Recuerdos de una pandemia

Capitulo 44

—duendecillo… ¿estás bien? —él se acercó a Grecia visiblemente preocupado, viendo como está ahora vestía un simple vestido de flores que se le veía peculiarmente apretado.

—sí, bueno, ensucie mi ropa y —Grecia solo aliso la falda de su vestido corto intentando que en la parte de atrás no se lograra ver nada.

—está bien, solo… hace verte —los ojos de Federick fueron directamente hacia el escote de Grecia y esta coloco su mano con incomodidad sobre sus pechos.

—iré a cambiarme, siento que si respiro un poco más lo romperé —bromeo y corrió hacia las escaleras, cerrando la puerta a sus espaldas y entrando al closet quitándose el zipper del vestido.

es mejor que te hubieras quedado en casa —la voz de Samuel sobresalto a Grecia abrazándose a su cuerpo, entrando más al closet.

—¿quieres matarme de un susto? —susurro ella soltando un fuerte suspiro, Samuel se rio.

lo siento, pero eso no quita que debas salir de aquí —Samuel se cruzó de brazos.

Había desaparecido apenas la mansión embrujada se había desvanecido dejando a todos a su suerte, incluso la Reina había desaparecido.

—¿no afectara que nuestras cosas se hayan quedado en ese lugar? —cuestiono Grecia pensativa mientras tomaba la ropa y se vestía de espaldas a Samuel, quien ahora estaba parado justo detrás de ella, sin ser capaz de tocarla.

tranquila, ellos no se arriesgarían de esa manera —sentencio Samuel con calma, justo detrás de su oreja.

—bueno, entonces… solo seguiremos actuando ¿no? Esperando —él la miro con dudas, frunciendo sus cejas en silencio. Grecia solo parpadeo varias veces seguidas.

no podré quedarme aquí y… Max es un incompetente —Grecia salió del armario poniendo los ojos en blanco, sentándose en el borde de la cama colocándose las sandalias.

—no es culpa de Maxwell. Nadie podría saber que eso estaba allí —respondió con sinceridad poniéndose de pie hasta que las fuertes pisadas de alguien afuera los hizo girar a ambos, los golpes en la puerta le dijeron que no era Federick.

—¿si? —hablo alto conteniendo el aire en sus pulmones.

—el señor la espera para cenar —la voz de Maxwell se escuchó del otro lado y Grecia solo suspiro.

—enseguida voy —grito y miro a Samuel a los ojos. —estaré bien, no te preocupes. —intento tocarle la mejilla, pero esta se quedó sintiendo el aire frio.

—bien, llamame si es urgente —Grecia asintió y la silueta de Samuel desapareció poco a poco.

Soltó un suspiro y avanzo hasta la puerta encontrándose con Maxwell quien miro extrañado hacia dentro.

—vamos —el hombre solo sacudió la cabeza y comenzó a avanzar detrás de Grecia volviendo a mantener su fachada serena.

Una vez en el comedor Federick la volvió a mirar con sospecha de pies a cabeza, forzando una leve sonrisa que intento pasar por una mirada de cariño.

—vaya… estas muy callada —murmuro Federick luego de meterse otro bocado haciendo que Grecia siguiera comiendo; la realidad era que no había comido nada después de aquel viaje al pasado, aun preocupada por haber vuelto a ver a su familia y una versión mucho más joven de ella que apenas y recordaba.

—es que… esto está bueno —respondió con la boca llena tomando la copa dando un trago hondo, no sabía porque su estómago se sentía tan vacío.

Hubo un largo silencio durante el resto de la cena hasta que llego el postre y Grecia soltó un largo suspiro.

—entonces ¿no piensas contarme? —pregunto con impaciencia Federick sin tocar el plato frente a él.

Grecia por su parte parpadeo varias veces con incredulidad.

—¿Qué quieres que te diga? solo me metí un putazo y arruine mi ropa —Grecia se encogio de hombro tomando un trozo de pastel con el pequeño tenedor.

—¿un qué? —Federick se veía incrédulo ante las palabras de Grecia, solo después de unos segundos ella pareció darse cuenta de su error.

—me di un… fuerte golpe contundente en el pie que me hizo caer sobre mis pies arruinando mi ropa —la respuesta completamente seria casi robótica de Grecia hizo que las comisuras de los labios de Federick se elevaran.

—¿contundente? —pregunto apoyando los codos en la mesa con una sonrisa ahora juguetona.

—no me lastime mucho, Fede —Grecia mantuvo la calma relajándose, intentando controlar el ritmo de su corazón.

—mejor vamos a que un médico me diga eso —se recargo en el espaldar de la silla y Grecia no mostro ningún signo de alerta, solo suspiro y siguió comiendo hasta limpiar con su dedo el plato. —¿podrías no hacer eso? —la mujer sonrió.

—lo siento. Malos hábitos —se disculpó a medias y se levantó.

Se encerró en el baño de servicio durante unos largo minutos mirando su rostro lleno de pánico en el reflejo del espejo. No queriendo ni decir una sola palabra que la delatara.

Esa misma noche supo que debía haberle hecho caso a Samuel cuando este le sugirió desaparecer.

A su lado en la cama Federick tuvo el sueño completamente profundo, completamente ajeno al caos que se desataría cuando la ilusión que Samuel y la reina del bosque crearon para hacerles creer al ángel trono que lo que había echo en la mansión Budriolli seguía allí.




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