Recuerdos sobre hielo

Capítulo 21 ─ Oportunidad

Gushi se armó de valor para atravesar la entrada de Galdrehn, atenta de no romper las bolsitas que cargaba por la fuerza de su agarre.  Había madrugado más de lo usual y, al buscar una distracción que la mantuviese ocupada, terminó horneando una cantidad exorbitante de galletas, las cuales, por sugerencia de Noir, iba a repartir con sus amigos.

Sus habilidades culinarias distaban de ser tan impresionantes como las de Shiro, pero poseía un talento indiscutible para la repostería casera.

Casi odió que fuese un día feriado, pues la clientela de la tarde no atiborraba el restaurante como de costumbre. Chasqueando, la castaña abordó a Leander como una exhalación. Si Kukai la veía con otro camarero, eso disminuiría las probabilidades de que se le acercara, ¿no?

Aún cuestionaba la enorme imprudencia cometida en su dormitorio y le remordía la idea de romper la confianza de Diamond. A fin de cuentas, mientras él sólo la había invitado a charlar y enseñarle su galería fotográfica, fue ella quien se apoderó de sus labios.

Sí, Kukai le correspondió en el calor del momento, mas eso no le garantizaba que no se arrepintiese al despejar su cabeza.

— ¿Para mí? ¿Es tu manera de avisar que vas a esfumarte por unas semanas? —ironizó el rubio platinado.

—N-no, es mi manera de asegurarme de que las cosas estén bien contigo —contestó la patinadora, desilusionada por la indiferencia de Leander.

El refinado joven evaluó el presente y esbozó una media sonrisa, tomando un largo mechón de Gushi entre sus dedos.

—Eres una señorita capaz de sorprender a cualquier hombre, no imaginas cuánto.

La muchacha fue incapaz de discernir si aquello era un cumplido o una acusación. Sin darle oportunidad de preguntar a qué se refería, Leander se marchó, forzándola a refugiarse en la barra de Shiro, que contaba con algunos asientos vacantes.

— ¡Ho-hola! Les traje un obsequio a Kukai y a ti; ¡aquí tienes! Son galletas de chocolate —anunció, tendiéndole los dos paquetes que restaban.

— ¡Gushi! Qué gusto verte, ¡gracias! Tendré algo que mordisquear si me da hambre durante el trabajo. ¿Almorzarás aquí? —la acogió él, guardando su bolsa en uno de sus varios bolsillos, para prevenir que adquiriese el aroma del pescado. Luego, señaló hacia el público con un disimulado ladeo de cabeza.

»Kukai está allá, ¿por qué no le das su regalo en persona?

El mesero organizaba una mesa recién desocupada, sin enterarse de la presencia de su expareja.

— ¡No! S-sería grosero fastidiarlo en su turno —protestó Gushi, rehusándose a recibir de vuelta las galletas de Diamond —. Te lo encargo a ti, ¿de acuerdo? ¡Oh! Y pediré rollos de arroz con salmón, por favor.

El cocinero alzó una ceja, fijándose en la encomienda que preparaba y después observando otra vez a su cuñada, intrigado. Se mordió la lengua para no expresar sus pensamientos en voz alta:

«¿Y no lo es si me interrumpes a mí?»

Aceptó el obsequio de su colega y anotó la orden. Apreciaba la compañía de Gushi, sobre todo porque era una jornada aburrida. A falta de la presentación musical en vivo, una baja tonada ambiental se reproducía a través de las cornetas del restaurante. 

Kukai se estiró tras culminar la limpieza y recuperó la bandeja que yacía en una butaca. Volteó a la barra de sushi, tentado a molestar a Shiro hasta que alguien lo llamase. No esperaba toparse con un familiar perfil femenino.

Paralizándose en su sitio, el camarero humedeció sus labios resecos. La taquicardia lo invadió a medida que su mente reproducía el incidente en su dormitorio, aunado a lo que hizo en privado para calmar su excitación. Sin despegar los ojos de la patinadora, eliminó la mancha que apareció de repente en la mesa.

Cuando el exjugador de hockey se distraía, la castaña lo contemplaba de soslayo, nerviosa. De alguna forma se las ingeniaron para no ser pillados por el otro.

—Gracias, Shiro, luce delicioso —murmuró Gushi, sin prestar mucha atención al platillo que el nombrado depositó delante de ella.

Alexander sonrió. ¡Apenas y vio la comida! Aunque se encontrara enfocado en cocinar e instruir a sus camaradas, no fue difícil detectar que el vecino de la atleta acaparaba su interés. Desconocía si eso era bueno o malo, considerando la conversación sostenida en su vehículo.

Lo alertó que Gushi sujetara un rollo y lo hundiera en la tabla en vez del envase con salsa de soja. Ese grado de despiste era inusual en la chica, ¿qué demonios había sucedido entre ella y Kukai?

Casi de inmediato, el estruendoso ruido del aluminio impactando el suelo resonó por el apacible negocio. El nadador se golpeó un costado contra una mesa y desprendió el flojo agarre de la bandeja que cargaba.

Sobresaltado, giró por instinto hacia su amiga y sus mejillas ardieron al establecer contacto visual. Que el resto de Galdrehn también lo mirara fue irrelevante. 

Un señor lo sacó de su trance al cuestionar si no iba recoger la bandeja, que por suerte se hallaba vacía. No tendría que pagar los platos rotos, literalmente.

— ¡Ah! S-sí, por supuesto, perdón —carraspeó, trotando a la cocina luego de recuperar el objeto.



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En el texto hay: amnesia, drama, amor y odio

Editado: 18.12.2021

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