Había pasado una jornada algo inquieta después de esa llamada, pero gracias al trabajo fui dejando ese pensamiento aún lado; me encontraba recostada en mi sofá tratando de terminar mi libro que anteriormente estaba leyendo, fue un largo día después de todo, Armitt se encontraba trabajando en su casa, me dijo que hoy no me molestaría porque tenía que ver muchas cosas sobre la empresa y no es que extrañe si compañía, pero poco a poco estoy acostumbrándome a él y su infantil personalidad.
Lo mejor que debo hacer ahora es mejor ir a descansar, seré mi libro y me dirigí a mi habitación lista para dormir y mañana acabar la semana.
A la mañana siguiente me levante muy animada porque hoy es viernes y lista para empezar mi día laborar, tome una ducha rápida, rápidamente me arregle y me vestí, amaba vestirme de una manera formal siempre, mi saco color morado, una blusa de seda color blanco y mi pantalón formal negro y unos tacones color negro.
Estaba ya desayunando mientras miraba el periódico por internet y revisar si no había nada de William, como no olvidarme de su nombre, pero no logre encontrar nada de él, no es que fuera noticia relevante pero no sé qué me hizo creer que encontraría algo de él en el periódico. Escucho la puerta sonar y no hace falta adivinar quién era.
— ¡buenos días vecina! — su sonrisa deslumbra.
— Entra — sonrío, debo admitir que en estos últimos días estoy un poco mejor de ánimo, no he vuelto a escuchar comentarios de lo amargada que soy pero los que si me han llegado es como voy sonriendo por la oficina.
— ¿lista para el trabajo señorita Moore? — sonríe, y yo asiento.
— espérame aquí solo traeré mi bolso, no contestes el teléfono si suena — le advierto fulminando con la mirada y el ríe.
Me encamino a mi habitación y busco mi bolso, veo que todo lo necesario va en él.
— Es muy bonita tu habitación — lo veo recostado en el marco de la puerta.
— no te dije que te quedaras haya — digo, es imposible decirle algo a este hombre, es muy necio y sé que está aquí por curiosidad.
— Me aburrí de ver la misma sala todas las mañanas — eleva ambos hombros — me gusta el blanco y él azul en tu habitación, creí que tendrías rosado es decir por lo ñoña que eres — lo escucho decir con una sonrisa burlona.
— ¿ñoña? — entrecejo mi frente. — no lo soy, sabes que, ya vámonos — lo jaló hacia la sala para que nos fuéramos ya.
— No me digas que te enojaste — yo niego con la cabeza, la verdad pueda que tenga razón o no la tenga, no lo sé, pero en estos momentos estoy en una estabilidad emocional conmigo misma.
Salimos del apartamento y nos encontramos a la señora Pops, mierda, ¡LA SEÑORA POPS!, nos ve un poco confundida pero a la vez con una ceja elevada.
— ¡buenos días señora Pops! — escucho decir a Thiago con ese entusiasmo.
— ¡parece que lo son!, Y más para ti Thiago — dice viéndome fijamente y claro sin perder esa manera de incredulidad de su parte al vernos.
— Tenemos que irnos — digo rápidamente, trato de adelantarme por mi cuenta pero veo que Thiago va atrás mío.
— ¡tenemos que hablar beca!, Es importante, ¿puedes llegar hoy? — pregunta, no es buena idea la verdad no quiero que me ataque con sus preguntas, tengo suficiente con mi madre y mi tía, no con mi vecina.
— Veré si puedo llegar hoy — le sonrió amablemente y salgo de allí lo más rápido.
— Me agrada la señora Pops — toca el botón para llamar al elevador y esperamos mientras esto se abra.
— no vez lo que pasó verdad — este se abre y ambos entramos al elevador.
— No, la verdad no entiendo que pasó — no volveré a decir nada y no lo voy a insultar, pero diré que no es necesario ser inteligente para saber lo que pasó.
— ¡pensó que habíamos pasado la noche juntos! — ya nos encontrábamos en el estacionamiento mientras caminábamos hacia el auto.
— Sabes que es lo que pasa entre nosotros, que no te afecte lo que piense la gente, beca — dice, el auto estaba en marcha e íbamos directo a nuestro respectivo trabajo, ya no dije nada después que el mencionó eso, ¿me importa lo que dicen la gente? Claro que sí, porque no me gusta que mi nombre este por cada apartamento que se encuentra en ese edificio, no es ilegal preocuparme por lo que la gente dice de mí.
Ya estando en el estacionamiento del trabajo, abro la puerta del auto para retirarme y agradecerle a Thiago.
— ¿a dónde vas? — pregunta mientras sale de su auto.
— ya me voy, muchas gracias por el aventón — agradezco y me giro para caminar hacia la entrada.
— alto Beca, ven entremos juntos — y veo cómo medio corre hacia mí para alcanzarme.
— ¿Qué?, ¡No!, ¡Estás loco! — frunzo el ceño, él sabe perfectamente lo que pasaría si el entra conmigo.