La antipatía mutua era tal, que el contacto de sus manos fue como una descarga. Asustada, su mirada se volvió a la suya y comprendió que él sintió lo mismo. ¡Era imposible que la siguiera atrayendo! Eso era masoquismo. Sintió pánico. El la odiaba y la injusticia la ponía nerviosa.
—¿Viene solo, señor Roque? —el tono de su voz le brindó confianza—. Tengo entendido que vendrá más gente.
—Como trabajaremos juntos, ¿por qué no abandonamos las formalidades? —sugirió Pablo brusco—. Será mejor que me llames por mi nombre como todos. Los demás llegarán más tarde. Vine temprano con la esperanza de que Leonardo me muestre la casa —él se volteó hacia el otro hombre—. Dijiste que podía escoger las habitaciones que quisiera usar.
—Sí, lo hice y la oferta sigue en pie. No creo que pensaras que me negaría, ¿verdad? —lo retaba.
—Claro que no. Estoy seguro de que no hay razón alguna para ello —Pablo lo dijo en tono irónico y Leonardo rió.
—Como no tengo nada que esconder, puedes mirar por donde desees, querido Pablo, considera la casa como tuya. Clara estará encantada de acompañarte en el recorrido, ¿o no, querida? — Leonardo le sonrió.
—Pienso que Pablo prefiere que tu lo hagas, a fin de cuentas la conoces más que yo.
—Imposible. Espero una llamada de negocios importante. Estarás contento con Clara, estoy seguro Pablo.
—Lo estaré. Bueno Clara, soy todo tuyo. Será mejor que me muestres el camino.
La joven no pudo hacer nada, se soltó del brazo de Leonardo y se acercó a Pablo.
—Empezaremos por la planta baja, ¿te parece Pablo?
—Pediré que nos lleven el café a la terraza para cuando regresen… Clara, querida…
—¿Sí, Leo?
—Tu cabello —sonrió.
Automáticamente levantó su mano para revisarlo. Olvidó levantarlo. Estuvo ocupada desde temprano con los arreglos de última hora y la llegada de Pablo hizo que se le olvidara. Como de costumbre, Leonardo utilizó ese comentario para mostrarle que era su posesión.
Leonardo se marchó sin esperar respuesta. Clara comenzó a caminar. Con la mano le mostró el camino a Pablo. Cuanto más pronto terminaran, mejor.
—La casa fue construida en la década de mil ochocientos ochenta por el filántropo… —la joven hablaba como autómata y fue interrumpida antes que pudiera proseguir.
—Puedes omitir la lección de historia. He leído todos los libros —mencionó Pablo al seguirla con las manos dentro de los bolsillos.
—¿Tienes que ser tan brusco? Esto tampoco es divertido para mí.
—No me importa si lo es —dijo cínico.
Clara se detuvo abrupta sonriendo agriamente. —Considerando nuestra posición, ¿no crees que es tonto el insultarme?
Para su sorpresa, Pablo rió.
—Verdaderamente eres tonta. A Leonardo no le importa si te insulto, linda. Dudo que se inmutara. El me quiere aquí, como lo habrás notado. Es una broma para él, pero yo pretendo ser el que ría al ultimo —lo dijo con determinación.
—¿Por qué te quiere aquí? —pregunto la joven tragándose la humillación que sentía.
—Tienes una pequeña y hermosa nariz, pero te aconsejo que la mantengas fuera de este asunto. Cualquier cosa que yo desee que Leonardo sepa, se la diré yo mismo, sin intermediarios. ¿Es este corredor parte del recorrido?
Su sarcasmo resultó odioso, asumía que ella diría todo a Leonardo. Se sintió incómoda al pensar que era lo que Leo deseaba. Sin decir palabra, continuó caminando. No sólo estaba allí para realizar la película y ella desconocía sus razones. Odió ser usada de esta manera. Los despreciaba.
—¿Qué pasa con tu cabello? —la pregunta de Pablo interrumpió sus pensamientos.
Clara se detuvo frente a una puerta y se dio la vuelta.
—Olvidé recogerlo esta mañana. A Leonardo no le gusta que lleve el cabello suelto.
—¿Es verdad? Todo lo que desea Leonardo , lo obtiene, ¿no es cierto?
Una de sus manos se deslizó por su cintura con un gesto que no necesitaba de títulos.
—¿Pagó Leonardo por el numerito que hiciste conmigo?
—¿Acaso olvidas tu parte del juego? ¡Se necesitan dos para bailar! —ella exclamó, con el deseo de borrar lo sucedido.
—Mi ego es frágil y no estoy acostumbrado a fallar.
Así que ella estaba en lo correcto. Todo lo que él quería era una compañía para su cama esa noche, mientras ella imaginó…Pablo se molestó esa noche porque ella no accedió. Pensó que podría llegar hasta el final. Gracias a Dios, ella no le dio oportunidad.
—Si es así, me sorprende que no hayas insistido, ¿o te das por vencido fácilmente? ¡Me asombra de un tipo como tú! —ella exclamó.
—¿Se supone que debí intentar algo más? —la pregunta estaba cargada de enojo—. ¿Leonardo te dijo que lo hicieras?
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué tendría que hacerlo? —la joven respondió verdaderamente alarmada y confundida.
—Porque, querida, conozco a Leonardo. Es lo que él haría. Por ejemplo, el incluirte en mi película. Está matando dos pájaros de un tiro. Entorpecerme y darte lo que deseas.
—Mire, señor Roque…
—Pablo —él la interrumpió.
—Pablo…quiero que sepas que todo este asunto de la película es idea de Leonardo.
—¿Realmente? —preguntó con cinismo.
—¡Realmente! Nunca ha sido mi intención actuar, pero él desea que lo haga y…—ella se detuvo al descubrir su mirada de burla.
—No me tomes por un tonto, Clara. Leonardo ya me informó lo que esto significa para ti, así que dejemos las protestas de inocencia. De la cual, sabemos que no posees ni una migaja. Pongamos las cosas en claro. Tu puedes controlar a Leonardo entrando y saliendo a tu antojo de su cama, pero para mí no eres especial. No voy a aligerarte el camino. Seguiré con la película y trabajarás como nunca lo has hecho, ¿entendiste?
Clara nunca se sintió más humillada. Lo que él sugería la hizo temblar, pero no le demostraría lo que sus palabras la lastimaban. Ni siquiera comprendió por qué le dolían tanto. Después de todo, era lo que todos imaginaban...