Trecientos años en el pasado, primavera.
—¿papá? —pregunto la mujer viendo que claramente la extraña vestida con pantalones seguía llorando y abrazando al hombre.
—se-señorita, no sé qué… pretende, pero- No soy tu padre —la aparto de él sujetándola de los brazos, la chica solo se limpió de nuevo frenéticamente los ojos quitando las lágrimas de ellos. —a-amor, lo juro, no sé de qué está hablando. —el hombre se veía ligeramente nervioso intentando buscar una explicación.
—no, no… entiendo perfectamente. —la mujer se acercó a la extraña y la tomo de las mejillas. —está bien querida, calma y mirame a los ojos —pidió con suavidad haciendo que la chica parpadeara varias veces y aspirara por la nariz, tragando con dificultad.
—en serio querida, no se- —la mujer no le prestó atención, en cambio miro directamente a los ojos a la mujer y se dio cuenta porque su hija menor la había visto.
—oh, querida… —sus ojos se llenaron de lágrimas mientras su esposo miraba con atención a la interacción de su esposa y la mujer.
Notando las similitudes entre ambas, tenían casi la misma edad y la misma estatura a diferencia que la recién llegada tenía un olor dulce que desprendía de su cabello.
—mamá… —dijo ella con la voz quebrada y la mujer la abrazo con fuerza.
El hombre dio un paso atrás visiblemente afectado.
La joven mujer frente a ellos, era una de sus hijas menores.
…trecientos años en el presente…
—oye ¿Por qué se fue la luz? —grito Maxwell cuando la esfera que sobrevolaba su cabeza se desvaneció rápidamente.
El frio del piso regreso obligándolo a abrir las pesadas cortinas llenas de polvo.
—¡Jaqueline! —grito, pero nadie contesto.
Con un mal presentimiento salió de la habitación, buscando entre los pasillos rotos y cubiertos de sangre seca, esperando encontrar a alguien, pero solo sus pisadas fuertes eran el único sonido que albergaba la mansión.
—ahora si quiera que apareciera uno de esos fantasmas —murmuro para sí saliendo de la casa al jardín perfectamente cuidado.
Emitió un silbido estridente, solo uno, largo y sin pausa, cuando termino, se quedó en silencio esperando que del bosque apareciera algo; pasaron los minutos hasta que el movimiento de ramas moviéndose lo puso en estado de alerta y con la mano en el arma enfundada en su torso se quedó esperando.
La figura de una mujer de piel pálida sobre un caballo blando y de vestiduras doradas se detuvo para mirarlo.
—¿Qué paso? —cuestiono con tono autoritario.
—la casa. —señalo hacia la mansión quitando la mano de su arma. —se tragó a Ahmed y luego a Raquel. —la mujer miro con horror hacia la casa.
—¿hace cuánto? —se bajó del caballo caminando hacia el hombre.
—unos veinte minutos —respondió mirando hacia la casa, como si hubiera alguien mirándolo.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —levanto su vestido subiendo los escalones, sus cabellos dorados al viento dejaron al descubierto sus orejas puntiagudas la hicieron detenerse un momento para luego seguir.
—hasta que el sol baje —murmuro caminando detrás de la mujer. —mi señora, lo siento mucho, no sabía que-
—es obvio que no sabías, Max. Tenía que haberte advertido de esto antes. —miro hacia dentro de la puerta antes de siquiera entrar. —pero las cosas se complican a cada segundo. —murmuro tomando el pomo de la puerta y esta reacciono emitiendo un destello dorado.
—¿Qué… qué fue eso? —pregunto Maxwell mirando como la casa ahora estaba cubierta de una especie de brillo dorado.
—alguien encanto la casa… —murmuro con rencor despegando su mano pálida de la puerta.
—¿sabe quién pudo ser? —pregunto curioso Maxwell tocando la madera de la puerta que a su tacto solo era madera.
—alguien que quiere agregarle una raya más al expediente de Ahmed, claro está —ambos voltearon a mirar al recién llegado que se mantenía al lado del caballo acariciándole la nariz.
—tardaste tanto —murmuro con desagrado la mujer de cabellos dorados, girándose para mirar a Samuel, quien se mantenía con una sonrisa de medio lado.
—tenía unas cosas que buscar —saco de su abrigo una pequeña bolsa.
—¿traerá de vuelta a Raquel? —pregunto con duda y sospechas hacia el hombre.
—a ambas, en realidad, solo necesito una prenda de cada una y el sitio exacto donde está el sello. —sus palabras fueron dichas con rectitud, su mirada decía que no debía haber ningún margen de error.
—no podemos entrar. —intento explicar y Samuel soltó un suspiro largo, había temido que así fuera, pero había un plan armándose justo frente a ellos.
—nosotros no —miro a Maxwell —él sí. —le lanzo la bolsa y este la tomo mirando la pequeña bolsa aterciopelada de color negro. —busca a dentro dos velas del mismo tamaño, sal y encendiéndolas en medio después de atarte a cada una un objeto de ellas. —cuando termino de explicar el hombre se giró para ver a la mujer a su lado y esta asintió.