Recuerdos Peligrosos | Libro 2

1

Luego del alta y de pillar los calzoncillos de Eli en la cocina, había terminado de instalarme temporalmente en casa de estos dos idiotas.

―¿Ves cómo nos llevamos bien? ―Eli suspiró animado―. Incluso me has aceptado, a pesar de ser el compañero del psicópata, digo, de Merri; y me dices Eli.

Él parecía animado con mi supuesta aceptación.

Lo miré sonriendo de oreja a oreja―. Algo así ―murmuré manteniendo esa mueca.

Solo le digo Eli porque no hay hombre al que se le llame así, y solo puedo pensar en algo cada vez que veo su peinado al mismo estilo de cierto mamut: ‘Eli’ de la ‘Era de Hielo 2’.

Eli, Eli, Eli.

―En serio, no sé por qué debería sentirme mal por ese gesto ―dijo él, sospechando de mis más frívolos pensamientos que se reflejaban en mi sonrisa de oreja a oreja.

―Elias, desinfecta y clasifica mis cosas.

Bags ingresó apurado y comenzó a quitarse las cosas que llevaba encima, su arma reglamentaria, la billetera, las esposas, un par de navajas.

¿Paquete de condones? ―exclamamos al mismo tiempo Eli y yo.

Bags nos miró y estiró los labios de oreja a oreja.

Eso sí que es una sonrisa de psicópata, pensé aturdida.

―Olvidé que eran pareja, es más, los dejaré para que se pongan al día ―Me urgía conseguir un departamento, casa o lo que sea lo más lejos posible de Merri, ese sujeto ya comenzaba a acosarme a causa de nuestro infortunado pasado juntos, el cual seguiré negando en nombre de la auto conservación.

Mis padres tampoco ayudaban, papá aprovechó para remodelar el chalet dejándolo fuera de mi alcance al menos por unos meses.

¡Ojalá pudiera decirle la verdad!

Bags comenzó a quitarse la correa―. Margot, existen cosas que no podría explicarte porque no las entenderías, son cosas… de compañeros ―dijo solemne, y continuó mirando a Eli con esa sonrisa de psicópata.

― ¡Hey! Que soy un hombre, no puedes decir esas cosas ―soltó Eli, me miró nervioso―. No somos compañeros, digo, somos pareja de policías ¡Maldición! ―Eli lloraba porque no sabía cómo explicarlo, sentí un poco de pena por él.

―Amo. ¿Quiere que los filme? ―consulté en mi modo rol―. Tengo la cámara lista. ―Si mi celular contaba.

Y Bags no se quedaba atrás―. Mascota, no será necesario, podrías participar también, limpiando todo después.

No sabría decir si lo decía por lo de sus cosas o luego de que acabara de hacer lo que sea que planeaba hacer con o sin Eli.

― El ácido muriático es el mejor, amo; se lo puedo aplicar encima ahora mismo ―contraataqué.

―Prepararía bien la carne, pero no hablamos de eso aún, Margot.

―¿De qué diablos hablan? ―Eli se estaba aterrorizando otra vez de nuestros diálogos. Bags aprovechó para perderse por el pasillo, con rumbo al baño de su habitación.

Ambos lo miramos pensando en diversas maquinaciones y Eli se quedó frío, cogí la curiosa cajetilla por mera curiosidad y hurgué en el interior.

― Dime que no son a granel ―murmuré con gracia, mientras sacaba un paquetito de látex blanco, parecía un capullito de araña, Eli me imitó vaciando la caja entera como el torpe que era; recién noté que algunas de las cosas de Bags tenían manchitas de agua sucia salpicadas encima y estaban mal olientes.

¿Nadando en el drenaje?

Desenrollé el paquetito con curiosidad, ignorando mi anterior descubrimiento.

― O tiene 5 cañerías o se ahorra con el ‘cinco en uno’ ―murmuré divertida.

Eli se comenzó a reír de mi comentario mientras yo seguía examinando el guante de látex.

― ¿Qué haces con estos guantes Bags? ―Le grité esperando alguna respuesta, sorprendentemente eran casi de mi talla y muy cómodos, tenían una textura única.

¡Lo que es obvio, mascota! ―Es sorprendente como alcanza su audición en ciertos casos.

―Eli, las cañerías de Bags ―murmuré divertida.

Había enguantado mi mano y empecé a mover mis dedos. Eli se cayó al suelo de tanto reírse.

Cuando Bags salió del baño, solo llevaba una toalla enrollada a la cintura, el resto de su cuerpo estaba perturbadoramente mojado y muy excitante, aunque su expresión de desconcierto se me antojó divertida.

― No hay toallas desechables, ni jabón humectante, no sé qué rayos es lo que ocupa el lugar del antibacterial.

Eso era una queja; no admitiría que había escondido el resto. Me daba pánico el tan solo ver toda esa clase de cosas para una sola persona, en un solo duchazo, es criminal, digo: ¿Jabón antibacterial, humectante y de bebé?

Sonreí perversamente―. Que mala suerte, Bags, deberías utilizar las toallas de vez en cuando, así como lo haces ahora.

Él se me acercó solo para acariciar mi cabeza, quise morderlo, pero apartó la mano a tiempo.

―Iremos de compras o no sobreviviré.

Me despeinó en venganza.




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