Recuerdos Peligrosos | Libro 2

6

Una explosión detrás de mí me estremeció, al punto de hacerme tropezar y casi caer al suelo.

O Eli había utilizado algo de armamento pesado o el auto de Bags estaba implicado en el asunto, sólo podía rezar a mis adentros para que él estuviera bien, seguí corriendo en busca de alguna tienda o personas, lo que sea que tuviera acceso a un teléfono. ¿Cómo había podido haberme olvidado el celular? Y luego recordé que el maldito aparato no servía, salvo como separador de libros o tranca puerta.

Llegué hasta el final de la calle que se dividía en dos caminos, tomé el de la derecha porque no recordaba por cuál entramos, creía haber visto ese portón azul al pasar…

― ¡Margarita!

Reconocí esa voz al instante.

― ¡Val! ―Era uno de los chicos, por eso Eli me había enviado aquí― ¡Val, debes enviar refuerzos con Eli, debemos volver y ayudarle o lo matarán! ―exclamé temblorosa, estaba al borde de las lágrimas. Mi agente de seguridad no pareció entenderme― ¿Val? ―Lo nombré confundida.

Su sonrisa escueta me dio mala espina.

―Ese inútil no es importante, vamos, te llevaré a un lugar seguro ―dijo descartándolo sin más. Me aparté de su agarre confundida―. Margarita, debemos irnos, solo estorbarás a los otros ―gruñó enfadado. Me sujetó muy fuerte del brazo y empezó a arrastrarme.

―Déjame Valerio, estás lastimándome.

Me aterré al ver su fría expresión.

―Oh no, aun no te he puesto las manos encima, Margot ―Solo había un sujeto que me llamaba así y me quedé de piedra al darme cuenta, Val era un maldito traidor y era muy posible que se hubiera cargado a Bags y disfrutara llamándome por ese apelativo.

Me aparté de un tirón― ¡Bagstardo, suéltame!

Mi estúpida muletilla pareció divertirlo, pero no fue por mucho, porque cogí la taser y se la apunté a la nuca, al disparar, los cordones se clavaron en su culo, creo que debía practicar un poco la puntería.

Su chillido fue potente― ¡ARGH! ―Lo miré perpleja, creo que se había meado por la descarga, miré a varios lados antes de seguir mi camino, luego repuse que él debía tener un teléfono.

―De algo servirás, bagsura ―balbuceé furiosa, empecé a registrarlo y saqué su celular, aunque tenía la pantalla rajada parecía funcionar―. Dime la clave, Valerio. ―Apreté el gatillo de nuevo y creo que sus pantalones se rellenaron con algo―. Dime la clave de tu teléfono ―Lo urgí desesperada, ya no escuchaba los disparos.

Él levantó la vista con la ira expresada en su rostro y cuando me vio a los ojos pareció reparar en el arma que tenía, porque largó la clave con mucho esfuerzo―: MAR.GOT.

Sentí tanta repulsión al escucharlo de sus labios, pero lo hice a un lado empezando a digitar, cuando de repente, una aguja se clavó en mi cuello, inoculando un frío líquido que hizo que la oscuridad comenzara a reclamarme poco a poco.

Como ya he dicho antes, no hay trabajo bien hecho como el de uno mismo.

Escuché a un sujeto decir con calma. Giré el rostro para ver quién era, no lo conocía de ninguna parte, sin embargo, éste empezó a arrastrarme contra su cuerpo como si de una muñeca se tratara.

Vestía demasiado bien como para catalogarlo como un tío de mala reputación.

Bien hecho Valerio, serviste bien, pero fallaste ―Su voz sonaba distorsionada―, con lo que me ha costado introducirte, no podré engañar a Bruno Santivañez de nuevo.

Miré a Val para inyectarle mi odio, apenas si era lo mínimo que podía hacer, mi cuerpo comenzó a fallar sin responder a mi urgencia de huir o forcejear.

Y fue cuando vi un arma de verdad apuntar a Val y disparar una bala justo en medio de los ojos, después, el mundo se apagó.

La disfrutaré tanto en frente de ti que desearás haberla tenido bajo llave ―canturreaba alguien.

Las malditas risas se estrellaban contra mi cerebro, sentía la saliva en mi boca, preparándome para una sesión de vómitos. Y el malestar, era impensable suponer que el jefe de Valerio hubiera escuchado su reporte sobre mi problema con los anestésicos.

Disfruta lo que puedas ―dijo esa voz.

Y un sonido fuerte, como el de un bombo, me hizo gemir de dolor; la pestilencia que me rodeó me hizo replantear mi sufrimiento.

Gemí, porque no sentía los brazos, ni los ojos, ni las piernas.

―Margot, despierta.

Esa psicótica voz la podría reconocer en cualquier lado, juro que si todo había sido un sueño apuñalaría a Bags de una buena vez por todas.

― Margot.

Sentí que palpaban mi cabeza y quizás, me revisó lo demás, porque mi cabeza se movía, luego la pestilencia se apartó.

Pude abrir un párpado, luego de un buen rato de cansados intentos y no me agradó ver lo que me esperaba: Bags, el impecable, estaba todo golpeado y embarrado de la cabeza a los pies con verdadera suciedad, sumido en una especie de lucha interna por tocarme, pero veía sus manos mugrientas y se apartaba para volverlo a intentar sin efecto alguno.




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