Era otro día atareado en Galdrehn. El suave saxofón de uno de los músicos les proporcionaba entretenimiento a los comensales, y algo de distracción a los camareros que transitaban de las mesas a la cocina. A pesar del alto flujo de pedidos, Kukai lo consideraba una jornada tranquila; ya se había adaptado al ritmo de un restaurante tan popular.
Lo único que amenazó con quebrantar su paz fue descubrir la presencia de cierta castaña sentada junto la barra de sushi. Por un lado lo alegraba, puesto que significaba que superó sus problemas con Shiro; pero por otro, no le agradaba en absoluto la idea de coexistir bajo el mismo techo que ella. Cualquiera con una expareja lo entendería, aunque su caso era más complicado e incómodo.
Cuando sus miradas se cruzaron, la patinadora desvió el rostro y el mesonero rodó los ojos.
Le encantaría ignorarla, mas tendría que pasar a su lado para dirigirse a otras mesas. Y cuando esto ocurrió, decidió contradecirse a sí mismo y hablarle. No se trataría de Kukai si mantuviera la boca cerrada.
─También me da gusto verte ─comentó, con evidente sarcasmo ─, al menos no estamos en la academia, tu deseo se cumplió.
Sin esperar por su reacción -porque probablemente se limitaría a aplicarle la ley del hielo-, el nadador reactivó su fachada de mesero educado y feliz para entregarle su orden a un señor que se hallaba frente a Gushi.
En efecto, la perpleja muchacha frunció el ceño y priorizó terminar su sopa en silencio. No permitiría que Kukai arruinase su pacífico almuerzo con su inmadurez, sobre todo porque Shiro la había persuadido de regresar tras una prolongada ausencia. Ojalá su nuevo colega fuera tan disciplinado como él durante sus visitas.
Notó que el cliente próximo a su mesa eligió una sopa de vegetales idéntica a la suya y suspiró. Si ambos la hubiesen recibido del mismo camarero, ella estaría tosiendo por algún sabotaje del antiguo jugador de hockey. A fin de cuentas, no desperdiciaría ninguna oportunidad para fastidiarla. Intentó descartar tales ocurrencias y llevó otro sorbo a su boca, observando cómo el hombre extraía una botella de su bolso y la conducía a su plato. ¿Un ingrediente personal, tal vez? La castaña negó y enfocó su atención en el experto de sushi, quien iniciaba otro de sus famosos espectáculos.
Un par de minutos después, sin embargo, el mencionado individuo comenzó a llamar a Diamond con insistencia.
─ ¡¿Se hacen llamar un restaurante con prestigio?! ¡Apenas ahora me fijo en que hay una mosca en mi comida! ¡¿Quieren envenenarme?! ─se quejó, asqueado. No le importaba si todo el lugar volteaba a verlos.
─ ¿Q-qué? Eso es imposible, señor, ha de ser un malentend-
─ ¡¿Dices que enloquecí?! ─el comensal golpeó la mesa con una mano ─. ¡Mira! ¡Aquí está! ─la sacó con una cuchara y bufó.
El nadador se inclinó un poco para inspeccionarla con detenimiento, tragando saliva. Ya enfrentó percances incómodos como equivocarse de platillo, pero nada tan grave. ¿Cómo debería proceder? Concederle la razón no sonaba apropiado, aunque no hacerlo aumentaría indudablemente su furia.
─ ¡Me niego a pagar por esto! ¡¿Ustedes costearán el hospital si me enfermo por su negligencia?! ─gritó el hombre, prácticamente en el oído del joven, causando que se sobresaltara y retrocediera un paso.
─Uhm, de verdad lamento que su experiencia no sea favorable ─recitó Kukai, procurando recordar el protocolo ─, pero le aseguro que le di un buen vistazo a la sopa al buscarla y no había ninguna mosca.
─ ¡¿Qué insinúas, muchacho?! ¡Consígueme a alguien que sea competente, tú no vas a irrespetarme así! ¡Haré que te despidan!
El alboroto alcanzó tal magnitud, que hasta el público de Shiro se dio la vuelta para apreciar la improvisada función. El chef aprovechó esto para detenerse, sacudir sus manos y encaminarse a la escena; quizás era un asunto que los meseros tendrían que atender por su cuenta; no obstante, se sentía obligado a entrometerse gracias a su jerarquía en el restaurante. No iba a dejar desamparado a Kukai mientras se lo tragaban vivo, aquel no era un momento de forzarlo a “aprender” por las malas como en sus fallos anteriores.
Lo que nadie esperó fue que una chica de cabello castaño se dirigiera al epicentro del evento. Gushi apartó al mesonero con cautela, temiendo que el enfurecido señor perdiera los estribos y le asestara un puñetazo. Atestiguar su berrinche la ayudó a comprender que lo que agregó en su sopa no fue exactamente un condimento; y al igual que Shiro, se rehusaba a tolerar una injusticia que pusiera en juego la reputación de Galdrehn.
─ ¡Este hombre es un mentiroso! ─anunció, tras aclarar su garganta.
─ ¡¿Qué?! ¡¿Y tú quién carajos eres, niña?! ¡¿Trabajas aquí?! ¡No te metas en lo que no te concierne!
─Yo estaba sentada detrás de usted y vi que tomó un frasco de sus pertenencias, luego echó su contenido en el plato ─explicó la patinadora, cruzándose de brazos ─. Por cierto, quedó casi vacío, ¿cómo tardó tanto en fijarse en la mosca?
El nadador la observó con una mezcla de asombro y confusión. Gushi no intervenía para salvarle el pellejo, pero intencional o no, ese sería el resultado si acertaba en su acusación. Al fin y al cabo, él yacía incapaz de responderle a ese idiota como le correspondía. ¿Por qué no permanecer callada y facilitar que lo expulsaran? De esa forma no volverían a cruzarse en el establecimiento.