Recuerdos sobre hielo

Capítulo 26 ─ Promesa

Shiro se detuvo en la calle frente a Galdrehn, y apreció a las personas en uniforme de construcción que circulaban dentro y fuera de la estructura. Conocía aquellos rostros, pues acudía a menudo para prestar su asistencia.

Era increíble que ya transcurriese un mes entero.

Las reparaciones marchaban de maravilla; y gracias a la noble recaudación de la comunidad, la mayoría de empleados conservarían sus puestos durante la reapertura. 

El suceso más favorable de la tragedia fue el arresto de Leander Bartom. Mientras que el restaurante recobraría su gloria en cuestión de semanas, el futuro del rubio iba a rostizarse por sus propias llamas.

Al menos Shiro aseguraba que ese sería su destino en un par de años.

En especial tras obtener información adicional del caso, gracias a su hermano, Edward: la casa del criminal contenía cloroformo y videos de abusos a víctimas inconscientes. Fue una noticia aterradora para Gushi, mas el hecho de que ya no pudiera lastimar a nadie le brindó un consuelo parcial.

El chef salió de sus cavilaciones cuando una atractiva mujer lo saludó, al reconocerlo como uno de los colegas de Diamond.

— ¿Naomi? ¿Qué haces aquí?

—No me mires así —se quejó ella, cruzándose de brazos y dando vuelta hacia Galdrehn —. Un chico con el que salí hace unos días me habló del incendio… El idiota de Kukai no está muerto, ¿verdad?

Alexander alzó una ceja. Esa no era una forma sensible de preguntar algo tan turbio.

—Él está bien, ocurrió con el restaurante cerrado y no hubo víctimas.

Naomi suspiró.

— ¡Fabuloso! Ya no me interesa ese niñato, pero morir quemado sería un final muy cruel. —Le dio palmaditas en el hombro y siguió su camino, sin molestarse en agradecer.

Shiro no supo si reír o inquietarse, por lo que sacudió de su cuerpo esa extraña interacción y entró en el establecimiento.

Antes de almorzar, Gushi se desplazaba como una ráfaga por la pista de hielo, donde echó un vistazo a su pareja, cuya mirada perdida delató sus elevados niveles de distracción. Teniendo la competencia a la vuelta de la esquina, esos espantosos nervios de primerizo eran comprensibles. Ella los compartía. Sin embargo, se guiaría del viejo Kukai y mantendría la compostura por ambos.

— ¿Lo intentamos de nuevo? —le sugirió al moreno, tendiéndole una mano.

Quizás el obstinado joven sólo se calmaría si probaba -por enésima ocasión- su dominio absoluto de la coreografía.

— ¡Por favor! Prometo que será la última vez por hoy —respondió, atrayéndola a él.

Había afirmado lo mismo varios minutos atrás.

Besó en los labios a su novia para aliviar la tensión que lo acribillaba, previo a repetir los pasos que no le costaría enlistar al derecho y al revés. ¡Debía confiar en Gushi! Su pánico decrecía al iniciar la rutina, pues la sonrisa de la chica era lo único importante para él.

Pero… ¿Y si el público lo distraía? ¿Y si olvidaba el resto de la danza luego de un mal aterrizaje? Sus giros y saltos aún eran bruscos; soportaría cometer errores de novato. No obstante, ¿lastimar a su novia por no atraparla? Una equivocación de tal magnitud resultaría imperdonable.

Gushi aprovechó el abrazo de su pose final para despeinar juguetonamente las hebras negras de Diamond. Lucía bastante serio a lo largo del ensayo y esperaba arrancarle una mueca alegre.

— ¿Qué te pareció, Kukai?

El moreno rió con ternura y agitó la cabeza para alborotar aún más su cabello.

—No sé si a los jueces les guste ese cierre, la apariencia es vital para ellos —indagó, frotando sus narices —. ¡Bah! ¡Para mí fue un diez!

Diamond se apoyó del borde de la pista y se sentó de espaldas a éste, indicándole a la chica mediante gestos que lo acompañara.

— ¿Cómo es que permaneces tan tranquila? Trato de disimular, pero estoy aterrado. ¡Quiero hacerlo bien y que se note nuestra química! Las probabilidades de que te lastimes por un fallo mío son bajas, ¿correcto? Es lo que más me preocupa.

Gushi se acomodó a su lado, satisfecha de lograr su cometido.

—Somos un buen equipo y tengo fe de que nos irá genial, incluso si no ganamos. Cuando pienso en todo lo que ha ocurrido desde que perdiste la memoria, ese concurso no suena tan terrible, ¿o sí?

Kukai la acunó en su pecho, cerrando los ojos.

Touché, cariño. Usar la amnesia para recordarme que existen cosas peores no te servirá para siempre, ¿eh? Aunque me encanta que lo hagas. —Entrelazó una de sus manos —. ¡Hay que celebrar a lo grande sea cual sea el resultado! Podríamos escaparnos al karaoke y cantar juntos.

— ¡Claro! Justo después de cenar con nuestras familias —secundó la castaña, frotándose un brazo.

El método para festejar era irrelevante, sólo pedía que el concurso avanzara libre de contratiempos.

Al día siguiente, Shiro salió de su auto con una bolsa de papel en la que protegía el abundante sushi encomendado. La cantidad de padres y jóvenes que transitaban la academia a la hora de salida siempre era abrumadora; por suerte, no fue necesario buscar a su cliente, ya que éste lo encontró a él.



#16840 en Novela romántica
#3179 en Joven Adulto

En el texto hay: amnesia, drama, amor y odio

Editado: 18.12.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.