Red de identidades

Capítulo 3⚡

—El mundo esta lleno de personas locas, mi gente. Mucho cuidado
•••
 


 

Oliver.
 


Me encontraba en la biblioteca de la institución buscando un libro de literatura para Alex. Llevaba alrededor de doce minutos buscando la portada de dicho libro hasta que decidí buscar en otra estantería.

Buscando con la mirada la portada de este supe que me tardaría más de lo esperado, puesto a que no me sabia el nombre, Alex solo me enseñó cual era la portada para así buscarlo. En ese momento me pareció más fácil pero después de estar aquí buscando un libro solo por la portada no me parece lo más inteligente del mundo.

Soltando maldiciones decido dejarlo para después. Solo le diré a Alex que no lo encontré y que lo buscaré el lunes.

Caminando entre los estantes algo llama mi atención. En uno de los muchos estantes de libros había uno específico que le faltaban muchos libros. Eso no era lo extraño; lo extraño era que en uno de los espacios vacíos capte movimiento. Y sin importarme una mierda que fuese aquello me acerque.

Al estar más de cerca pude notar que en aquellos espacios había una persona detrás. Al otro lado del estante. Antes de que pudiera pensarlo ya estaba caminando a esa dirección.

Rodeé el mismo y me topé con una cabellera larga y rubia hasta la cintura, liso y con brillo. Mi desconcierto se hizo presente cuando noté que era una chica.

Ella me estaba dando la espalda con la frente pegada a la pared sin percatarse de mi presencia. Ella no sollozaba, no temblaba ni hablaba. Solo estaba ahí. Como si su alma no estuviese en su cuerpo.

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal al recordar las escenas de esas películas de terror cuando los personajes creen que los asesinos están detrás del armario y al abrir  la puerta resulta que no están pero en lo que se voltean aparecen para abalanzarse sobre ellos.

Con pasos lentos y con un brazo extendido me acerco a ella lentamente. No llegué a tocar su hombro cuando toma mi mano y la dobla. Un grito escapa de mis labios quemando mi garganta al escuchar los huesos de mi muñeca crujir.

No obstante no se detiene allí. La chica dobla mi brazo de tal manera que me hace arrodillarme. Estando en esa posición, me lanza un codazo justo en la nariz para después patear la boca de mi estómago con su rodilla.

Náuseas. Eso fue lo que sentía ante semejante dolor. El sabor metálico de la sangre inundó mis fosas nasales. Era tan desagradable.

La chica me tumbó en el piso boca abajo con el brazo torcido a mi espalda. Su pie en mi cabeza. 
Nunca me habian golpeado tanto en mi vida y mucho menos una chica.

No podía moverme, me tenía inmovilizado por completo. Ahí supe que tenía que arreglar esto si quería salir de aquí caminando.

—¡Sueltame, loca!— Grité moviéndome desesperadamente.

—¿Quién eres y por qué querías tocarme?

—¡No iba a tocarte!— Exclame en defensa.

— Eso no fue lo que tu mano en mi hombro demostró— Respondió calmadamente.

—Bueno, sí. Si lo iba hacer pero solo para ayudarte. Disculpa si no es normal encontrar a chicas escondidas en las esquinas de los estantes de la biblioteca— Respondí con sarcasmo.

Ella soltó su agarre en mi brazo dejándome libre. Me pare rápidamente del suelo frío ganándome un leve mareo. Sentí unas pequeñas manos tomando las mías. Levanté la mirada y me encontré a la chica ayudándome a caminar.

Hasta estas alturas no había podido ver su rostro. Lo único que pude visualizar de ella fue su puño en mi jeta. Eso me gano por curioso.

Me llevó a una mesa y me senté en la primera silla que vi. Una mueca de dibujo en mi rostro al sentir un dolor punzante en mi muñeca. Inmediatamente sobe dicha zona con mi otra mano.

—¿Te la fracture?— Preguntó una voz suave a mis espaldas. Supuse que era la chica.

— No creo— Respondí a secas observando mi brazo en donde estaban marcados sus dedos.

—¿Puedo ver?— Su voz salió temblorosa. Frunci el entrecejo y me giré para encararla.

Por primera vez pude ver el rostro de la chica karateca. Su cabello rubio y largo caía a los lados de su cara. Tenia facciones finas y delicadas; labios pequeños y rosados; mejillas adorables; ojos grandes y azules con pestañas rizadas. Decir que era bonita sería un eufemismo. Ella era hermosa.

Jugaba con sus manos con nerviosismo. Y su mirada estaba fija en el suelo evitando el contacto visual. No era muy alta, era del tamaño de un duende; contextura delgada.

Supe que se sentía mal por mi estado, me había golpeado y arrastrado por el suelo como trapeador sin contar mi nariz sangrienta y muñeca posiblemente rota.

—Sí.— Fue lo único que respondí.

Ella sin pensarlo mucho se acercó y tomó mi muñeca. Me dio gracia ver la diferencia notoria de nuestras manos. A comparación con las mías que son delgadas y grandes; las de ella eran pequeñas con los dedos delgados y piel suave.

No tardo mucho cuando soltó mi muñeca con delicadeza y se marchó. Desconcertado por su acción la seguí con la mirada. Ella desapareció entre los muchos libros que había. Me levanté de la silla aún con desconcierto y me dirigí a la salida sin más.

¿Quién diablos era ella? ¿Y por qué se fue así?

No seguí indagando en el tema y decidí olvidar aquello. Logré dar unos pasos cuando escuché un grito a mis espaldas.

—¡Hey, espera!— Era la voz de la muchacha.

Gire sobre mis talones por inercia para encontrarla corriendo detrás de mí. Llevaba su mochila en la espalda y su cabello largo se movía hacia los lados. Sí. Era absolutamente hermosa.

Una vez que llegó a mi lado se agachó. Puso sus manos en su rodillas y levantó una mano como señal de que esperara a que recuperara el aliento. Me reí con la nariz al ver la escena. No soy el ser más atlético del mundo pero la distancia de la salida de la biblioteca al pasillo no es mucha como para quedar así.



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En el texto hay: accion, contenido +18, humornegro

Editado: 22.09.2020

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