Recuerdos Del Ayer

CAPITULO 1

Hoy me levanté con un ligero malestar en la cabeza. Me quedé un rato más en la cama; levanté las cortinas, abrí las ventanas. Ya llevaba varios días sin ver el sol. Comí lo primero que encontré en el refrigerador (sin ganas) y me apresuré a empacar y a tener todo en orden para el día siguiente. Encendí un cigarrillo.
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> Mientras fumaba, veía por mi ventana a los vecinos. Con muy pocas veces crucé palabras: unos paseaban a sus perros, como era habitual; otros iban a trabajar, seguro en empleos que odiaban, y otros salían a correr. Yo solo observaba con ojos agotados.
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> En días anteriores me había consumido una fuerte sensación de culpa. Cometí un acto que no sé si fue impulsivo o sensato: renuncié a mi trabajo, no le contesté más llamadas a mi jefe ni a mis amigos. Ya hace días que vendí mi apartamento y muchas de mis pertenencias.
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> No voy a mentir, siento una fuerte nostalgia de abandonar este lugar en el que había vivido por más de veinte años, pero la verdad es que anhelaba irme ya desde hace tiempo.
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> Al rato fui a tirar unas cosas junto a la basura. Mientras bajaba las escaleras del edificio, la gente comentaba: ¿a qué hora abrirían el estadio?, ¿a qué hora empezaría el juego? Salí del edificio y noté que había un gran cartel puesto en la entrada, anunciando que justamente ese martes habría un partido de fútbol entre dos equipos rivales. Sinceramente, no me emociona el fútbol y no le di importancia.
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> Entre subir y bajar las escaleras me encontré a María, mi vecina de al lado, una señora que se había mudado hace ya unos años. Venía subiendo despacio, sujetada del pasamanos, como si su cuerpo le pesara el doble ese día. Había perdido a su hija hacía poco, por culpa de una enfermedad que los médicos no pudieron curar. Solo la miré y ella me asintió con la cabeza y con una pequeña sonrisa un poco forzada.
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> Hace dos días me había enviado un mensaje invitándome al velorio, que caía justo ese martes a las cuatro de la tarde, en casa de su madre.
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> Me acosté en la silla que está junto a la ventana de la sala. No pude evitar pensar en el viaje del día siguiente. Pensé que era un tonto por querer volver al inicio de mis capítulos, preguntándome qué hubiera sido, viendo la historia desde muchas otras perspectivas. Mejor encendí otro cigarrillo.
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> Esa tarde hacía bastante sol, un sol tremendo. Sentía cómo me derretía en el traje negro que llevaba puesto.
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> Llegué a la dirección que me habían dado y vi el auto de María estacionado en una casa bastante grande. Primero pensé que era un tipo de mansión o que eran gente de mucho dinero. Pasé hacia el patio. Noté que había muchas sillas organizadas unas detrás de la otra y, al frente, el ataúd con el cuerpo de la niña, que tenía un juguete en sus manos. Estaba puesto en una base elevada con unos arreglos hermosos.
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> Vi a María con unos cuantos de sus familiares, acompañándola, sentada en una de las sillas de adelante. Me acerqué y le di unas flores que le compré antes. Me miró con esa sonrisa forzada, otra vez, como buscando consuelo, y me dijo: "Gracias por venir", sin emoción.
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> Me senté en una de las sillas de hasta atrás, callado.
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> Ella se levantó, vio a su hija y le acarició el cabello, pero su mano temblaba como si tuviera frío. Ver a María sufriendo me hizo pensar en mi madre. El velorio fue corto y callado. El ruido de los columpios moviéndose sin haber mucho viento lo hizo peor.
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> Sin embargo, el ruido de la ciudad esa misma tarde fue distinto. El cielo empezó a oscurecer al rato de que me fui. Cuando volví, ya estaba bastante oscuro, anunciando una tormenta con unas pequeñas gotas que caían.
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> Me quité los zapatos y me tumbé en mi cama. Desde la calle se escuchaba todavía el rumor del estadio. No entendía por qué tanto alboroto por eso. El silencio en mi pequeño apartamento se sentía más grande de lo normal esa noche.
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> Pensé en llamar a mi madre, pero no me atreví. Siempre decía que yo exageraba. Me quedé un rato frente al teléfono, pero decidí que no era buena idea; no la llamé. Me quedé sentado al borde de la cama y encendí otro cigarro.
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> Me convencí de que lo haría al día siguiente. Mientras tanto, afuera la gente aplaudía y gritaba por un gol que no vi. Apagué la luz, sin entender todavía por qué... algunas cosas empiezan a perderse mucho antes de aparecer.



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En el texto hay: misterio culpable

Editado: 12.12.2025

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