Gushi sonreía de oreja a oreja mientras caminaba a su restaurante favorito. Incluso al pulir sus habilidades en Lux Glazure, no dejaba de recordar su improvisado encuentro por la mañana con Alex Diamond. El muchacho la había fotografiado cuando salió de casa, acotando que capturaría mejor su esencia si no programaba una pose.
Un argumento bastante conocido, pues era la filosofía de Kukai.
Le impresionaba la seriedad con la que practicaba ese hobby y por eso lo alentaría consiguiéndole un regalo especial. Sin embargo, antes de explorar los incontables locales de Xanallium, recargaría sus energías en Galdrehn.
Fue recibida por Leander, quien le indicó que llegaba puntual para instalarse en la concurrida barra de sushi.
─ ¿Le sirvo una bebida a la señorita? Por desgracia es algo que Shiro no podrá ofrecerle ─agregó, guiñándole un ojo.
─Un jugo de frutas, gracias ─contestó la castaña, riendo por su galantería sobreactuada.
─Adivinaré, ¿tuviste un día ajetreado en la academia? Es lógico, la gente comienza a hablar del espectáculo que se hará en un mes.
─ ¿Eh? ¿Tan rápido se regó la voz?
─ ¡Claro! Tu madre es una estrella y va a patinar profesionalmente desde su retiro. ¿Es verdad que la apoyarás en la pista?
─S-sí ─confirmó Gushi, ruborizándose.
Estaba demasiado acostumbrada a su anonimato fuera de Lux Glazure.
─ ¡Pues será un evento inolvidable! Te echaré porras con el público, ¿bien? ¿Y quién sabe? Quizás lleve un ramo de flores sólo para ti.
─ ¡Eso no es nece…! ¡L-Leander, no te vayas!
El mesero se retiró, haciendo oídos sordos a la tímida réplica de la joven, quien suspiró con resignación y avanzó al área de sushi. Aquella función sin precedentes representaría su regreso oficial al patinaje artístico. Las expectativas eran abismales, sobre todo por la imponente presencia de Lunari Bellanger. En cambio, su hija prefería no mortificarse pensando en el asunto. Aún le quedaban poco más de treinta días para ensayar.
─ ¡Gushi, qué gusto verte! ─Shiro la saludó con entusiasmo cuando se sentó frente a él ─. ¿Qué te trae por aquí? Es un buen día para visitar, hoy Kukai se encarga de la limpieza en la cocina.
─Más tardé iré de compras a Xanallium, así que decidí almorzar primero ─explicó la nombrada, correspondiendo su sonrisa ─. Y ya no debes preocuparte por él, acordamos poner de nuestra parte para ser amigos.
─ ¿En serio? ─el chef dejó de cortar para brindarle su total atención ─. Kukai mencionó que tuvo una charla importante contigo en la fiesta, pero no agregó detalles. Quiero estar al tanto, ¿puedo acompañarte al centro comercial apenas acabe mi turno? ─pidió, casi suplicándoselo con la mirada.
Le avergonzaba omitirlo por centrarse en su beso con Noir. No ayudó que el nadador presenciara el momento, forzándolo a refugiarse con los recién comprometidos para acallar las burlas.
─ ¡Sí, eres bienvenido! ─accedió Gushi, animada.
Él conocía la gigantesca edificación como la palma de su mano, por lo que localizar la cámara perfecta para Alex resultaría más fácil. Asimismo, ella se distraería con un excelente conversador.
Tras varias horas ajetreadas de trabajo, Shiro fue libre de cambiar su atuendo y escoltarla en auto a uno de los puntos de reunión más populares de Caelthi.
─Conque el pequeño Alex desarrolló una afición por la fotografía; no me extraña que intervengas, siempre eres amable y él es como tu único hermanito ─comentó Shiro, explorando un pasillo con la castaña ─. ¿No te afecta ese pasatiempo?
─Admito que al principio me desconcertó, pero lucía tan contento protegiendo el legado de Kukai… No iba a desilusionarlo oponiéndome ─aclaró Gushi, paseando su vista por los escaparates a su alrededor.
─Ojalá que los demás se unan a tu causa. La próxima vez que los visite le diré que puede tomar fotos en Galdrehn cuando quiera; preferiblemente a los empleados, porque los clientes se alarmarían ─bromeó el cocinero ─. Ya casi llegamos a la tienda de electrónicos, suelen incluir cámaras en su catálogo.
No imaginó que alguien sabotearía la amena plática.
─ ¡Oye! ¿No eres el chico guapo que entró el otro día? ¿Cómo sigue tu amiguita? ─exclamó una familiar mujer de cabello morado -bajo cierto letrero de neón sugestivo-, cuando los visitantes se hallaron relativamente cerca.
El caballero enrojeció de inmediato y deseó desaparecer. ¿Cómo olvidó la existencia de ese negocio? ¡¿Y acaso la dependienta no guardaba respeto por la privacidad de sus clientes?! ¡Tenía compañía! No era muy ético exponerlo de esa manera. Tampoco necesitaba que Gushi lo considerara un pervertido; o peor, que se enterara de quién era la “amiguita”.
Eso lo metería en más problemas con Noir que cualquier beso.
─ ¡D-de maravilla! Le fascinó tu sugerencia, ¡gracias, Sasha! ─contestó, atropelladamente, sujetando a Gushi de la muñeca para apresurar su andar y huir de la entrometida. Ser descortés era un sacrificio justificado en ese instante.
El aire retornó a sus pulmones luego de alejarse lo suficiente y encaró con vergüenza a la patinadora. Tal vez, si la suerte lo bendecía, ésta no se habría percatado de qué clase de tienda era. ¿Conservar esa minúscula esperanza lo volvía ingenuo?