Amnesia retrógrada.
Se trataba de la pérdida de recuerdos previos al momento del traumatismo, y también del diagnóstico de Kukai Diamond.
La amnesia temporal no era algo inusual tras una contusión como la que sufrió el chico. Los doctores especulaban que, al regresar a su hogar, sus memorias también lo harían paulatinamente. A pesar de que todos intentaron mantenerse positivos, habría sido mentira negar su preocupación al respecto, pues en el fondo, la misma pregunta los mortificaba.
¿Y si era permanente?
En ese estado, Kukai yacía extremadamente desconcertado. Con la ayuda de las personas cercanas a él, llegó a la conclusión de que las lagunas comenzaban desde los diez u once años de edad. Y lo aterraba.
Cumpleaños, festividades, chistes internos con sus hermanos, memorias de la escuela... Fue como si la mitad de su vida se hubiera desvanecido. Incluso llegó a olvidar por completo a algunas personas. ¿Cómo era eso posible? No culpaba a Daichi y Tade por acusarlo de estar gastándoles una broma pesada y de muy mal gusto. Él tampoco podía creerlo.
Mientras se recuperaba de sus heridas físicas, el equipo de hockey visitó a su estrella en más de una ocasión, pero sólo reconoció a dos o tres miembros. Ni siquiera sabía que formaba parte de un equipo competitivo de ese deporte; en su mente, aseguraba que sólo jugaba por diversión.
Como si la situación no fuera lo suficientemente horrible, lo peor para el joven fue saber que no contaba con recuerdos de su noviazgo de casi dos años. O de la amistad que antecedía su unión como pareja. Eso convenció al fin a sus hermanos de que no era una fachada:
Kukai Diamond quizás era un idiota en ocasiones, pero nunca haría llorar a Gushi de esa manera a propósito.
La culpa abrumaba al muchacho con cada día que transcurría sin mejoras, dado que ninguno de los planes de sus seres amados surtía efecto. Además de relatarle experiencias pasadas, le mostraron un sinfín de fotografías… que también ignoraba haber tomado. Y le parecía una mierda no ser consciente de las cosas geniales que supuestamente hizo. Su único consuelo lo obtenía al nadar a solas en la piscina de su patio, donde se permitía flotar y no pensar en nada. Al menos aún conservaba eso, desde pequeño le encantaba el agua.
Quería recordar aquella jugarreta que hizo junto a Daichi y Tade por la que Lee no les habló por dos días, quería recordar el dibujo que su hermanito menor pintó usando una de sus fotos como guía, quería recordar lo que sus padres le regalaron en su quinceavo cumpleaños, ¡necesitaba de vuelta cada pequeño detalle!
Y, especialmente, deseaba erradicar la tristeza de la gentil castaña que permanecía a su lado a pesar de convertirse en una desconocida para él. Por eso no se rendiría tan pronto: lucharía hasta el cansancio por recuperar su vida.
Al igual que su pareja, Gushi se aferraba a la esperanza de un desenlace positivo. Lo visitaba diariamente: ya fuera para ayudarlo a rememorar su pasado o para compartir una agradable merienda casera juntos; y era su costumbre tararearle la que solía ser su canción favorita para que conciliase el sueño después de otra jornada sin progresos. En el fondo aún se atormentaba por el fatídico accidente de su novio, así que era lo menos que podía hacer para retribuir su falta de fe.
Sin embargo, las semanas avanzaban como una exhalación y su optimismo empezó a mermar. ¿Cómo animarse ante alguien que sólo la miraba con compasión? Entendía cuán dura debía ser la situación para Kukai, pero ella perdió al amor de su vida y la posibilidad de recobrarlo lucía cada vez más remota. Esperaba que su apoyo incondicional y el cariño que no dejaba de profesarle sirviesen, pero la barrera entre ambos no flaqueaba desde su incómoda reunión en el hospital.
Exceptuando su apariencia, la capacidad de nadar y las memorias que guardaba de su niñez, se atrevería a aseverar que se hallaba con una persona diferente. ¡Cómo añoraba la sonrisa traviesa que brotaba frecuentemente de esa tez bronceada! Su carisma habitual y sus ganas de comerse al mundo habían desaparecido junto con todo lo demás. Aquello resultaba tan agobiante para ella, que a veces necesitaba unos minutos para desahogarse en otra habitación.
A duras penas patinaba o salía con sus colegas, puesto que cuidar de él se volvió su prioridad. Una rutina que, si bien no era sana, no rompería hasta que el esfuerzo de ambos valiera la pena.
Debido a esto, era de suponer que uno de sus amigos se viese obligado a contactar directamente a Kukai, motivado por el inusual silencio de la Bellanger menor. Lo que menos imaginó fue escuchar una nota de voz del individuo disculpándose por no reconocer su nombre, y explicándole que sufría de amnesia gracias a un accidente de hockey.
No se consideraba tan cercano al afectado; sabía que era un chico simpático, divertido y, además, una excelente influencia para Gushi… Y fue por ella que la noticia le revolvió el estómago.
Shiro conocía a Noir desde su infancia, por lo cual veía a la castaña como la hermanita que siempre deseó tener. No concebía el dolor que sin duda atravesaba. Comprendió de inmediato que debía acudir allá para alentarlos, pese a que eso significara experimentar un reencuentro posiblemente fatigoso.
Hasta cierto punto, él comprendía la sensación de desprenderse de una persona especial y cercana.