—buenos días —su voz ronca en mi oreja me hizo meterme bajo las sabanas, sin ánimos de querer salir de la cama.
Se rio metiéndose bajo las sabanas y besando mi hombro hasta que su brazo comenzó a tomarme de la cintura atrayéndome a su cuerpo.
Me queje bajito sin girarme, el no movió las sabanas, nos dejó debajo de ellas y el peso de todo lo que paso hasta hace unas horas me golpea fuerte; mi útero siente un tirón de resentimiento.
Federick no había sido nada rudo, todo lo contrario, hacia tocado lugares que ni yo sabía que podían llegar a hacerme volar y ver las estrellas. Estaba tan sumida en la dulzura de lo que había pasado que mientras pasaban las horas mi cuerpo ahora sentía las consecuencias de la noche anterior.
—dos horas más —susurre llevando mi mano a tientas a tocar su rostro, pasando mis dedos por su oreja y su cabello, para luego tocar su mejilla y fue allí que sus labios besaron mis dedos.
—está bien, traeré el desayuno aquí —yo solo asentí a su propuesta soltando un suspiro.
Se quedó abrazándome demasiado tiempo y luego que estaba quedándome dormida de nuevo sentí como se levantaba. Hizo todo lo posible para que yo no sintiera la brisa fría que había afuera y lo agradecí entre sueños.
No supe cuánto tiempo me había quedado dormida pero la sensación de que la cama se movía como si hubiera un terremoto me hizo levantarme de golpe solo para darme cuenta que podía mirar claramente a un hombre de traje con los brazos cruzados mirándome con decepcion y desaprobación.
Me gire para mirar hacia la cama solo para ver que las sabanas ni se habían movido, pero se veia claramente un bulto bajo ellas, ese era mi cuerpo.
—¿Qué carajos? —pregunte intentando salir de la cama, pero no podía moverme.
—eso mismo quiero saber yo. —dijo con molestia Samuel subiéndose a la cama. Yo me quede allí sin saber que decir ¿Por qué mi alma estaba fuera de mi cuerpo? ¿con el permiso de quién? la respuesta llego rápido, había olvidado la misión principal, pero tambien había que hacer sacrificios ¿no?
—lo siento… no puedo, seguir evitándolo —dije tratando de abrazarme a mí misma cuando los ojos color aqua de Samuel se tornaron rojos.
Está enojado.
—esa es la disculpa más mediocre que me has dado en casi dos mil años —su voz afilada me hizo estremecerme.
—perdón ¿de acuerdo? A veces las cosas no salen como uno quiere —replique sintiéndome desnuda, aunque claramente no lo estoy, tengo un sencillo vestido blanco.
—lo único bueno de todo esto, fue que logre averiguar que sucede —soltó con un suspiro de resignación. Miro mis piernas y tu toque fue igual de caliente, sus ojos encendidos en rojo me decían que no lo provocara, pero era divertido hacerlo.
Samuel no era un ángel cualquiera, y ahora, tenía el título de “guardián” y aquí estoy, en una habitación y de nuevo, imágenes del pasado, mi pasado, me asaltaron y logre soltar un jadeo.
—¿ya sabes quién está detrás de esto? —mantuve mi mente pensando en lo que los concernía ahora, en aclarar mi estado.
—sí, pero… dame algo de tiempo, mantenlo entretenido —sus ojos volvieron a ser de color aqua. —con los pantalones puestos —su mano firmemente agarrada en mi muslo me hizo sentir dolor, el dolor de su agarre.
Cerré los ojos y el ahogo de tener la sabana en la cara me lleno y me senté en la cama de golpe mirando mi pierna.
Allí se veía el agarre de unos dedos, duro segundos en desaparecer, segundos que parecían eternos.
—¡estás loco?, ¡eso duele! —sabía que había usado ese dolor para atraerme de nuevo a mi cuerpo, pero aun podía sentir su gran mano y sus largos dedos sobre mi muslo.
La risa que resonó entre las paredes me hizo arrugar la nariz, poco después la puerta de la habitación se abrió y allí venia Federick con una bandeja y la comida dentro de ella.
—vaya. No tuve que despertarte —dijo con una sonrisa mientras el malestar general regresaba.
—aun no puedo levantarme —el me miro confundido. —quiero ir al baño —dije y sus cejas se elevaron, dejo la bandeja en la orilla de la cama y se acercó. Con temor me sujete a la sabana ¿aun el morado se vería?
La ansiedad subió a mi garganta hasta que el me saco de la cama cargada, pero mi muslo ya no había señal de la marca de Samuel. Solté un suspiro de alivio y Federick me dejo en el inodoro, se quedó allí parado mirándome, me tape con el brazo mis senos, sé que anoche él se encargó de casi arrancármelos y ese recuerdo me tenía tímida.
—¿Qué pasa? —pregunto con inocencia elevando una ceja.
—sal —dije haciéndole señas para que saliera del baño, el me miro con una sonrisa de medio lado. —¿Qué?
—anoche hicimos muchas cosas ¿Por qué ahora eres tímida? —sus ojos escaneaban mi cuerpo que por la diferencia de altura parecía intimidante.
—quiero un momento para mí, ahora sal —le dije apretando más mi brazo alrededor de mi pecho, justo donde el había clavado la vista.
—está bien, saldré. No tardes —camino a paso lento girándose cuando ya estaba en la puerta guiñándome un ojo, le saque la lengua y él se rio cerrándola puerta.