—¿quieres ir? —pregunto con sorpresa Jaqueline.
La había llamado para contarle sobre la “fiesta”, pero una idea cruzo por mi mente demasiado rápido, era mejor decirle en persona mientras podía explorar otras cosas.
—bueno, aquel día fue un caos, quisiera ver la casa de día… si se puede —apreté el celular en mi oreja con fuerza, escuchando el silencio del otro lado de la línea.
—¡pues claro! No hay problema ¿paso a recogerte? ¿Fitzroy lo sabe? —suspire de alivio solo por un micro segundo. ¿decirle a Federick a donde iba no levantaría sospechas?
Tal vez mi silencio me delato porque escuche su risa del otro lado.
—no importa, igual lo sabrá, intentaremos escaparnos —susurro el final del otro lado de la línea.
—¿entonces espero por ti? —me reí relajándome un poco.
—bien nena, ponte algo cómodo, vamos a ir de exploración —asentí, aunque ella no podía verme.
—vale. —respondí con el mismo ánimo y apenas colgué el celular, como un maldito ninja apareció Donatello detrás de mí.
—¿con quién hablabas? —di un pequeño salto sintiendo una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo por el susto.
—joder, ¿quieres matarme de un infarto? —pregunte colocando la mano en mi pecho, inhalando mucho aire esperando que mi ritmo cardiaco bajara.
—eso sería un encanto —su sonrisa hizo que hiciera una mueca y diera un paso atrás.
—Jaqueline me vendrá a buscar, para pasar un rato en una casa que no sea esta —replique enseñándole el registro de llamadas, el solo lo vio y volvió a su estado serio. —no entiendo que te ve Jaqueline, siendo tan linda —dije desconsolada. —pobre, malgastando energía en alguien que no lo vale.
—eso mismo me pregunto yo —se cruzó de brazos viéndome como subía las escaleras, no pude soportarlo.
—pues le salvé la vida a tu jefe, pensé que eso ya era un bono —grite haciendo que las paredes me regresaran un pequeño eco de lo vacío que esta la casa.
—eso no cuenta. —grito de regreso. Federick no lo escucharía, tal vez concentrado en su trabajo en ese estudio al cual no podía entrar. Tampoco es que quisiera hacerlo.
—trata bien a Jaqueline, tienes mucha suerte —le grite esperando así terminar esta conversación que siempre acababa igual.
Después de aquella noche, no habíamos regresado a tener sexo porque le dije que estaba algo lastimada y necesitaba algunos días para volver a “hacerlo” y no estaba mintiendo.
Me llevo a una clínica y una doctora se lo confirmo, por los momentos tenía una excusa muy sólida para no volver a hacerlo.
Si no fuera por todo lo que ha pasado, tal vez me hubiera arriesgado a hacerlo con él más veces, esa era la maldición de tener una cavidad vaginal pequeña, solo para tamaños promedios, el maldito de Federick no era promedio y me sorprendió que pudiera sobrevivir a eso o incluso a Cenzo.
Gracias a esa noche, tengo un poco de más privilegios, pero no me atreví a desafiarlo, para hablar con Vincenzo o mi ex jefe. Espero que todo esto haya valido la pena para la empresa.
Cuando llegue a la habitación hice lo que Jaqueline me había pedido, me cambie de ropa por un par de jean negros y una chaqueta de cuero negra junto a una blusa blanca, me mire al espejo y solo se me vino a la mente la forma tan peculiar de vestir de Samuel quien siempre viste de negro, mientras más negro, más su piel pálida resalta, de alguna manera Jaqueline con su piel blanca y cabello completamente negro me recordaba a Samuel.
—¿se puede? —toque varias veces la puerta del estudio de Federick esperando que no se opusiera a que saliera, después de todo el quería que hiciera otros tipos de amigos y el trajo a Jaqueline hasta la casa.
—adelante —escuche su voz del otro lado y le saque la lengua a Donatello antes de abrir la puerta y entrar.
El lugar olía a libros, el perfume de Federick y madera.
—wow, que lindo —susurre con asombro acercándome a la mesa de su escrito con la mirada en toda la habitación.
—vaya ese estilo te queda bien —su alago me hizo escanearme agarrándome de la chaqueta.
—bueno, sí, tenía que intentarlo —me di una vuelta para que el mirara mejor, después de todo, necesito el permiso.
—¿vas a algún lado? —pregunto con una ceja elevada, mire hacia la puerta, era obvio que ya le había dicho a Donatello ¿Por qué no le había ido con el chisme? Entre cerré mis ojos juzgando a la puerta cerrada sabiendo que ambos estaban detrás de la puerta escuchando, Maxwell incluido.
—llame a Jaqueline, me invito a su casa, no quise decirle lo que... ya sabes, por teléfono —susurre lo último acercándome a su escritorio y el solo sonrió asintiendo y mirando hacia la puerta.
—bueno, está bien. Puedes ir. Regresa para la cena —di un saltito de alegría y comencé a dirigirme a la salida solo para ver la cara de Donatello, su ceja fruncida solo me hizo seguir mi camino con la frente en alto, el que no se lo dijera era una prueba para mí, ahora que la había pasado tal vez se sentía frustrado.
Espere en la sala hasta que el sonido fuerte del motor de un auto me hizo levantarme de golpe sujetándome la correa de un pequeño bolso; me acerque a la puerta y ella solo hizo sonar el motor del auto haciéndolo rugir como si esos autos no tuvieran claxon.