Intentar resolver un crucigrama
— ¿A qué te refieres?
Increíble.
No me insultó como creí que haría, esperaba algo como… “no seas estúpido” o “idiota”, usualmente me insultaba cuando la hacía enfadar en los primeros días que nos conocimos, aunque ella pensaba que no me daba cuenta.
Aún recuerdo perfectamente el primer día que la vi y su expresión cuando me vio entrando al salón, no estaba seguro de si quería matarme ahí mismo o insultarme por verter la malteada encima suyo «o quizá ambos», pero luego aceptó estrechar mi mano con la suya y sentí un cosquilleo cuando sentí lo frío de su piel, se sintió eléctrico, suave y extraño, casi como siempre era Allena, una combinación de varias cosas que la volvían única y misteriosa, lo que hacía que fuera tan difícil de entender y resolver.
— ¿Eliam?
¿Cuánto tiempo me quedé absorto en el recuerdo de Allena? Quisiera que tan solo…
—… las cosas fueran más simples contigo —alcancé a oír que murmuré. Allena me quedó viendo y me sentí avergonzado—. No quise sonar como si estuviera reclamándote algo, disculpa, seguro también tenías tus razones.
Alzó las comisuras de sus labios, pareció como si hubiera tratado de sonreír, pero que sonrisa tan más… desanimada, entendía que me odiara, pero podía esforzarse más.
—Eliam…
Ahí estaba de nuevo, esa sensación rara que erizaba mi piel cuando escuchaba mi nombre en sus labios… en sus labios rosados, suaves y con sabor a fresa. Su forma de actuar me estaba confundiendo, antes podía tratar de anticipar sus movimientos y planear una jugada, pero justo en ese instante, no podía saber lo que ella haría y eso cuestionaba lo que yo podría hacer.
—Allena…
La puerta se abrió y la enfermera regresó para darle a Allena un justificante para ausentarse el resto del día para que pudiera ir a su casa a descansar. Entonces una ansiedad desesperante abordó mi estómago, mis manos estaban sudando y no dejaban de cerrarse y abrirse constantemente a mis costados mientras veía a Allena levantarse de la camilla para irse.
— ¿Podrás llegar hasta la salida tú sola? —Seguro la mujer insinuaría que yo hiciera algo, pero también era probable que Allena se negara—. Tu novio podría acompañarte.
Su novio… no, no lo soy.
—Él no… —se detuvo y me vio de reojo—. Él no es mi novio, y estaré bien sola, gracias.
—No seas tonta, te acompañaré.
No la dejé protestar y la ayudé llevando sus cosas hacia la salida de la escuela. El camino ya no se sintió incómodo, pero tampoco fue lo mejor del mundo.
—Lo que dijiste hace un rato —mencionó en bajo con la mirada en sus pulseras—. Lamento haberte hecho sentir que me debías explicaciones sobre lo de… ya sabes, y descuida, no le diré a nadie, será un secreto.
—Nuestro secreto. —Tan pronto lo dije, me arrepentí—. Eso sonó… raro, olvídalo.
—Claro. —Sonrió desganada y tomó su mochila de mis manos—. Gracias, Eliam, pero desde aquí ya me haré cargo yo.
Era un año mayor que Allena, perdí un año antes de entrar a la preparatoria y se suponía que debía ser maduro y más sabio que el resto de mi clase, pero desde que la conocí me sentí como un niño torpe de secundaria que tenía un crush por la chica mayor de preparatoria, ella era siempre tan… indescifrable y astuta, curiosamente, todo lo opuesto a mí, el señor tan obvio que no sabía qué hacer con su vida.
Quizá Allena ya sabía qué hacer con su vida… ¿Qué querría Allena ser en un futuro? Recién me pasó por la cabeza y ahí me di cuenta que de verdad no sabía nada de ella.
Luego de volver a lo que me quedaba de clase, nos pasamos a la siguiente y finalmente, fin del día. Fui con Marcus para irnos juntos con Melanie, pero él se quedaría a rendir un examen.
— ¿Qué tal todo hoy? —Me preguntó emocionada—. Supe que fuiste a la enfermería, pero no te veo lastimado, ¿fue algo sintomático?
—Ah, no —estaba vacilando, no quería ocultarle la verdad, pero algo retorcido en mí no quería tampoco decírsela—. Alguien de mi grupo se lastimó y me ofrecí para llevarlo a enfermería, pero… ¿tú como supiste?
—Una amiga me dijo que te vio, quizá la conozcas, se llama Jude.
¿Jude? El nombre me sonaba, pero seguro no fue importante como para guardarlo en mi cerebro con memoria de teflón.
—Es ella, de hecho. —Señaló al frente y miré.
¡Jude! Esa Jude.
Una chica alta y delgada que usaba una cola alta estirada, me dolía la cabeza de tan solo ver lo estirado que su cabello estaba. Ella me conocía, pero no le agradaba mucho y con razón, me confesó que gustaba de mí el semestre pasado y me invitó a salir, pero la rechacé por querer ir detrás de… Allena «de nuevo, Allena» el día del partido en que me dieron un buen golpe.
Le sonreí a Jude, quería verme amable y que las cosas no fueran raras, pero ella parecía molesta, quizá porque ella sí conocía el drama de Allena y me había visto con ella.
—Oye, Mel, en el aula se quedó Jane buscándote —le dijo ignorándome por completo.
Melanie me miró y sonrió antes de pedirme que no me fuera porque no tardaría, por alguna razón eso me causó ternura, Melanie era muy tierna.
— ¿Sigues detrás de Ramsey? —Me cuestionó tajante, que chica tan directa—. Supongo que Mel todavía no sabe quién es Allena Ramsey, al menos no para su novio.
Definitivamente aún no le agradaba, pero ¿por qué debía meter a Melanie en eso?
—Jude, veo que sigues molesta por lo que pasó el semestre pasado —dije queriendo no verme como un tipo engreído—, pero deberías dejarlo en el pasado y ver hacia adelante.
— ¿Cómo tú con Melanie? —Se cruzó de brazos y se sonrió burlona—. Se nota lo enamorada que ella está de ti y lo… ingenua que también es por ese amor que te tiene, por eso no nota que su novio sigue enamorado de otra chica.
¿Enamorado de otra chica? ¿Hablaba de Allena? ¿Acaso yo…? ¡No! ¡Imposible!
¡Yo amaba a mi novia! Era la chica más increíble que había conocido y Allena Ramsey no significaba nada para mí, ni siquiera salimos, nunca fuimos nada.
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Editado: 09.03.2025