Recuerdos Peligrosos | Libro 2

5

Tres días después de la desaparición de Merri Bastien.

Me preparaba para ir a ver a mis padres; admito que, sin Bags, la casa era de espanto y no me sentía muy segura, mi teléfono había dejado de funcionar dos horas después de que ese estúpido desapareciera del radar, su GPS no funcionaba y había sido justo a la altura de la zona industrial.

Valga decir que es una zona muy pero muy grande, había un equipo buscándolo, mientras el resto se había atrincherado en la casa conmigo, solo puedo agregar que la universidad era mi última preocupación; por suerte, mi sola presencia ayudaba a mejorar mis calificaciones, porque no tenía cabeza para nada más.

―Gracias Connor y no te preocupes, solo voy a deambular hasta que Eli venga por mí ―aseguré. Habíamos almorzado mientras el segundo al mando se encontraba pululando de la comisaría a la casa.

―Chiquita, no te preocupes, no es la primera vez que pasa, seguro está armando un gran jaleo con sus nuevos juguetes y algún pobre miserable.

Connor no me ayudó en absoluto con esa frase, pensar que Bags estaba interrogando a alguien me enfriaba la sangre, sus métodos no eran para nada saludables.

Pasé por la habitación de Bags, ver su edredón sin cambiar era muy extraño, tenía uno para cada día de la semana, que iba a juego con las sábanas y fundas, aspiraba el colchón y las almohadas una vez por semana, me obligaba a hacer lo mismo. Ver el edredón del miércoles no era normal para un sábado.

Las cosas de Bags son realmente sencillas, un armario de cedro de cuatro puertas y dos cajones al centro, un escritorio de vidrio negro templado en una esquina, dos mesas de noche al lado de una cama de dos plazas que estaba sobre una alfombra redonda de peluche negro, que sería de unos tres metros de diámetro, o algo así.

Esto último me resultaba peculiar. Cada semana la lavaba al seco y la aspiraba con metódicos pasos.

Dejé la alfombra en paz y comencé a hurgar entre los cajones de las mesas de noche―. Sí, claro, solo para guardar tus guantes ―murmuré al descubrir un par de cajas de condones con nombres raros― ¿Espuelas, retardante? ―Este sujeto es un pervertido.

Cerré el cajón y me dirigí al armario―. Wow ―exclamé.

Sus armas me daban la bienvenida, tenía de todo tipo y tamaño, las taser también, me cogí un par y una tobillera, luego de enfundármelas, cerré el armario y empecé a fisgonear en las otras divisiones, tenía muy buena ropa, aunque siempre andaba con ropas oscuras y pantalones casuales. Nunca lo había visto con el pulcro uniforme de policía que descansaba dentro de un protector, tenía medallas también; verlo por video no contaba.

El aroma a canela y clavo de olor me indicó que prefería ese antipolilla natural a la naftalina.

― ¿Qué le habrá pasado a este sujeto? ―De flaco, desaliñado y sucio, a un tío muy bien formado, con un TOC de limpieza y medio psicópata; me sentí un poco entumecida, por lo que decidí darme una siesta, la cama se veía atractiva, así que no repuse en peros y me recosté, el olor a Suavitel me ayudó a dormir.

Me desperté de un brinco cuando escuché que cerraron de un tirón la puerta principal de la casa, salí de la habitación de Bags toda desaliñada y me encontré con Eli en el pasillo, tenía en la cara una expresión esperanzada hasta que me vio.

― Oh, Margarita, pensaba que Merri había vuelto y que mis sospechas eran en vano ―Su comentario no me agradó mucho.

― ¿Qué sospechas? ―Si me decía que Bags se había largado a jugar cosas pervertidas con alguna lunática, juro que yo misma lo asesino. Preocuparme por nada ya es el colmo.

―En la zona industrial parece haber cierto movimiento, lograron ubicar el auto de Merri en un callejón dentro de ese lugar, tengo que ir a ver si dejó alguna pista en el auto ―dijo cansado, yo me lo quedé mirando―. Si alguien que no sea yo lo revisa, podría explotar o algo peor.

Esa era otra cuestión de Bags, nunca se sabía si algo iba a volar por lo aires, me estremecí al recordar que había metido las manitas en la boca de lobo y había salido ilesa de milagro.

―Debemos irnos ahora ―dijo apurado, me cogió de la mano antes de llevarme a la entrada de la casa.

― Espera, no puedo ir contigo ―dije preocupada, y era cierto― ¿Y si Bags aparece y me ve por ahí? Mira, yo sé que eres policía y todo eso, pero entre nos, Bags me da más miedo que una banda de asesinos. De esos sé qué esperar, de Bags no tanto.

Él era sobreprotector cuando se lo proponía y tenía órdenes estrictas de quedarme en casa. No quería terminar en casa de Rob por la fuerza. Eli negó con la cabeza.

La última vez que me escapé con Brunell, mi compañero silencioso de las travesuras, casi terminamos orinándonos de miedo cuando Bags nos pilló tragando pizza de carretilla.

Literal, nunca más.

―Tus padres están de camino y los muchachos deben partir a otro lado, hay algo que deben ver en el río ―murmuró Eli sombrío, me quedé de piedra―. Diablos, no debí decir eso, Margarita lo siento, pero sea lo sea que haya en ese auto, es la única pista que tenemos de él, y me temo que podría ser lo último.

No quería escuchar esa frase.




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