—¿ven aquí? Tu- pequeño hijo de- —los gritos e insultos de a medias de Jaqueline me hicieron reír mientras perseguía a un pequeño de orejas puntiagudas entre el jardín lleno de flores y arbustos altos que hacían que solo se viera Jaqueline persiguiendo solo… algo.
Solo vi regresar a Jaqueline como si estuviera huyendo de algo y no pude evitar escupir mi te viendo como le lanzaban algo esponjoso y ella huía cubriéndose.
—nunca pensé ver esto de nuevo. —gire rápidamente mi cabeza hacia la reina.
Pude recuperar mis recuerdos de ese momento.
La versión más joven e infantil de una reina del bosque fue lo que conocí, una vez hace mucho, mucho tiempo. Cuando ella se enteró que estaría por la tierra de nuevo fue mucha casualidad que fuera una de sus nietas.
—la paz nunca reina para siempre —de mi boca salió esas palabras tan rápido que l amire con arrepentimiento, pero ella solo sonrió y asintió.
—pero nunca hay que estar alerta todo el tiempo —respondió ella y solo me recosté en la silla echando la cabeza hacia atrás.
—sí, mejor… miremos la pequeña rebelión —dije mirando a Jaqueline luchar en una guerra con demasiados niños haciéndole cosquillas hasta derribarla en el suelo.
—bueno, es una buena práctica ¿lo recuerdas? —pregunto ella mirándome con esos ojos claros llenos de esperanza.
—si —me reí recordando ese pequeño momento en el pasado.
La reina era una pequeña revoltosa, estuvo perdida llegando justo en un muy mal momento donde una cantidad de demonios se habían escapado y necesitábamos eliminarlos y ella estaba en medio.
Salve a la pequeña y la regrese con sus padres y desde entonces cree un lazo de gratitud con ella, no solo por salvarla sino por salvarme, mis heridas tambien eran críticas y practicar la magia del reino humano no era algo que yo practicara en ese entonces, solo la había estudiado.
—aunque aún no me llevo bien con los tuyos —volví a soltar un suspiro, esta vez pesado.
Es entendible, el reino celestial ha cambiado mucho estos últimos siglos, hay tantas reglas y restricciones que es difícil saber seguirle el ritmo, pero todo sea por mantener el orden entre los reinos y los universos.
—si… si llegas a escuchar cualquier cosa, avisame con alguno de mis chicos, no dudare en venir —ella pareció sorprendida y lo dudo un momento antes de tomar mi mano apretándola con fuerza.
—ten cuidado, Grecia —yo bese su mano y pegue sus nudillos en mi frente.
Solo así cerramos el acuerdo y me desvanecí.
Cuando abrí los ojos seguía en mi cama, en mi casa.
Me asome por la ventana viendo el paisaje de montañas verdes y un cielo azul despejado.
Hace un par de años que Jaqueline dejo a cargo a sus “familiares”, de los negocios del apellido Quinlan.
Me había mudado lo suficientemente alejada de todo el caos que había sido Federick e incluso del resto de las personas por las que había aceptado ser la señora Fitzroy, gracias al cielo que eso jamás llego a pasar.
Jaqueline había logrado que me dejaran en paz con respecto a ello diciendo que tenía amnesia, después de todo, solo fui una víctima, no había cámaras ni testigos, nada, solo yo.
—¡Papá! ¡Mami despertó! —grito la voz de una pequeña desde afuera de la habitación, sonreí a medias escuchando los pasos fuertes de él.
Cuando la puerta se abrió, el me quedo mirando con una sonrisa.
—buenos días dormilona —su tono juguetón solo me hizo sonreír y estirar mis brazos.
—buenos días —susurre, viendo a la niña acercarse y estirar sus brazos hacia mí, la cargue por inercia y ella me abrazo del cuello. —¿Por qué estas cubierto de harina? —pregunte viendo a mi ahora compañero de vida sonriendo con vergüenza mientras se peinaba el cabello hacia atrás, el cual estaba atado con una coleta.
—bueno, que te puedo decir…
—a papá la harina le exploto en la cara —lo delato su propia hija y lo mire sorprendido, tenía el delantal blanco por la harina y la cara apenas limpia, al ser de piel bronceada, un tono más bajo que yo es obvio toda la harina.
—oh, Nylo… —me burle sin poder evitarlo. Acercándome para ayudarlo a quitarse la harina de la cara.
—¿Qué puedo decir? Ella me ataco —le pellizco la mejilla a la niña en mis brazos y esta solo se quejó.
—ya niños, no peleen —hable con tono un poco autoritario y la niña sonrió triunfante, mientras su padre se alejaba con los ojos entrecerrados.
—te veré abajo, pitufa —dijo como amenaza.
Una amenaza vaciá e infantil, algo propio de ambos.
Cuando estaba rompiendo lazos con todos, incluso en redes sociales, apareció él, pensé que estaría bien no perder tantos contactos y fue la mejor decisión de mi vida.
Nylo había viajado desde el otro lado del mundo para estar conmigo y las cosas se dieron muy fáciles. Eso no quería decir que yo no tuviera cuidado, muy dentro de mí me sentía culpable por haberle averiguado la vida entera y sus verdaderas intenciones, aunque dudo que se hubiera dado cuenta siquiera de hasta el test que le hice para saber si era buen padre.