Recuerdos sobre hielo

Capítulo 17 ─ Frágil

Como cada mañana luego de asearse, el chef revisó su teléfono, arrugando el ceño al ver que cierta maestra continuaba sin leer el mensaje que envió por la noche. Intentó restarle importancia, pensando que tal vez se durmió temprano y ahora se alistaba para sus lecciones. Decidió mandar otro texto deseándole un buen día y realizó sus estiramientos diarios antes de salir de casa.

Sus horas diurnas en el restaurante solían ser tranquilas, pues el sushi no formaba parte de un desayuno común; y aunque ayudaba a cocinar otras cosas, el flujo de clientes era bajo. Galdrehn se abarrotaba durante los almuerzos y cenas, algo que no apreciaba en ese instante, dado que su mente yacía centrada en el teléfono en su bolsillo.

Volvió a revisar y suspiró. Nada. Nunca esperaba una réplica inmediata de Noir, por supuesto; eran adultos con responsabilidades, mas la situación empezaba a activar sus alertas.

—Debe estar en medio de una clase, no te hablará si la fastidias —murmuró, zapateando el suelo con un pie.

Sabía que existía una razón lógica e inofensiva que justificara el silencio de Bellanger, pero eso no bastaba para aplacar su instinto. Se dirigió a un área aislada de la cocina y marcó el número de su amiga.

Exhaló de alivio al obtener respuesta.

—Noir, me alegra que atendieras. Disculpa por interrumpirte en la escuela, es que…

El tono apagado de la mujer causó que la dicha abandonara el rostro de Shiro. A medida que avanzaba la conversación, su cuerpo se tensó y sus ojos relampaguearon con una mezcla de angustia y rabia.

Apretó el teléfono con ambas manos al colgar, maldijo entre dientes y no dudó ni un segundo en buscar a William, el jefe del negocio. Le explicó lo acaecido, contactó personalmente al cocinero que lo reemplazaría, y el señor de cabello y barba castaña le permitió marchar.

Cuando Kukai notó la ausencia de Alexander en su puesto, creyó que había ido al baño. Tardó un par de minutos en confirmar que no se ubicaba en ningún rincón de Galdrehn. Era obvio que surgió algo urgente si se retiró sin aguardar por su relevo ni avisarles a sus colegas. Lo único que averiguó fue que una cocinera lo vio ingresar a la oficina del dueño.

Conforme la manecilla se acercaba al mediodía, el número de clientes aumentó, provocando que el nadador se enfocase en su trabajo unas cuantas horas. Estuvo a punto de chocar con Leander al dirigirse a la cocina con platos vacíos, ganándose una dura mirada del rubio

Diamond arqueó una ceja.

—Ahora sí luce enojado —resopló para sí, rememorando las palabras de su exnovia hace unos ayeres. Se encogió de hombros y reanudó el paso.

Cuando su tiempo de almorzar arribó, aprovechó de llamar a Shiro. ¡Aún seguía intrigado! Quizás Edward lo convocó para planificar los detalles de su boda.

— ¿Sí? ¿Qué necesitas, Kukai?

— ¡Hey, Shiro! ¿Sucedió algo? ¿Estás bien? Me dijeron que te fuiste con prisas de Galdrehn —cuestionó el camarero, cubriendo su otra oreja para acallar el bullicio en la cocina.

Su mentor demoró unos instantes para hablar.

—Me encuentro con Noir, estoy ocupado. No te preocupes.

Y cortó.

— ¿Qué dem…? —Kukai observó el celular, desconcertado. De no ser por el frío matiz en la voz del mayor, juraría que lo interrumpió recreándose con la educadora. No, ninguno de los dos faltaría a sus compromisos por algo así.

Genial, sus interrogantes se duplicaron.

Concluyó que, si no le sacaba respuestas a Shiro, Gushi sería su mejor apuesta. Con Noir involucrada, ella tendría que saber algo, ¿verdad?

La situación lo hacía sentir como un detective. Divertido, lamentó que su cumpleaños no estuviese próximo o sospecharía que le organizaban una fiesta sorpresa. Prefería convencerse de que se trataba de un evento positivo, aunque nada apuntase a aquello.

Visitó la academia al concluir su turno, siendo recibido por otra instructora al entrar en la arena helada.

—Oh, perdón por molestar. ¿Gushi ya se fue a su casa? —indagó el confundido mesero.

Alizeé comentó que había sustituido a la castaña en la mañana -después de que se ausentara sin un reporte previo-, y que coincidieron por última vez la jornada anterior. Kukai frunció el entrecejo, agradeció y salió del recinto. Supuso que recolectaría pistas en Lux Glazure y sólo obtuvo angustia. Ya no le agradaba el juego de investigador.

¿Qué rayos ocurría ese día? ¿Por qué todas las personas dedicadas que conocía descuidaron sus obligaciones? ¡Tampoco era normal que la patinadora omitiera sus lecciones sin prevenir al instituto! Consternado, tomó un autobús para acelerar su regreso al vecindario.

Cuando Shiro lo dejó pasar a la residencia Bellanger, la atmósfera lúgubre afianzó el nudo en su estómago: Daichi, Alex y Noir se ubicaban en el sofá, compartiendo su semblante funesto y desconsolado; era como si hubiese ingresado a un velorio. En realidad, confrontó esas mismas caras tras revelarse su amnesia.

El pánico lo invadió al reparar en la persona que faltaba en esa recámara. Cruzar miradas con su lloroso hermanito no ayudó a calmarlo en lo absoluto. Justo cuando se disponía a correr para inspeccionar cada espacio de la morada, el chef lo sujetó de los hombros y lo forzó a sentarse.



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En el texto hay: amnesia, drama, amor y odio

Editado: 18.12.2021

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