No fue sorpresa para los cocineros que el jefe de Galdrehn convocara a todos sus subordinados al día siguiente para una reunión de emergencia. Las hermanas Bellanger los acompañaron, en caso de que necesitasen apoyo.
Shiro apenas concilió el sueño la noche anterior; su mente no dejaba de imaginar el espantoso aspecto de la cocina, ni de preguntarse: ¿y si la tragedia hubiese ocurrido durante el horario laboral? ¿Cuántas muertes estarían lamentando? ¿Él siquiera estaría vivo? ¿Y Kukai? Las pesadillas lo atormentaron con cada escenario posible.
El simple hecho de ver el edificio en pie lo reconfortó; así como las caras conocidas que lo acogieron después de atravesar la cinta de seguridad en la entrada. Kukai se detuvo para encarar a las chicas.
—Quédense aquí, ¿sí? No sé qué tanto se alargue la reunión con William, ojalá que no mucho —explicó, despidiéndolas con un beso en la mejilla, previo a alcanzar a su amigo.
Una vez adentro, fueron testigos de una imagen insólita: por un lado, el área del público se hallaba casi intacta; las mesas, sillas e incluso el escenario para la música en vivo. Y por el otro, sólo a unos escasos metros, el color carbón se extendía hasta la zona de empleados. La pared que la separaba de la cocina yacía en ruinas.
Igual que el corazón del chef al reconocer lo que quedó de su puesto de sushi.
No hacía falta acercarse para entender que perdió todo su contenido. Por lo que vislumbraban de la chamuscada cocina, William requeriría de bastante tiempo y recursos para cubrir los daños.
— ¿Cómo sucedió esto? ¿Hubo una fuga de gas? —indagó Alexander, obligándose a apartar la mirada.
—No, me temo que fuimos víctima de un ataque —comunicó el jefe, con una oficial a su lado. Los trabajadores se agruparon frente a él, perplejos—. La grabación de la cámara sobrevivió, se ve a un hombre encapuchado encendiendo la mayoría de las estufas; luego roció gasolina en el suelo y lanzó un encendedor fuera del rango de la cámara, para huir como el cobarde que es.
Mientras el resto de sus colegas se cuestionaban quién cometería semejante barbaridad, la misma persona cruzó por las mentes de Kukai y Shiro.
— ¡I-investiguen a Leander! —exclamó el nadador, alterado —. Tiene que ser él, en estas cosas el principal sospechoso es alguien con motivos para vengarse del establecimiento, ¿no? ¡Leander fue despedido hace poco! Me lo encontré en otro local y quiso iniciar una pelea, el tipo es un lunático.
—Es verdad, su actitud hacia las chicas también es preocupante; intentó besar a mi cuñada sin su consentimiento. Y por algunos comentarios que le hizo a Kukai en ese bar, suponemos que fue él quien trató de secuestrarla semanas antes —secundó Alexander, tomando de un hombro a su vecino.
— ¿Es cierto eso, señor William? —indagó la oficial, anotando la información en una libreta.
—Sí… No quisiera creerlo, ¡ese muchacho estuvo aquí un año entero! —El apesadumbrado individuó exhaló —. Que la investigación empiece con Leander Bartom.
— ¿Y qué si fue él y lo atrapan? ¡La cocina se destruyó! ¿Qué pasará con nuestros empleos? —cuestionó uno de los chefs.
—Por desgracia, temo que Galdrehn estará fuera de servicio; todavía no sé exactamente por cuánto. Es probable que recorte al personal para costear las reparaciones —afirmó William, enfrentando con dificultad a sus subordinados —. Aquellos que de verdad deseen seguir aquí cuando el restaurante vuelva, su posición los estará esperando.
Los murmullos se reanudaron y la inquietud abarrotó la habitación. El encargado carraspeó, obteniendo la atención general de nuevo.
—Les agradezco a todos por el empeño que han invertido aquí. Gracias a ustedes, Galdrehn brilla y es la opción favorita de cientos de comensales. Les prometo que revivirá de las cenizas a la brevedad y me disculpo por no poder ofrecerles más información al respecto. Ya son libres de retirarse.
Shiro se dirigió a su jefe apenas se presentó la oportunidad, dejando solo a un confundido Kukai. Intuyó que le brindaría palabras de aliento, hasta que notó a William voltear hacia él por fracciones de segundo.
No hablaba a su favor para que no lo echaran, ¿cierto? Tal vez era una teoría egocéntrica de su parte, mas no descabellada. El exjugador de hockey observó a sus colegas; algunos expresaban enojo, otros su tristeza, y los demás sugerían armar una colecta para acelerar el proceso de restauración.
Él era el novato allí, su tiempo en la cocina fue maravilloso y nunca lo trataron como a un intruso. No consentiría que sus camaradas perdieran su trabajo por él, ¡en especial Shiro!
Cuando éste le dijo que saldría a reunirse con las Bellanger, Kukai le indicó que lo alcanzaría tras conversar unos instantes con su jefe.
—Señor, renuncio.
— ¿Eh? ¿Estás seguro, Diamond? —William encaró al joven, desconcertado, y le sujetó un hombro —. Te sobra entusiasmo, eres veloz en la cocina y cumples bien con las recetas, ¿te irás tan rápido del negocio?
—Se lo agradezco. En serio aprecio la familia que me dio aquí, por eso me rehúso a ser elegido si mi nombre compite contra el de uno de ellos. Además, dudo que la cocina sea mi verdadera vocación —afirmó el moreno, estrechándole una mano.