—odio esto —murmure despegando mi rostro de la tierra sacudiendo la misma de mi mejilla y cabello. Mire a mi alrededor y los guardias ninguno estaba alrededor, con suerte nadie vio.
—entonces… es un plan del enemigo de mi padre —me sentí ridícula al decirlo en voz alta.
Eso explicaba porque padre no había ido, pero ¿Cómo vinculaba eso a Federick?
¿lo estará obligando con alguna cosa?
En mi mente solo se vinieron la mujer y la niña de aquella visión, aunque solo habían sido hija y esposa terrenales, sus almas tal vez eran de hermanos o tal vez trascendieron juntos de alguna manera.
La sola idea me puso un poco triste, sabia de algunas personas de la edad media que unían sus almas hasta el plano astral y ahora…
Intente seguir uniendo piezas en mi mente. Nada surgía.
Tome la corona que había armado y regrese a la casa con la cabeza dándome vueltas. Mientras subía los escalones de cristal podía escuchar los zapatos de alguien detrás de mí.
Llegue hasta la habitación que compartía con Federick y los pasos seguían. Cuando me gire, no había nadie. Me senté en la cama acomodando las almohadas en mi espalda.
—¿Qué vamos a hacer? —susurre abrazando mis piernas a mi pecho.
Solo entonces Samuel se dejó ver.
—no podemos hacer nada, solo estar preparados para lo peor —resople y me deje caer de lado en la cama.
—esto da asco… ¿Cuánto tendremos que esperar? ¿hasta la boda? ¿después? —la idea me horrorizo, tal vez esté intentando usar a Federick y quiera hacerle daño en algún punto, las ideas volvieron a atormentar mi mente hasta que me levante de golpe recordando algo —¿espera hasta que tengamos hijos? —los ojos se Samuel se pusieron en blanco.
—no esperare tanto. No voy a dejarte en medio de todo esto. Retrasa esa boda cuanto puedas. —a pesar de su orden sabía que no podía retrasarlo demasiado, las cosas cambiaban cada segundo.
—está bien… hare lo que pueda —murmure y solo que quede mirando su rostro durando unos segundos.
—¿Qué pasa? —pregunto preocupado acercando su mano a mi cabeza.
—no, nada, solo… extrañaba verte —un tono rosa se apodero de su pálido rostro, mordí mi labio inferior cuando vi que desvió la mirada.
—solo tengo que dejarme ver de vez en cuando ¿eh? —intento sonar despreocupado y orgulloso levantando un poco la nariz y no pude evitar morder el labio inferior para no reirme.
Siempre que pasábamos por algo así, muy cercano a la muerte coqueteábamos como un par de idiotas.
—claro, no quiero olvidarte —dije coqueta haciendo que se sobresaltara.
Jamás tomaba la iniciativa de coquetearle, siempre cedía ante él y ahora, estamos aquí.
—Grecia… —fruncí el ceño cuando uso ese nombre.
—¿Qué pasa? —ladee mi rostro haciendo que el hiciera lo mismo.
—en serio, cuidate —asentí con una sonrisa mostrando mis hoyuelos.
—claro. Lo hare. —él se acercó lentamente hasta mis labios, el cosquilleo de su tacto fue completamente nuevo para mí. Por lo menos en mis labios.
Samuel había estado allí desde que era pequeña, con la cantidad de cosas que habíamos hecho, tanto de este lado como del otro, nos alejaron y ahora los mismos problemas nos estaban trayendo de vuelta.
Pasar la eternidad con él era entretenido.
Yo entrando en problemas y él… él cuidando que los problemas no vengan detrás de mí.
…
—¿te divertiste? —Pregunto mirándome de vez en cuando en la mesa.
—aprendí a hacer una corona de flores —dije feliz recordando la corona, la había dejado sobre la cama, así que él no la había visto.
—oh, genial —parecía genuinamente feliz de mi nueva actividad.
Las empleadas aquí hacían todo tan rápido y monótono que apenas me dejaban ver su actividad.
—si… y… ¿has pensado en la noche de pijamas? —pregunte mirándolo y viéndolo dejar de comer.
—sí, el otro fin de semana estará bien —dijo como si nada.
—¿no le dijiste a Don sobre los pijamas ¿verdad? —me miro de reojo y se inclinó susurrando.
—no. —me reí por su respuesta volviendo a comer.
La que se venía el otro fin de semana, sería el karma de Donatello.