa, es solo un comentario.

—sí, tienes razón —dejo la copa y tuve que levantarme para servirle agua de la jarra que habían traído. —no espero que seas complaciente, cariño.

—tienes una herida interna, ya lo dije. No morirás en mi guardia —coloque el vaso cerca de él alejando la copa de vino.

—entonces si tomaste clases de primeros auxilios —fue más una afirmación que una pregunta, solté un suspiro regresando a mi silla retomando mi tenedor en mi mano.

—si “The good Doctor”, “Doctor House” y videos en línea cuentan, entonces si —el intento no reírse y yo solo probé la comida, nos quedamos en silencio durante la mitad de la comida, aunque tal vez él sepa que como y hablo al mismo tiempo o tal vez no.

—bueno, entonces, parece que sabes más de lo paranormal que yo y… la última vez que hablamos no me convenció del todo lo que me dijiste. —tome un trago de mi copa de vino acomodándome en la silla.

—es mi verdad y no me gusta desinformar con respecto a eso. —lo miré a los ojos y lo vi tener sus dudas al mirarme.




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