Recuerdos de una pandemia

Capitulo 29

La oscuridad envolviendo todo a mi alrededor me hace estremecer.

Los segundos antes de caer al agua viene a mi ahora en cámara lenta, la sensación de alguien detrás de mí se sentía mas como un zumbido en mi piel y el miedo que sentía desde niña cuando estaba en una habitación completamente sola y la oscuridad me abrazaba en consuelo. Algo que de niña no lograba ver.

Es hombre no me intento asustar, intento evitar que cayera y confundí eso por mi propio miedo.

Aquí. Ahora flotando en la oscuridad siento como si por fin logré tocar el fondo sin saber si es la piscina o el fondo del abismo, lugar que apenas abrí los ojos es un camino en el bosque de la misma casa, pero los arboles ahora se ven secos sin una sola hoja en ellos.

—¡Oye! —Alguien grito detrás de mí y de nuevo allí estaba el mismo hombre de cabellos negros y traje formal.

Sus brazos me rodearon con fuerza dejando mi rostro pegado a su pecho.

—lo siento, lo siento mucho, no quería asustarte —su voz tan melosa y lastimera me hicieron corresponder el abrazo.

—yo… yo… no debí correr —me alejo solo un poco haciéndome mirar sus ojos verdes agua, tan vivos que no parecían naturales.

—bien, tenemos que regresar. —asentí alejándome un poco más mirando a mi alrededor, todo es de noche, pero en el cielo solo hay nubes tan grises que tienen un toque naranja.

—¿Por qué… estamos aquí? —el intento disimular hasta que el sonido de perros ladrando lo hicieron saltar.

—mierda… mejor regresemos. —tomo mi mano con fuerza y comenzamos a correr.

—dime que no morí —dije apenas con la respiración cortada por correr por un bosque completamente muerto.

—no deberíamos estar aquí —fue todo lo que dijo mientras estábamos lejos.

Vi como delante de él se abrió una grieta y con un salto me abrazo contra su pecho con tanta fuerza como si me fuera a partir en dos.

Sentí que caíamos tan rápido que lejos ahora escuchaba la voz de Glenda. Abrí mis ojos, pero solo veía como si estuviéramos en alguna especie de canal de muchos colores, con los ojos apenas abiertos miré al hombre que me llevaba, mantenía una expresión seria.

—necesito que te sostengas más cerca. —hablo apenas en un grito, acercando mi mano a su cuello que rodee con rapidez y mis piernas alrededor de su cintura, sus manos en mi trasero me pusieron un poco nerviosa, pero antes de que pudiera reaccionar estábamos saltando de un túnel a otro hasta que sus pies tocaron tierra y mis piernas aun temblaban.

¿Cómo podía sentir todo?

Ahora. de nuevo. Es de día y el grito claro de Glenda se escuchó más cercano.

Me baje descubriendo que estoy descalza pero la superficie de aquí no se siente. El hombre a mi lado me sostiene la mano con fuerza.

—¿Por qué no logro recordar nada más? —lo mire incrédula esperando que algún recuerdo de él me viniera a la mente, pero su rostro serio me hace sentir pequeña.

—escucha, por favor, todos son tus propias limitaciones, quisiera ayudarte más, pero no puedo —iba a quejarme, pero algo el mi pecho se sintió apretado y lleve la mano allí esperando que se aliviara el dolor.

Cerré los ojos y de nuevo sentí el calor del sol y mi ropa mojada pegada al cuerpo.

—¡Señorita! —comencé a toser como loca respirando por la nariz y la boca lo mejor que podía.

Me ayudaron a sentarme y todos me dieron espacio, eran varios de los guardias, Glenda y el asistonto.

—sabía que la había visto mal aquella mañana —ella se escuchaba angustiada, mientras mi mente intentaba centrarse y dejar de sentirse mareada.

—no puedes ocultarme nada o voy a tener que reasignarte —el regaño de Donatello me hizo levantarme tambaleándome.

—no… no la culpes yo… es mi culpa —los escuche guardar silencio mientras una punzada como una gran aguja de tejer atravesaba mi cerebro.

Me queje con fuerza, pensando en las palabras que ese hombre me había dicho.

Todo esto son restricciones que yo misma me he puesto casi inconsciente, como cuando alguna comida no me gusta, solo que en magnitudes gigantescas.

lo acepto. Lo acepto —el dolor que me atravesó el celebro se acentuó mientras luche por el control, como si estuviera peleando contra una pared de bloques gruesos frente a mí. —lo acepto —repetí entre murmullos comenzando a sentir que me rompía por dentro.

—¿Qué estás diciendo? —pregunto Donatello mientras se acercaba y me tomaba por los hombros, es algo comprensible ya que no estoy ahora mismo hablado su idioma.

Pero el dolor siguió hasta que de nuevo volvió la oscuridad y a pesar de eso solo vi mi cuerpo caer en los brazos de aquel hombre. Todo como como si fuera una extraña en el mismo entorno, lo único que no se fue es el dolor de cabeza.

Lleve ambas manos a mis cien, pensando que el dolor me estaba desgarrando desde adentro.

Varias imágenes vinieron como si estuviera envuelta en un remolino a mi alrededor, cada imagen era un pequeño fragmento de mis otras vidas, son tantas que por un momento las voces de otras personas fuera del remolino llamaron mi atención, a mi alrededor pequeñas grietas con rostros iguales al mío gritando de dolor me hicieron abrir los ojos sin querer parpadear a pesar del dolor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.