Recuerdos sobre hielo

Capítulo 24 ─ Colores

El próximo martes inició como cualquier otro; los vecinos arribaron juntos a la academia de patinaje, Kukai participó en la sesión grupal y el dúo ensayó durante horas. Aunque ya conocieran la coreografía al derecho y al revés, él aún necesitaba pulir sus técnicas y postura. El jurado escudriñaría sin piedad el mínimo detalle, por eso otros instructores del recinto accedieron a evaluarlos como si ocupasen ese rol.

No obstante, los nervios de Diamond aquel día no derivaban del imponente evento.

De vuelta al vecindario, le asió las manos a su amiga y la encaró con ansias.

—Gushi, prepárate para salir, porque estaré aquí en treinta minutos e iremos al karaoke, ¿bien? ¡Será muy especial, lo prometo!

Esa noche luciría su mejor camisa de vestir; una de color celeste, complementada por pantalones de gabardina negros y tirantes del mismo tono. De adorno, claro, ya que en realidad no sujetaban la prenda.

La castaña apenas logró asentir antes de que el joven ingresara a su casa como una exhalación. ¿Por eso se comportaba tan raro en Lux Glazure? ¿Por su impaciencia de divertirse sin las presiones del entrenamiento? ¡Quizá se atrevería a cantar en público igual que ella! Entusiasmada, lo imitó y se dispuso a alistarse, decantando por un vestido cruzado azul.

Cuando llegaron al establecimiento, a Kukai le animó detectar que no yacía tan concurrido como los fines de semana. Ya instalados en su mesa, éste fue incapaz de contener sus parloteos, gesticular como sordomudo y voltearse hacia la tarima. También pidió un batido de frutas que no duró más de unos segundos.

Pronto anunció que iría al baño, aprovechando la distracción de la fémina para escabullirse directo al DJ y su lista de cantantes.

Practicó durante los últimos días, ¡no quería arruinarlo y destrozar los tímpanos de Gushi! Por suerte, la amnesia no le arrebató la versatilidad de su voz; a veces le costaba mantener un par de notas, mas rogó que, como mínimo, resultase un espectáculo decente.

Su deseo por ofrecer una velada perfecta fue tal, que incluso llamó al bar por adelantado y verificó que cierta balada continuara en su repertorio.

El turno del moreno no demoró en anunciarse y subió al escenario sin usar máscara. Desmontó el micrófono de su soporte y respiró profundo cuando la instrumentación resonó por doquier. Esperaba transmitirle sus sentimientos a la castaña con ese acto.

—Gushi, esto es para ti… La pasión, desde que nace, ¿ya cuántos días he visto pasar? Hoy por ti, se incrementa la atracción hasta doler.

Bellanger lo miró, boquiabierta. Sospechaba que cantaría, ¡pero no esa pieza hermosa! ¿Y cómo debería interpretar su mensaje? Tragó saliva, haciendo caso omiso del rubor manifestándose en sus facciones. ¡Añoraba oírlo cantar! Pese a que no despedía la misma confianza que en el pasado, su buena intención la enterneció con creces.

—Ah, mi amor... Mis lágrimas van a fluir. Te enterarás, que sería mejor no verme así, y borrarte de mi lado.

«Sí, Gushi, eso opinaba a raíz del accidente. Ahora es distinto», meditó el intérprete. Considerando cuán inquieto estuvo toda la antesala, a duras penas se desplazaba por el escenario; la tensión no lo permitía.

Cerró los ojos al entonar el último coro.

—Ojalá, me abrazaras sin vacilar. El sin sabor al faltar calor me hace pedir no habernos encontrado. Ay, amor... Dame de tu gran resplandor. Desearía gritar, a este cielo invernal que, por favor, me permita verte a mi lado.

Su respiración irregular no impidió que recitara la letra restante sin fallos bochornosos. Escuchar el vitoreo del público fue como recibir una enorme dosis de adrenalina. Abandonó la tarima de un salto, dando zancadas hasta alcanzar a su compañera.

Le sostuvo el rostro con delicadeza, ignorando por completo a los clientes curiosos que admiraban la función. La mujer frente a él era lo único que existía en ese instante.

—Y-ya es suficiente de que la nieve eterna oculte lo que siento, Gushi, ¡n-necesito estar contigo! ¿Te gustaría crear nuevos recuerdos a mi lado? 

Atónita, y con lágrimas cayendo por sus mejillas, la muchacha sólo atinó a murmurar un conmovido “sí”, previo a estrujarlo del cuello. No era un sueño, ¿verdad? Que él se enamorara de ella por segunda vez sonaba como una fantasía digna de los cuentos de hadas.

Cuando Diamond la besó y los silbidos de los comensales celebraron su hazaña, supo que, en efecto, permanecía bastante despierta.

—Te amo, Kukai —declaró Gushi, apoyando sus frentes —. A-amo tu esencia, a la persona que eres y que nunca desapareció. S-si el concepto de las almas gemelas es real, elijo pensar que tú eres la mía.

—Entonces por poco cometemos un terrible error al distanciarnos, gracias por esta maravillosa oportunidad. —El nombrado la aferró entre sus brazos, radiante —. Si de algo sirvió esa final de hockey, fue para reafirmar mi devoción hacia ti, Gushi.

Más tarde, la extasiada pareja se dirigió a la residencia Bellanger, impacientes por compartir la noticia con Noir y Shiro. No tenían apuro por presenciar el escándalo que sin duda causarían los chiflados al enterarse.

— ¡Cuánto me alegro por ustedes! —exclamó la mayor, tras envolver a cada uno en un efusivo abrazo —. A pesar de todo, el lazo que los unía sigue presente. Son un gran ejemplo de amor y perseverancia.



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En el texto hay: amnesia, drama, amor y odio

Editado: 18.12.2021

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