Clara tramó un plan durante la noche de insomnio y lo pondría en marcha aunque estaba nerviosa. Quizá no deseaba hacerlo. Odiaba el que Pablo la hiciera tan vulnerable. Respiró profundo y entró en la habitación donde Pablo terminaba una discusión con sus técnicos. Se preparó para lo peor. Al escuchar sus pasos él se dio la vuelta mientras Clara se abría camino entre el montón de cables.
Pablo vestía pantalones de mezclilla y una playera que lo hacían ver muy atractivo.
—Te estoy buscando —se tensó el ver que Pablo enarcaba las cejas.
—¿Por qué ese repentino deseo por mi compañía? —replicó con frialdad.
—¿Podríamos hablar? —pidió la joven sin dejarse sorprender por la actitud del hombre y humedeció sus labios.
—Pensé que lo estábamos haciendo.
—Sí, pero en un lugar más privado.
Pablo la miró con expresión de duda antes de aceptar.
—Muy bien, vamos a la terraza si es tan importante. Tienes cinco minutos.
La joven apretó los dientes para no responderle y abrió camino. Se sentó en una banca de piedra con expresión indiferente. Pablo se reclinó en una pared y cruzó los brazos.
—Muy bien ¿de qué se trata? —preguntó él, impaciente.
—Deseo disculparme por lo de anoche. Me doy cuenta que sólo querías ser…amable. No debí enfadarme contigo…lo que pasa es que estaba molesta. Disculpa si fui grosera —después de decir eso, esperó.
—¿A eso me trajiste aquí? —preguntó incrédulo—. Muy bien, acepto tu disculpa. Ahora, si me permites…—él intentó irse y Clara se levantó de pronto.
—No. Espera Pablo, por favor, yo…hay algo más —¡Dios santo! ¡Cómo odiaba tener que suplicar, en especial a ese hombre! ¡Y todo por el maldito Leonardo!
Pablo frunció el ceño y agitó las manos. Se sentó con expresión de incredulidad.
—Te escucho.
Este era el momento esperado, de su habilidad dependería el convencerlo. Incapaz de mirarlo a los ojos, habló:
—Tuvimos… .un mal comienzo la otra noche, ¿no es así? No quiero culpar a nadie pero…esta situación…va a ser muy difícil si no ponemos algo de nuestra parte ya que tenemos que trabajar juntos por algunas semanas y el continuar así no nos ayudará. Creo que como adultos debemos tratar de llevarnos bien —tragó saliva e intentó ver la reacción de Pablo.
—Bueno, ¿qué piensas? —preguntó la joven.
—Es válido lo que dices, no somos niños. ¿Podrás hacerlo? —preguntó escéptico.
—Estoy dispuesta a intentarlo. ¿Y tu?
—Muy bien, trataremos, por el bien de la filmación.
—Sí, claro…por la película —Clara forzó una sonrisa.
Se quedaron allí, viéndose a la cara, y el resplandor en los ojos de Pablo se hizo más profundo.
—Bien, después de haber logrado este espíritu de cooperación, no debemos dejar que esta oportunidad se pierda, ¿correcto? —comentó tranquilo.
—No, no, ¡claro que no! —Clara sonrió dudosa.
—Lo que quiero sugerir es que me acompañes esta mañana para que veas lo que hay detrás de la pantalla. Podrías encontrarlo interesante.
—Muy bien —asintió y trató de mostrarse entusiasmada.
Pablo dibujó una sonrisa en sus labios y movió la cabeza, pero no dijo nada, sólo la invitó a que lo siguiera. Clara respiró profundo y cerró los ojos un instante. Pensó que las cosas estaban bien y lo siguió.
Clara escuchó con interés las discusiones de Pablo con los técnicos y empezó a apreciar el conocimiento que tiene un director para hacer su trabajo correctamente. El tiempo se le fue volando y cuando todo se detuvo para la comida, ella admitió que después de todo, Pablo no era tan malo.
Viendo a su alrededor, la joven descubrió que todo estaba en orden en lo que había sido un caos.
—Es increíble. ¿Cómo lo lograste?
—La práctica y un buen látigo —dijo seco—. Así que nos hemos tolerado toda la mañana. ¿Qué propones para la tarde?
—Te podría mostrar la casa otra vez ya que ayer no tuviste suficiente tiempo —sugirió Clara.
Pablo se frotó pensativo la barbilla.
—Me parece buena idea. Debo escoger las habitaciones. Muy bien, trae una libreta y un lápiz para que seas de utilidad y tomes notas.
Clara se relajó y pensó que si Pablo continuaba de ese humor, no estaría mal.
—Tú eres el jefe —aceptó de buen grado.
—Voy a comer con mi asistente, así que te veré en el vestíbulo a las dos, ¿de acuerdo?
—Muy bien. A las dos, libreta en mano.
Pablo se volvió para alejarse, pero después de unos pasos regresó.
—¿No crees que Leonardo objete el que monopolice tu tiempo? La pregunta crispó a Clara y contestó de manera vacilante.
—No… —la joven lo vio marcharse.
Se reunieron en el vestíbulo a las dos. Clara aprovechó la oportunidad para ponerse unos pantalones de algodón y una blusa color limón. En una mano llevaba una libreta y en la otra un gran rollo de papel.
—¿Qué es eso? —preguntó Pablo a ver el rollo.
—Leonardo pensó que podrías necesitarlos. Son los planos de la casa —se quedó mirándolo con curiosidad mientras él los extendía. Sólo los miró un momento y se los regresó diciendo que tenía una copia.
—¿Es eso usual? —preguntó sorprendida.
—Tal vez no. En este caso se usaron como evidencia en el juicio para mostrar dónde se encontraba el cadáver en relación al sospechoso. Formaron parte de mi material de investigación.
—Ya veo. Tal vez Leonardo no lo sabía.
—De cualquier manera los conservaré para compararlos, ya que nunca se sabe…una discrepancia aquí, una anormalidad allá —se fijó en la expresión de sorpresa de Clara y sonrió con suavidad
—. ¿Lista? Bien, empezaremos por arriba esta vez...