Miro mi brazo con la intravenosa y suspiro, estoy en mi quimio, me siento muy débil y la verdad no sé como podre trabajar mañana, siempre que me realizan este procedimiento no me siento muy bien. Cierro los ojos intentando olvidar que estoy sola llevando a cabo todo esto que no es nada fácil.
Mi familia está lejos y no tienen idea de que estoy muriendo. El hombre que amo está a punto de casarse y es mmi jefe, tengo que verlo todos los días y sentir cada vez más como mi corazón se rompe cuando noto el resentimiento que me tiene por lo que hice.
¿Podría pasarme algo peor?, espero que no sea así, porque en realidad no sé si podría soportarlo. Media hora después estoy en el auto con Ana sintiendo que las ganas de vomitar cada vez son más fuertes.
—Sé que me dijiste que no me entrometiera en esto, pero no puedo soportar verte de esta manera y que lo estés haciendo sola, necesitas un hombro en el cual apoyarte, habla con tus padres, Emi, por favor —dejo salir un fuerte sollozo que me desgarra la garganta, he sido fuerte todo este tiempo, pero cada vez esa fortalece se desvanece más y más.
—No puedo… No quiero que me vean como cada día me voy desvaneciendo, nena, mi madre está bien con papá y franco, no quiero ocasionarles un dolor como este.
—Pero no es justo, puedo notar como cada día que sales de tu quimio el dolor en ti es más grande que el día anterior, eso me duele, porque te quiero —dice sollozando.
—Y yo a ti y agradezco que estés aquí a mi lado, siempre lo voy a recordar como un gran sacrificio.
—Deja de hablar así, parece que te estuvieras despidiendo —dice haciendo que sonría un poco.
—Eso sucederá en cualquier momento, debes estar lista.
—No, claro que no, pudiste vencerlo una vez, sé que lo podrás hacer de nuevo —coloco mi mano sobre su pierna para demostrarle que agradezco sus palabras.
—Tenía cinco años y el cáncer solo estaba empezando, estuvimos a tiempo para detenerlo, ahora no es así.
—Pero dijiste que el oncólogo había dicho que el tratamiento estaba funcionando —asiento, porque es verdad.
—Lo está, pero eso no garantiza que desaparecerá, esto es un carrusel de la suerte, Ana, y no quiero que mi madre deje de vivir por estar a mi lado esperando si me recupero o no —sus ojos se llenan de lágrimas por mis palabras y juro por Dios que no quisiera hacerle esto, pero sé que si le pido que me deje no lo hará.
—Está bien, te entiendo, es solo que me duele ver cómo estás lidiando con esto, tu sola, veo como observas a los demás pacientes cuando su madre o esposo está a su lado acompañándolos con esta lucha, no puedes negarlo —asiento colocando la mirada al frente porque no quiero romperme delante de ella.
—No lo voy a negar, enfrentar el cáncer solo es difícil, pero más lo sería ver como las personas que me rodean se marchitan conmigo, merecen vivir, no puedo solo quitarles esa opción.
—Creo que eso lo deberían decidir ellos, pero no les diste esa opción —dice apretando con. Fuerza el volante.
—Estoy cansada, no quiero discutir contigo, por favor
No dice nada más y el resto del camino permanecemos en silencio, sé lo que piensan, que estoy comportándome como una tonta al no permitir que nadie sepa que estoy enferma, pero es que he sido testigo de lo difícil que ha sido para muchas familias el tener que dejar ir a algún ser querido por esta enfermedad.
Por esa razón no quiero a nadie a mi lado, no deseo ver como mi familia o el hombre que amo se consumen viendo como cada día me marchito más, no lo merecen, ellos tienen la posibilidad de vivir, algo que puede que yo no, ¿por qué les quitaría eso?, no sería gusto.
Cuando llegamos a casa Ana solo entro a su habitación sin decir nada, podía escucharla desde mi habitación como lloraba, me odiaba por eso, nos conocemos desde que tenemos cinco años, es como mi hermana y verla de esta manera me parte el alma, pero sé que si le pido que se vaya no lo hará.
La noche fue más difícil de lo que imaginaba, los vómitos eran muy seguidos, el cansancio en todo mi cuerpo no me dejaba pegar un ojo. Eran las cinco de la mañana y no había podido dormir nada. Salgo de mi casa con la poca energía que me queda y me dirijo al restaurante para empezar mi horario laboral.
El restaurante estaba solo y no entendía por qué si ayer cuando me fui no se me informo de nada, camino por él hasta la cocina y solo encuentro a Josh que levanta la mirada del plato de comida que tenía en la mesa.
—Buenos días, ¿sucedió algo? —exclamo confundida por encontrar el lugar solo.
—No, hoy es día de inventario, nadie viene a trabajar y el restaurante no se abre —asiento entendiendo que puedo irme a casa.
—Bien, entonces vendré mañana, que tengas buen día.
—Espera Emi, quiero hablar contigo —cierro los ojos con fuerza, aun de espaldas a él.
—No creo que eso sea necesario.
—Yo creo que sí, te conozco muy bien y sé que algo te pasa —Suspiro dándome la vuelta para verlo a la cara.
—Ya te dije lo que me pasaba, no sé por qué sigues con lo mismo.
—Porque no te creo nada, por eso, sé que algo escondes y no puedo estar tranquilo si no sé qué pasa.
¿Por qué es tan hermoso?, por esta razón me enamore de el cómo una loca, Josh tiene el corazón más grande del mundo y estoy segura de que si supiera lo que en realidad pasa se desviviría por mí para que no muriera, pero eso sería una cárcel en vida para él y lo amo tanto para permitir tal cosa.