Cuando Clara se vio obligada a tomar aire, Pablo se aprovechó: labios y lengua reclamaron su boca con aturdimiento…no era violación, sino rapto. Por un instante se resistió y luego la envolvió una ola de sensaciones, disolviendo toda su resistencia. Dejó escapar un suspiro ahogado. Sus manos cedieron y una excitación desconocida se apoderó de ella. Pudo sentir su sangre caliente en las venas y un hormigueo por toda la piel.
Su mente dejó de funcionar. Se estremeció y su cuerpo se moldeó contra el de su fuerte compañero. Volvió a suspirar y su lengua topó con la de Pablo. La emoción le corría de pies a cabeza. Existía fuego dentro de ella y sintió la necesidad de acercar sus senos a su cuerpo, tan sensibles que le producían placer y dolor al mismo tiempo. Se olvidó con quién, dónde y por qué estaba allí y se dejó llevar por la loca necesidad de experimentar este sentir que apareció tan de súbito en su vida.
Fue doblemente doloroso el choque al ser separada con firmeza. Confusa y desorientada, abrió sus párpados y sus ojos se encontraron con una cara burlona y hostil.
—¿Darías todo, Clara? ¿Te domina a tal grado?
A Clara se le heló la sangre. Se estremeció de terror y bajó la mirada. Pablo tomó su barbilla y con un movimiento brusco la obligó a mirarlo.
—Pobre Leonardo, en verdad debe estar preocupado. Por desgracia para él fuiste una mala elección para su propósito. Dile eso. Nada que desee saber puede ser tan barato. Lo único que deseo de ti es tu presencia en escena mañana. ¿Entendido?
Dolida, Clara asintió.
—Gracias querida, hasta mañana —se alejó cerrando la puerta con cuidado.
Clara se quedó viéndolo por un segundo y cerró sus ojos con pesar. Levantó las manos temblorosas hacia sus labios y reprimió un suspiro. Nunca en su vida respondió a alguien de la misma forma que con Pablo esa noche. La asustaron sus sentimientos.
Horrorizada, se aproximó al carrito de las bebidas y se sirvió el brandy que rechazó poco antes. La bebida la ayudó a controlarse y sintió alivio pues Pablo no supo y nunca lo sabría, que ella respondió a sus caricias por él no por Leonardo.
Por otro lado, Pablo se burló de ella y lo odió por ello. Sobre todo por quitarle la única esperanza para obtener su libertad. Deseaba lastimarlo. Tenía el medio perfecto: la filmación. Actuaría tan mal, que se convertiría en el bufón. Podría saborear su triunfo.
Terminó la bebida, se arregló pues tenía que regresar con Leonardo y los otros; sólo necesitaba pensar lo que le diría a Leo para dejarlo parcialmente satisfecho. Estaba angustiada.
Mientras sus ojos recorrían el librero, brincó un título y detuvo la mirada. El Caso del Asesinato de Maxwell, por Rolf Anderson. Dejó el vaso y tomó el libro. Sus dedos recorrieron las doradas letras. Rolf podría decirle más sobre el carácter de Ruth su prometida, y se dio cuenta que deseaba saberlo, ya que esa cara dulce del cuadro era obsesiva e inocente. Cuano subió a arreglar su maquillaje, llevaba el libro consigo...