Gushi se reajustó gradualmente a su rutina, impartiendo las lecciones de patinaje con relativa normalidad. Dado que ahora salía más temprano, Kukai y Shiro la escoltaban de la academia a su hogar y viceversa, recelosos de la seguridad en las calles. El paradero del delincuente todavía era un misterio para la policía y se oponían a exponer a la joven.
En cuanto a ésta, la cándida bienvenida de sus discípulos la había motivado a entregar todo de sí en el hielo, siendo aquella otra jornada fructífera. Sin embargo, cuando llegó el turno de entrenar con Diamond, le inquietó atestiguar su seriedad inusual.
¿Qué ocurría con él? Era su segunda clase juntos desde su reincorporación y de nuevo esbozaba esa mueca. Al principio supuso que le preocupaba verla fallando en la pista, pero ya demostró de sobra que el incidente del parque no afectó sus reflejos.
Se detuvo frente al moreno, interrumpiendo el recorrido de la pista.
— ¿Te encuentras bien? Has estado bastante callado y la última vez fue igual.
Kukai la imitó sin elegancia, pues aún se le complicaba frenar. Luego apretó los puños, desviando la mirada.
—Es que he pensado mucho a lo largo de estas reuniones. Mi intención era superar mi fobia al patinaje y lo conseguí con tu ayuda, entonces… ¿Por qué sigo desperdiciando tu tiempo? No es como si pretendiera ser un profesional como tus estudiantes, ¿tiene sentido que continúe?
— ¿D-de qué hablas? Adoro patinar contigo, no lo considero una obligación —refutó Gushi, atónita —. Y tampoco hay que entrar en competencias para disfrutar del deporte, es un hobby tan válido como nadar. Si te gusta, ¿por qué dejarlo?
—Podríamos hacer otras actividades. —El ex jugador de hockey se cruzó de brazos, golpeteando con sus dedos —, no lo sé, siento que me arriesgo innecesariamente, nunca planeé incorporar esto a mi vida. No es mi elemento, tal vez nos divertiríamos más visitando lugares diferentes.
Gushi reprimió el impulso de rogarle que no se rindiese y concordó. Él puso de su parte dándole una oportunidad a la pista, debería conformarse con eso y aceptar su elección. Forzó una sonrisa y le sugirió reemplazar el resto del ensayo con un rico postre. Aunque Kukai había mejorado su técnica en el hielo, la deprimiría observarlo patinar por inercia.
Con el transcurso de los días, Diamond creyó que no le afectaría renunciar al patinaje. ¿Para qué buscarse otra desgracia en el hielo teniendo su piscina? Además, sus visitas como espectador en Lux Glazure aún eran frecuentes; de ese modo apoyaba a la castaña.
Siendo así, ¿de dónde surgían esas alarmantes ansias de integrarse al grupo cuando los veía practicar?
Quizás porque al fin comprendía cómo lograban reírse a pesar de trastabillar cada cinco minutos. Gracias a sus reuniones constantes, congeniaba bien con ellos y ya no era etiquetado como “el repartidor de Galdrehn”.
En caso de que eso no bastara, se encontró a sí mismo admirando por enésima vez el espectáculo de Gushi y su madre; en ocasiones acompañado de su hermanito menor, quien un día lo sorprendió con un dibujo.
— ¿Esto es…? ¡Wow! ¿Es Gushi? Es una de las poses que hace en el video, ¿cierto? —apuntó Kukai, sujetando el lienzo mediano con delicadeza.
En éste se hallaba una hermosa pintura hecha con acuarelas, mostrando la gélida arena desde el punto de vista de alguien en las gradas. El enfoque principal era la silueta de la castaña en el centro del escenario. La figura no contaba con tanto detalle, puesto que Alex priorizó la atmósfera de la obra. Incluso habiendo empleado colores fríos, los reflectores iluminando a la chica transmitían una cálida sensación.
— ¡Sí! ¿Qué tal? ¿Se parece a ella? No acostumbro a dibujar personas en acuarelas; mamá me ha estado asesorando para reforzar mi estilo —indagó Alex, entusiasmado, mientras el show se reproducía de fondo en la laptop del moreno.
—Es increíble, Al, Gushi lo amará. Sí se nota que es ella, la perspectiva que elegiste no la defina del todo. La vemos desde lo alto de los asientos, ¿no? —elogió Kukai, absorto en la imagen. ¡No se equivocaba al pensar que la patinadora merecía ser retratada!
El menor le agradeció, curioso por la expresión del camarero. ¡Sus ojos brillaban al evaluar su creación! ¿En realidad era tan buena o se debía a su vecina? Sonrió, alegre.
—Se lo llevaré de inmediato y le pediré que patinemos; hace siglos que no vamos al hielo juntos. ¡Ah, les avisaré a Daichi y Tade! ¿Te nos unes?
El titubeante nadador apretó el cuadro y se lo regresó al artista. Sonaba como una tarde muy interesante; ellos no eran expertos en el deporte, mas eso no les impediría divertirse con Gushi. Negó con la cabeza y suspiró tras unos segundos.
—Mejor no, ustedes diviértanse —contestó, cerrando su laptop y marchándose para que Alex no le insistiera.
Apreciaba que su familia cuidase tanto de la muchacha. Al guardar reposo luego de aquel asalto en Zaithi, recibió visitas diarias de los elocuentes chiflados. Su aprecio hacia ella no estaba ligado por el noviazgo que tuvo con él.
Conforme el tiempo fluía, comenzaba a extrañar tremendamente sus lecciones, dudando de si hizo lo correcto al abandonarlas. Escuchar del fantástico rato que sus hermanos vivieron con Gushi en Lux Glazure no ayudó.