Pelear con ella era como
Ahí estaba ella, parada junto a un árbol en compañía de algunas personas que no eran de nuestra clase, incluyendo su exnovio. Sabía que Allena no contaría lo que vio ayer, pero no podía dejar de verla esperando alguna oportunidad para que pudiéramos hablar y eso me frustraba más. ¿Es que acaso todo entre Allena y yo siempre iba a ser complicado, confuso y por ende frustrante?
— ¡Hey! —La voz amigable de Melanie me trajo devuelta de mis pensamientos—. Ya no te vi ayer en la salida, ¿cómo estuvo la práctica?
—Agotadora… —vacilé desinteresado—. ¿Ya almorzaste? Vayamos a la cafetería.
Caminé de la mano con Melanie evitando mirar a la pelirroja de mi clase que estaba a una muy corta distancia de mí.
—Ella es Allena, ¿cierto? —Preguntó con un tono inocente—. Es muy linda, aunque parece que no le agrada nadie —bromeó en voz baja—. Uno de mi clase dijo que le gustaba.
¿Por qué justo tenía que hablar de Allena con Melanie? De todos los temas posibles y de todas las personas existentes en el mundo, ¿tenía que ser justo sobre Allena y con Melanie?
—Sí, ella suele ser así —respondí intentando no darle interés.
— ¿Te llevas bien con ella?
“Es complicado porque fuimos algo, supongo, pero me dejó plantado en nuestra primer cita y jamás contestó mis llamadas…”. Decir eso hubiera sido mucho más simple, pero en su lugar decidí envolverme en algo complicado.
—No, en realidad —mentí viendo el precio de una soda—. ¿Quieres algo?
—Oh, no, pero gracias. Iré a pedir una malteada de…
— ¿Fresa?
—No —dijo riéndose—. Vainilla, sabes que no me gusta la fresa.
—Ah… claro, lo olvidé, lo siento. —Sonreí culpable mientras se iba.
A Allena le gustaban los batidos de fresa, seguro por andar pensando en ella fue que lo confundí. Ni siquiera debía pensar en otra chica que no fuera mi novia, ¡porque tenía novia!
Pero ¿eso en qué momento pasó? El verano pasó tan rápido que apenas podía recordar lo que ocurrió entre la cita fallida con Allena y mi cita a la feria con Melanie.
¡Maldición! ¡Debía parar de hacer esto!
— ¿Vas a sacar algo de la máquina expendedora o no?
Por inercia me disculpe con la persona que estaba atrás de mí esperando por su soda, me quité de allí para que pasara y entonces reconocí al sujeto: Ian O’Donnell, alto, delgado, con cabello negro «que a la vista se ve suave» y claro, el exnovio de Allena.
¿Seguía siendo solo eso o era que acaso…?
—Ian… —mascullé aún parado junto a él.
— ¿Te conozco? —Levantó su vista y su semblante cambió—. Ah, eres tú… el chico de Londres, lo siento, Eliam —se burló un poco.
— ¿De dónde sacaste eso?
— ¿El apodo? Oí a Emily una vez decirlo, pero qué más da. —Encogió sus hombros y abrió una de las sodas que llevaba—. Supe que estás saliendo con alguien nuevo, bien por ti… supongo.
—Y veo que has vuelto con Allena, debió alegrarte que ella y yo nunca tuviéramos nada —comenté irritado.
Ian arrugó su ceño y luego se soltó a reír, cosa que me molestó un poco, aunque no dije nada. Lo dejaría burlarse de mí, que más daba si seguro Allena también debió hacerlo cuando me dejó plantado. Eran tal para cual.
—Eliam, entre Allena y yo no hay nada romántico ya —confesó relajado y suspiró—. Me quedó claro hace tiempo que ella no volvería a sentir lo mismo por mí y es que ni siquiera llegó a hacerlo como yo hubiera querido porque, aunque me dolió descubrirlo, ella se había enamorado de ti como nunca antes de mí.
Un hormigueo en mi estomago me cortó la respiración, no sabía a donde mirar ni que decir, solo sabía que esas palabras me dolieron más a mí oírlas de lo que pudo dolerle a Ian decirlas y quería seguir oyendo, pero sabía que si lo hacía podría arruinarlo todo.
—Tú la hiciste brillar como yo nunca pude, era distinta contigo y me recordó a la vieja Allena de hace unos años que me enamoró con esa sonrisa triste —admitió melancólico—. Fue una pena que no pudieron hacerlo funcionar, pero me alegro porque ella sea feliz aun sin ti o sin mí.
Este tipo… ¿qué carajo?
“¡Ian!” “¡Ven ya!”
Ian se marchó con dos sodas en la mano, volteé a seguirlo con la mirada y vi que se acercó a su grupo de amigos, le entregó la otra soda a una chica castaña de cabello liso y esta lo abrazó mientras los demás reían de algo que Allena ya no se enteró porque se había ido antes.
— ¿No compraste tu soda?
—No…
Después del almuerzo, teníamos clase con el señor Williams sobre la historia del mundo y nos hizo ir a la sala audiovisual para proyectar una película sobre el antiguo Egipto.
Por mi tardanza llegué un poco tarde y tuve que sentarme en un asiento lejano de mis compinches, le resté importancia y me senté en silencio hasta que minutos después se volvió a abrir la puerta; miré hacia atrás y vi a una chica pelirroja apurada que palpaba las paredes para no caerse de los escalones, sin embargo alcancé a ver su tropiezo al saltarse un escalón y no alcanzar a pisar el otro.
Como acto reflejo me levanté para ayudarla. La sostuve entre mis brazos sintiendo su aroma a rosas tan cerca que incluso su respiración estaba agitada cerca de mi nuca y sus latidos se sintieron rápidos cuando subí mi mano por su espalda.
— ¡Demonios!
La oí maldecir cerca de mí cuando se aferró a mis brazos para no caer al piso. Esperaba que lo hubiera dicho por casi caer y no por ser yo quien la atrapase, aunque por la falta de luz dudé de que ella supiera de quien se sostenía hasta que las luces se encendieron y la película se detuvo.
— ¿Eliam? ¿Allena? —El señor Williams preguntando del otro lado de los asientos—. ¿Está… todo bien?
— ¡Sí! —Contestó Allena nerviosa—. Me tropecé y Eliam me ayudó, es todo.
— ¿Entonces podemos seguir?
La chica asintió en silencio con su cabeza, me soltó despacio y quiso terminar de bajar bien el escalón, pero un quejido salió de ella cuando puso el pie en el piso y se sostuvo de la silla.
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Editado: 09.03.2025