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Me encontraba jugando en la gran sala con mis juguetes como usualmente lo hacía, las sirvientas seguían caminando a mi alrededor mientras ellas hacían su trabajo, como era costumbre todos me ignoraban... menos el amigo de mi padre.
El timbre empezó a sonar y como era costumbre yo salía corriendo abrir la puerta.
—¡Hola Oliver!, ¿Como te encuentras? — Dijo el hombre mientras revolvía mi rubia cabellera como saludo.
Solo asentí con la cabeza mientras bajaba la mirada, el hombre me cargo y me llevo hacia la sala donde se encontraban mis juguetes.
— Sigue jugando, iré a ver a tu madre, ya vuelvo para jugar contigo — Suavemente el hombre me soltó y me dejo jugando mientras iba hacia la recamara de mi madre.
Era muy pequeño para recordarlo bien, pero cada 3 días era lo mismo, ese hombre venia, entraba a la habitación de mi madre y después de un rato volvía a la sala para jugar conmigo, en esos momentos era el niño más feliz del mundo ya que olvidaba toda la soledad que me provocaba vivir en esa mansión y con el tiempo fue mi único amigo, él era el amigo de mi padre...
Pasaba el tiempo y cada vez era más cercano a ese hombre, pero esa noche fue el inicio de mi desgracia.
Íbamos de camino a la villa de mi padre, usualmente no salíamos de viaje, pero mi madre insistió que quería pasar ahí las vacaciones de verano. Aunque esa no era la verdadera razón por la que íbamos a ese lugar.
Ya en la noche, lluvia torrencial caía sin parar afuera de la villa y como era usual escuchaba a mis padres discutir para distraerme saque los juguetes que se encontraban en mi pequeña mochila y me sente aun lado de la ventana mientras me concentraba en jugar.
Unos minutos después vi a un hombre con un impermeable negro dirigirse a una vieja cabaña que no se encontraba muy lejos de donde estaba, cargaba una enorme bolsa negra en sus hombros. Mientras lo miraba detalladamente me di cuenta de que era esa persona, el amigo de mi padre.
Tome mi peluche favorito, agarre un pequeño paraguas con figuras de conejos que se encontraba recargado en el escritorio de mi habitación y salí corriendo hacia la cabaña.
Llegue a la vieja cabaña, pensando en darle una sorpresa silenciosamente abrí la puerta y asome mi pequeña cabeza, justo en ese momento mi rostro se distorsiono y se puso pálido por lo que estaba haciendo ese hombre, mis ojos capturaron el momento en que esa persona tomaba un cuchillo carnicero y comenzaba a desmembrar el cuerpo semidesnudo de una adolescente, estaba con la ropa rasgada, con marcas grandes en su cuello y su piel estaba muy pálida. Asustado di un grito y sin pensarlo salí corriendo, pero como podía tener ventaja el cuerpo de un niño de 7 años contra el de un adulto.
El sin pensarlo jalo de mi ropa y me arrastro hacia la cabaña cerrando la puerta.
Lo único que me he forzado a recordar son las palabras de culpa que me decía.
— Eres el culpable de que tantas personas inocentes mueran, Si quieres su perdón tienes que ser castigado — repetía mientras me lastimaba y dejaba marcas por todo mi cuerpo.
— Estas heridas, serán la prueba de tu misericordia — reía mientras seguía torturándome.
— Solo esperemos que cuando crezcas no te parezcas a ese hombre... —
Quise que todo fuera un sueño, pero la verdad es que ese día mi percepción del mundo fue cambiada por uno muy cruel y sangriento.
Al amanecer, ese hombre que creía mi amigo me dejo salir, llorando fui hacia la habitación de mi madre. solo quería el más mínimo cariño que una madre puede dar.
Llegué hacia ella llorando, diciéndole todo lo que me había pasado en vez de recibir una mirada afectuosa de ella, solo vi una de repudio.
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— ¡Como te atreves a venir así conmigo, Asqueroso! — solo podía sentir como mi mejilla izquierda ardía y mis lagrimas seguían saliendo. — Te mereces todo eso, vete a tu habitación —
Ese día fue cuando perdí mi inocencia y el poco cariño que podía tener hacia mi familia.
— Ahora que te conté mi historia, que te parece si empezamos con la diversión — Sonreí mientras me colocaba mis guantes.
— ¡No, por favor, Prometiste que si escuchaba la historia no me harías sufrir! — El hombre se retorcía haciendo lo posible por desatarse
— JAJAJA cierto, creo que no aprendiste la pequeña lección con la historia que te acabo de contar, Nunca confíes en nadie. — saque una soga roja de mi bolsillo y la coloque alrededor del cuello de ese bastardo.
— ¡N...no quiero morir!.... Agh! —
— Como prometí, no te daré una muerte dolorosa, pero el mundo conocerá tus sucios pecados — empecé apretar la cuerda en su cuello mientras escuchaba sus lamentables chillidos de agonía.
— ...Agh! Ayuda.... —
Minutos después vi como sus ojos perdían todo rastro de vida.
— Dulces sueños — Susurre.
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