Recuerdos de una pandemia

Capitulo 40

La puerta se abrió con un chirrido mientras Maxwell entraba y nosotras esperábamos a que el diera la señal. Apenas lo hizo unos eternos minutos después. Solté un suspiro y caminé primero, la casa estaba a oscuras, apenas con leves luces entre las cortinas.

—¿y la electricidad? —apenas termine de pronunciar esas palabras las luces se encendieron como si tuvieran algún comando de voz, el pasillo alargado antes de entrar al salón se veía oscuro.

—wow, lo juro, no fui yo —Jaqueline levanto ambas manos y de alguna manera la puerta se abrió más con una fuerte brisa fría, demasiado fría para ser una brisa normal.

Nos empujó a ambas por el camino mientras las paredes estaban aún llenas de sangre, pero el olor del lugar solo era como oler libros viejos.

—¿esta embrujada? —dijo Maxwell con el arma apuntando al suelo, mirando el salón principal. Yo me pare a unos metros de él viendo como el lugar parecía tener aun cristales rotos, cuadros faltantes y ojos, la sensación de una mirada en algún punto de la habitación era persistente en mí.

—pues… así parece —Jaqueline se me colgó del brazo tan fuerte que pensé que me cortaría la circulación.

Los sonidos de pasos en la planta alta nos hicieron poner a ambas detrás de Maxwell, aunque claramente fui arrastrada por Jaqueline.

—¿segura que aquí no hay nadie? —la pregunta fue un susurro mientras Maxwell apuntaba con su arma a la planta alta.

—solo un loco podría arriesgarse a entrar —susurro Jaqueline para luego cubrirse la boca esperando no soltar un grito.

Los pasos se hicieron más claros como si alguien se fuera a asomar en el balcón de la planta alta y que fue así, una mujer vestida de criada estaba en la parte alta; todos soltamos un suspiro de alivio, pero le eche una segunda mirada y su rostro fue completamente familiar.

—es extraño, los de servicio no vesti-an.asi —las palabras comenzaron a morir en la boca de Jaqueline cuando se compartió una mirada preocupada con Maxwell.

—no griten. —les dije quedándonos completamente quietos.

La temperatura de la casa bajo tanto que de nuestro aliento salió vapor.

—disculpa, criada! —le dije en un tono informal a lo que ambos me miraron con horror, pero yo no había despegado la vista de la mujer quien detuvo su andar.

—¿Dónde están mis padres? —pregunte con calma, como si de verdad ella estuviera viva y fuera mi criada.

Por un segundo ella se giró y sus ojos me miraron, me examinaron, vi cómo se sorprendió y luego comenzó a correr.

—¡espera! —grite corriendo hacia las escaleras mientras Jaqueline me gritaba y corría detrás de mí.

Escuche la puerta principal cerrarse de golpe, pero no me detuve, seguí subiendo las escaleras hasta que llegamos a la planta de arriba y como si fuera alguna película, la parte superior se volvió completamente clara, mire a mi espalda y el lugar estaba lleno de muebles.

—¿Qué cara-

—vamos chicas, es hora —la voz clara de una mujer provenía de una de las habitaciones.

Me gire para ver si Jaqueline me seguía, pero no había nadie.

Estoy sola.

Una puerta de una de las habitaciones se abrió y un grupo de niñas de varias edades salio disparada hacia la otra dirección, solté un suspiro sin saber si ellas podrían verme, pero solo una se quedó parada en la puerta, mirándome apenas.

—¿Qué sucede? —hablo la misma voz adulta de una mujer quien salió de la habitación y se quedó mirándome, solo entonces me di cuenta que ellas dos si podían verme.

—ve a jugar con tus hermanas —insto a la niña y la pequeña con dudas se marchó.

Sus cabellos castaños me resultaron inquietantemente familiares, pero el rostro de esa mujer, me parecía aún más familiar.

—¿Cómo llegaste aquí? —pregunto con dudas, ladeando su rostro mientras se acercaba.

—yo… ¿puedes verme? —pregunte sintiendo un nudo en el pecho y en la garganta.

—tan claro como el cristal —dijo ella aun con dudas, se quedó mirándome a solo un metro de distancia.

—¿eres… la dueña de aquí? —dije como tonta señalando la casa.

Sus ojos siguieron mirándome como si pudiera ver a través de mí.

—sí y tu claramente no eres de por aquí —dijo señalando mi ropa con su dedo índice.

—si bueno, no sé cómo llegue, pero… sé que ustedes pueden ayudarme —mi corazón latía muy rápido.

—querida. Alejate de ella —la voz que vino de las escaleras no era la de Maxwell, pero el recuerdo que intente mantener bajo el agua resurgió como un rayo, partiendo mi corazón en dos.

—calma, querido, solo está asustada —lo vi ocultar su mano detrás de él, tal vez invocando alguna cosa, solía hacer lo mismo.

Me mantuve quieta en mi lugar ahora mirándolo, mis piernas parecían clavadas al suelo, mientras que mis ojos se llenaban de lágrimas.

El único recuerdo que tengo de él es…

—papá —escapo de mi boca un sollozo tan doloroso que la presión en mi pecho fue liberada, convirtiéndolo en lágrimas calientes mojando mis mejillas y nublando mi visión.




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