Recuerdos Peligrosos | Libro 2

8

Había llegado a casa de mis padres.

Decir que era de Robin sería una burla, el pobre chico había permitido que se apoderaran de su vida por completo y no lo culpo.

Sólo tenía mi maleta de viaje cargado de las cosas más importantes. Y una pequeña mochila con mi laptop.

Connor entró después, con otros dos maletines de viaje, uno con sus cosas y el otro con sabe Dios qué cosas de espionaje y armamento, literal, tuvo que presentar más de no sé cuántos certificados de autorización y mil veces su carnet como escolta personal en el aeropuerto.

Un idiota quiso tomarse fotos conmigo porque pensaba que era una estrella de cine mexicano.

La casa en sí es acogedora, muy linda y para nada de chico soltero, esto no era debido a mis padres, si no a que Robin es más bien un buen chico, de cálido corazón y un amante de la naturaleza; el hecho de que una arpía le destrozara el corazón al engañarlo con su instructora del gimnasio demostraba lo frágiles que eran sus sentimientos.

Internamente sabía que eso se debía a nuestra niñez.

Mi madre había estado sirviendo el almuerzo y sus cuatro gorilas estaban bien acomodados aguardando por la comida casera de mamá, papá nos había abierto la puerta muy sorprendido.

― No creía lo que veía en la cámara del portero, hija.

Yo sonreía nerviosa.

―Papá, les había dicho que vendría apenas finalizara el ciclo.

Mis padres me abrazaron y Connor se unió al saludo después.

―No pensaba verte, Connor. ―Mamá lo miraba extraño, en serio.

―Es mi deber, señora Poma. ―Connor estaba nervioso y no era para menos, los gorilas se habían levantado de la mesa para inspeccionarlo.

Eran tipos que superaban el metro ochenta como si nada y con cuerpos llenos de músculos donde contaba; pese a que ya conocían a Connor, quizás querían ver sus juguetes y darse de pechito.

―Hola a todos, Bruno ―Era imposible no saludar a ese gran oso. De alguna manera, mi intento de suicidio hizo que se abriera más a mí y se lo agradecí. Nunca me culpó por lo que hice, pero sí me enseñó a caer y practicar escalada.

―Vamos muchachos, luego se ponen al día con sus cosas, El almuerzo está servido. ―Mamá siempre tan animada por alimentarme, eso me recordó lo peligroso que era pasar la temporada con ella.

Se me revolvió el estómago.

―Yo vine comiendo en el camino. ―Sonreí.

Había perdido el apetito por completo, no podía ver un plato con porción doble. Eso ya estaba prescrito por mi psicoterapeuta.

Mamá se detuvo en el umbral de la cocina y me miró pensando en alguna cosa, porque luego asintió y se perdió de nuevo en la cocina.

― ¿Y cómo está Bastien? ―La directa pregunta de papá no me la esperaba tan pronto.

―Bueno, se quedó en el hospital, ya sabes, debe reposar un poco más luego de la infección estomacal, a la piel y las heridas infectadas… ―Lo dejé ahí notando que todo el mundo me miraba atento.

―Bastien es notable, me sorprende que te haya dejado partir.

Enarqué una ceja ante el comentario de papá. No tengo que pedirle permiso para largarme de su casa.

Bruno, su jefe de seguridad y mi ex escolta sonrió con malicia; él sabía que me había escapado como una liebre, a este tipo nunca se le escapa nada.

El resto comenzó a reírse y eso me enfureció un poco. ¿Qué significaba eso?

― Esto…papá, para eso está Connor. ―Obviamente, él era mi escolta en jefe, los otros tres estaban de vacaciones hasta que Bags llegara o Connor se enfermara, entre estos dos no sé muy bien cómo va la jerarquía.

Y de verdad no me importa.

Todos enmudecieron de repente.

― ¿Hija, entonces me dices que me he preocupado por el chico equivocado? ―Dos de los gorilas se sacaron conejos de las manos y Connor levantó la cabeza hacia nuestra dirección, cual rata asustada.

― ¿Eh? ―Miré a mi escolta con curiosidad―. Padre, pensé que era obvio ―murmuré.

¿Se supone que vendría sin ningún tipo seguridad luego de que fuera declarada ‘mercancía policiaca’? Digo, iban a usarme porque pensaban que tenía algo que ver con Bags y resulta que también era por mi padre.

Mi papá en tono más serio fijó su mirada en Connor―. No pensé que fueras a salir con mi hija, muchacho.

El pobre que estaba bebiendo un poco de limonada, la escupió en el suelo.

― ¿Salir? ―repitió aturdido, creo que o mi papá había sido muy ambiguo o Connor pensaba otra cosa, este tío salía con cuanta escoba con falda encontraba. Así como lo vieras todo seriecito, el muy canalla lo usaba como método de seducción infalible.

Por suerte yo salí inmune gracias a Bruño.

―Hay una confusión, señor Poma… ―empezó a explicarse él.

Papá no lo estaba escuchando, había empezado a planificar un método efectivo de tortura con su pequeño grupo de fans, era notable que no había anunciado mi llegada y sus fans (escoltas) tendían a ser recelosos con su madriguera que no estaba muy lejos de aquí, nunca estaban lejos; sin olvidar el otro asunto del territorio y marcas de macho alfas que dejaban por ahí.




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