—escóltenla hasta la habitación —gruño en un grito apenas me aleje de él.
—¿eh? —dos hombres entraron y uno de ellos me tomo del brazo alejándome de la mesa. —oye ¿Qué pasa? —grité intentando mirar atrás y solo lo vi bajar la mirada cubriéndose la boca.
¿Por qué ahora estaba así?
¿Qué planeaba hacer conmigo?
¿Por qué él no me recuerda?
Intente no llorar caminando apresurada mientras el hombre apenas en la escalera me soltó del brazo y me indico que subiera, lo hice sin pensarlo dos veces y corrí hasta mi habitación, no me importo si me seguían o no, cerré la puerta de mi habitación con un fuerte golpe y corrí hasta la cama quitándome las zapatillas, metiéndome debajo de las sabanas.
Espere a ver si alguien se atrevía a entrar, pero mientras más noche se hacia la puerta no se abría, me deje caer de lado en medio de la enorme cama y no supe de mi hasta que escuche la puerta con suaves toques que me levante sobresaltada mirando la habitación iluminada por la luz del sol.
—Señorita, Señorita ¿esta despierta? —la voz baja la identifique como la mujer que vino a buscarme anoche así que gatee en la cama hasta bajar y correr a la puerta solo para ver una expresión de sorpresa en su rostro. —¿durmió bien?
—no, ¿Qué sucede? —intente peinarme solo para recordar que aun tenia mis moños y tal vez están algo despeinados.
—en veinte minutos puede bajar a desayunar yo regresare en ese tiempo para ayudarla a bajar—ella iba a hacer una reverencia, pero yo la tome del brazo.
—¿estará tu jefe? —pregunte con horror, su actitud de anoche
—¿eh? Si, el señor Fitzroy la esperara en la mesa —le solté el brazo y ella se alejó.
Cerré la puerta y corrí al baño solo para ver mi reflejo despeinado en el espejo, quite con cuidado las ligas del cabello volviendo a peinarlo y ducharme rápido. Apenas tarde unos quince minutos y abrí la puerta encontrando varios guardias en algunos puntos alejados de la casa, no son las mismas caras de ayer, al menos los rotan.
Ninguno se movió al verme en pijama y me fui directo a las escaleras tomándome la paciencia al recorrer el lugar observando mejor los cuadros en las paredes, todos se veían extraños, la manera de pintar y los tonos de colores me decía que pertenecían a la misma persona.
En vez de ir al mismo comedor me acerque a la puerta que daban hacia el jardín donde estaba la piscina que veía desde mi cuarto. Me quede allí en la puerta sintiendo la brisa desordenar los cabellos de mi flequillo.
—Señorita Martínez —me sobresalte agarrándome a la puerta, la voz del asistente de Federick fue como un regaño, lo vi con el ceño fruncido mientras señalaba la puerta del comedor, con un suspiro de resignación me acerque arrastrando los pies.
—buenos días —dije sin mucho ánimo pasando por su lado.
—lo que sea que le haya dicho al señor Fitzroy… será mejor que se controle —fruncí el ceño girándome a mirarlo y el paso por mi lado como si nada abriendo la puerta del comedor. —ella está aquí, señor —su tono de voz retumbo por las paredes y me acerque con cuidado a la puerta entrando con miedo, ver la mesa larga y caminar a un costado no hace que las cosas sean fáciles.
—buenos días, Sr. Fitzroy —murmure bajito mirando cómo sus ojos azules me escanean.
Él no es nada parecido al niño que recordaba, tal vez él no pueda recordar nada como alguna especie de trato que hizo para volver esta vez. Hay muchas personas que han hecho eso.
—No tienes que ser tan formal —su tono es neutro, sus facciones me hacen dudar y mis pies están listos para correr si así lo necesito, no sabría a dónde ir, y sé que muy, muy lejos de aquí. —lamento lo que paso anoche, no esperaba que me... —llevo dos dedos a sus labios.
—¿qué te besara? lamento por eso, pero... recordé algo anoche. —veo como con la mirada y un ademán con la mano me dice que me siente en el mismo lugar que anoche, lo hago con cautela mirando el plato ya servido frente a mí.
—sí, exactamente. pero... ¿qué recordaste? —el parece más interesado en lo que tenga que decir que no puedo evitar mirar hacia la puerta y aunque está este cerrado, tengo el presentimiento de que detrás está el asistente de Federick, sus palabras retumban en mi mente y mi estómago gruñe.
—jamás... he podido recordar completamente mis vidas pasadas —murmuro y veo que el también mira hacia la puerta, hasta que su mirada regresa con total atención a mi, colocando sus codos sobre la mesa con una sonrisa en sus labios.
—¿qué sueles recordar? —pregunto con un tono calmado y divertido.
—mis ... muertes o las últimas veinticuatro horas —veo la expresión de sorpresa pasar a una de entendimiento.
Siempre que estos recuerdos se detonan, al no ser controlados suelen detonar el evento más traumático como la muerte o el día que masacraron a toda esa familia frente a mi versión joven de hace trescientos años.
No es la primera vez que sucede, pero sin duda es la más notoria.
—¿dónde entra ese beso en todo esto? —lo mire por un momento a los ojos ¿está probándome? ¿habrá recordado algo?
Dejo mi espalda recta en la silla sin atreverme aún a tocar la comida.