Recuerdos Peligrosos | Libro 2

12

Había sido una interesante semana en la que Bags había mejorado muchísimo.

El día de la piscina llegó y fue muy gratificante ver su cara de espanto cuando había hurgado en la diminuta bolsa por el bañador que le compré: negro, ajustado y a punto de ser un hilo dental.

O fue el orgullo o pura fuerza de voluntad el que se lo pusiera, porque cuando entré al agua con mi bañador enterizo, Bags salió con la cintura envuelta en una toalla y miraba furtivamente a todos lados, era el momento Kodak y justo recuerdo que Connor tenía la cámara.

Maligno, pensé.

― ¿Todo bien, Bags?

Él me miró con cierto aire vengativo que no supe muy bien cómo interpretar. Su hombro parecía curado por completo, los puntos se los había quitado en una clínica local.

Sería otra cicatriz en ese endemoniado cuerpo escultural, pero sería problema suyo de la loca que se quede con él.

La tabla de polietileno que usaba para flotar me estaba conduciendo a la parte más onda por las misteriosas corrientes del agua, pues aún no había gente a la vista.

Eso era lo mejor. Había pagado para que nos dejaran entrar una hora antes. La fiesta sería en la noche así que aceptaron un dinerillo extra para el brindis.

― No podrás entrar con toalla. ―Sonreí de oreja a oreja al ver como se miraba y me devolvía esa mirada amatista.

―Factores Margot, son los factores.

Y que vainas, era la venganza perfecta por haberme mantenido en cueros y hecho usar ese hilo dental en mi cautiverio, fantasía sexual y un rábano.

Éste era mi momento e iba a gozarlo.

Bags tiró de la toalla, colocándola en una silla previamente esterilizada y dudó unos segundos en su lugar, en los que un par de tías clavaron su mirada en él, obviamente excitadas al ver el diminuto pedazo de tela sintética que cubría la cañería del psicópata, no negaré que le quedaba bien al maldito, demasiado tentador que estuviera en forma, aun con el descanso médico, las cicatrices en el brazo y hombro. No puedo negarlo, estaba bien servido; escuché a lo lejos un grito casi orgásmico.

Creo que ya comenzaron a llegar las personas.

Bags se lanzó al agua con un clavado perfecto y no lo vi por breves segundos, luego apareció frente a mí sujetando mi tabla.

― Es por el corsé ―Ah, sí se acordaba.

―El trozo de cinta y el látex ―sentencié.

Él se limpió el agua de la cara y suspiró.

―Solo tú me provocaste esa curiosa fantasía. ―Por la expresión de su cara, sabía que no se arrepentía―. Por otra parte, no quería que te ahorcaras, me dijiste que te ibas a quitar la vida, fue muy perturbador tenerte así, iba en contra de mis principios. ―Yo y mis grandes ideas―. Lo lamento ―Su disculpa me descolocó, su mirada arrepentida y fija en mí era rara, maldito punto débil, tengo que luchar contra eso.

Estábamos flotando a la deriva con ayuda de la pequeña tabla, o al menos por mi parte―. Sí, bueno, supongo que estas expiando tus pecados con todo lo ocurrido… ¡Hay!

Mi espalda había chocado contra una pared lateral de la piscina que resultó muy fría y me sobresalté al notar que no había fondo bajo mis pies, él me sujetó impidiendo que me hundiera y terminé demasiado pegada a su piel.

― ¿Gracias? ―Me estaba ruborizando, esto era demasiado contacto.

―Margot, quiero ser tuyo y de nadie más ―No dijo lo que escuché―. Sé que hice las cosas mal, estoy cambiando solo por ti, porque te amo.

Lo siguiente que supe, fue que el tío sabía lo que era un beso abrazador, podía sentir como acariciaba mi nuca, mi cintura, mis labios y no sé qué más porque estaba muy confundida.

Y lo peor es que no quería que se detuviera.

Ese momento dulcemente perturbador terminó cuando una pelota inflable aterrizó sobre la cabeza de Bags, él no pareció notarlo y a mí me dio igual. Pero nos separamos al fin.

― Creo que estas trastornando a las madres de familia ―murmuré en piloto automático.

Él estuvo de acuerdo, por lo que me ayudó a sentarme en la orilla sin el menor esfuerzo, yo estaba enrojecida y no era por la insolación.

¡Acababa de hacer un espectáculo! ¡Con este psicópata!

En verdad que Bags fue acosado por un par de madres en celo en cuanto salió rumbo a los vestidores, reparar que, a pesar de estar en una piscina pública de estreno, los niños, madres y otros individuos habían invadido el lugar en tiempo récord propagando sus gérmenes.

Decidí que el escape era la mejor opción, para ambos; aprovechando esa oportunidad, me puse mi short jean encima del bañador enterizo que felizmente eran de color negro y mi camiseta sin mangas no dejaba ver la gran cosa, solo atiné a huir de aquel lugar y llegar a casa, debía aclarar mi mente muy, pero muy lejos del psicópata.

Llegué a casa en taxi, tomé una ducha de quince minutos y fue cuando salí que noté algo extraño, la puerta principal acababa de cerrarse con mucho cuidado.

Bags siempre se aseguraba de hacer ruido o presentarse para no aterrarme, ya había electrocutado a Eli un par de veces luego del incidente de la zona industrial, justamente por entrar a hurtadillas.




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