Red De Misterio

CAPÍTULO IV

El detective Wilde y Jennifer, volvían a la villa, en su carruaje, después de que el banquero recibió atención médica.

—Cuando estemos en casa organizaremos las pistas que obtuvimos hasta ahora — dijo Wilde.

Hubo un breve silencio.

—Señor Wilde, sé que sus temas familiares no me incumben, pero — hizo una pausa, antes de preguntar —¿Cuándo comenzará a investigar el caso de su tío?

—¿Cómo sabe lo de mi tío?

—Su primo, el señor George, me lo dijo.

—¿Y qué más le contó? — preguntó con frialdad.

Ella se sintió atacada por el tono del detective, y decidió guardar silencio.

—¿No me responderá?

Él no obtuvo respuesta y la miró unos segundos, antes de hablar.

—Lamento si la ofendí, pero debe entender que mi vida,a usted, no le incumbe en absoluto.

—Y yo me disculpo si mi pregunta lo hizo sentir "invadido". Era una pregunta simple con una respuesta corta... — Suspiró, y desvío la mirada al paisaje nocturno que se le presentaba a través de la ventana. De repente vió a un hombre de sombrero de copa y abrigo negro. Muy parecido a aquel hombre con el que discutía el señor Blake.

—Señor Wilde...

—¿Qué sucede Angerlock?

—¿Recuerda al hombre misterioso que le mencioné hace un tiempo?

Él se acercó a Jennifer para mirar por la ventana.

—¿Es ese?

—Sí.

—Excelente, hay que seguirlo — se incorporó y le exclamó al cochero —¡Deténgase!

Luego salieron del carruaje, y empezaron a seguir a su sospechoso. Pero el desconocido no era estúpido. Se dió cuenta al instante de que alguien lo seguía; entonces comenzó a caminar por callejones y calles oscuras.

—¿A dónde rayos se dirige? — murmuró Jennifer.

—Es como si... nos estuviera guiando...

En los callejones había algunas prostitutas, al igual que mendigos, y borrachos.

—Oye preciosa ¿Cuánto cobras? — Preguntó uno de los borrachos amagando agarrar a Jennifer del brazo —pareces barata, pero de calidad.

—¡¿Cómo se atreve?! — Ella lo abofeteó, y Wilde no tardó en apartarlo.

—Llegas a tocarla y juro que te corto las pelotas — lo amenazó el detective, por lo que el borracho se arrinconó, y dejó que siguieran su camino.

—Jennifer, ponte esto y vámonos — Wilde se quitó el abrigo para colocarlo en los hombros de la joven, luego tomó su mano, y siguieron caminando.

El misterioso hombre, los "guió" hasta la calle Strand al número 145, para luego cruzarla y desaparecer.

—Se fue por allí, vamos — dijo Jennifer.

—Angerlock, no — la detuvo él. — Ese camino lleva directo a los prostíbulos.

—¿Entonces lo dejaremos escapar?

—Por ahora sí. Si quieres, podemos seguir buscando mañana por la mañana — y sacó una pequeña caja de cerillas del bolsillo de su pantalón. —Señorita Angerlock ¿Me podría dar los cigarrillos que se encuentran en el bolsillo de mi abrigo? — Preguntó volteando hacia ella, pero grande fue su sorpresa, al verla en la cuadra de enfrente caminando hacia el lugar donde el hombre había desaparecido.

—Maldición, Jennifer — murmuró él, antes de seguirla.

X X X

La calle se volvía cada vez más oscura a medida que ella se adentraba. Las rameras y los borrachos,no tardaron en aparecer... Siguió caminando un poco más hasta verse rodeada de burdeles.

—Oye cariño ¿Te perdiste? — Le preguntó una prostituta.

—No,yo sólo estaba...

—¿Buscando trabajo? O tal vez ¿Un cliente? — La mujer se acercó a ella, y la tomó del rostro. —Mmm... No estás tan mal — ella llevó sus manos a la cintura de Jennifer para acariciarla —tienes una cintura pequeña, y un cuello tan...

Jennifer podía sentir el aliento de la mujer sobre su piel.

—Supongo que eres virgen; el jefe te pagará un buen monto...

—¡Déjeme! — Jennifer salió corriendo pasando entre los burdeles, en donde se veían siluetas lujuriosas y se escuchaban sonidos lascivos. —¿Cómo saldré de aquí?

Para evitar mas encuentros incómodos, se ocultó detrás de un burdel viejo y abandonado. Mientras tanto, el detective Wilde la buscaba sin éxito alguno, así que decidió preguntar a una de las rameras.

—Disculpe ¿Ha visto a una joven de cabello rizado, estatura promedio y con un abrigo color marrón?

—Puede ser... — Respondió ella mirándolo de arriba a abajo, deteniéndose en la entrepierna — tienes un buen paquete ahí...

—¿Vas a responder lo que te pregunté o seguirás babeandote?

—Tan cortante — suspiró mientras se acercaba a él —¿Por qué no olvidas a esa joven, y te quedas conmigo? — dijo acariciandole el rostro.

—No tengo dinero para tí.

—Oh, tampoco lo quiero. — Su mano bajó hacia la entrepierna de Wilde.

—Detente. — Ordenó él tomando la mano de la mujer.

—Eres un aguafiestas.

—Pierdete — Wilde se acomodó su sombrero, y se alejó unos pasos.

—La joven que buscas salió corriendo en esa dirección — dijo con tono indiferente.

—Pero por allí está el burdel abandonado — dijo con preocupación.

—Vaya, se ve que conoces muy bien el lugar... Wilde...

—Callate — y se fue al trote.

Oculta tras unos tirantes de madera caídos, Jennifer ahogaba sus gritos de horror, cubriéndose la boca con las manos; pues momentos antes había presenciado la tortura, y el asesinato de un hombre por parte de unos pandilleros.

—¿Qué hacemos con el cuerpo? — Preguntó uno de ellos.

—Se lo daremos a los perros — respondió otro.

Jennifer intentó escapar, pero al momento de moverse, uno de los tirantes crujió llamando la atención de los criminales.

—¿Escuchaste eso?

—Seguro es una rata. Tranquilizate.

—¿Y sino lo es? — el pandillero sacó su arma y disparó.

Las balas agujereaban la madera podrida como si fuera papel, Jennifer se mordió el labio para no gritar. Avanzó unos metros a gachas, y entró al interior del burdel por un hueco en la pared.

—Está tan oscuro — murmuró ella, antes de tropezar con una bolsa.




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