Red: Él

Capítulo 7.

No hay una respuesta correcta

Pasó una semana desde aquel día en la enfermería y desde entonces evité estar cerca de Allena, lo cual fue sencillo ya que ella tampoco buscaba estar cerca de mí. Eso me parecía una señal del universo, una que decía que finalmente había tomado una decisión correcta en mi vida.
La señorita Sweeney llegó emocionada a la clase de artes, me suponía la razón ya que mi padre había mencionado que la junta directiva aceptó la solicitud de darle más presupuesto y apoyo al departamento de artes.
—El director Viktor autorizó el proyecto final de semestre y ya que el tema final será teatro… —Nos miró expectante, quería que adivináramos lo obvio—. ¡Vamos, chicos! Pongan más entusiasmo.
— ¿Quiere que hagamos una obra de teatro?
Adrien no se oyó convencido cuando lo insinuó así como varios del grupo, sin embargo, hubo algunos que simplemente les dio igual y unos cuantos parecieron sentir cierto interés por el proyecto, entre ellos estaba Emily, quien no dejaba de sonreír mientras Sweeney explicaba como trabajaríamos el asunto.
Me causó gracia ver a Emily tratar de convencer a Allena de que sería buena idea. De hecho, si lo pensaba bien, me daba gracia lo peculiar que era la amistad de Emily y Allena ya que era ver un muy notorio contraste entre ambas, pues Emily era sociable, extrovertida, amable y hasta tierna en algunas situaciones, contrario a Allena que era tímida, difícil para que hablara, gruñona, sarcástica y malhumorada. Eran blanco y negro, pero juntas formaban un extraño gris.
—Eliam, ven un momento —me llamó hacia su escritorio.
El resto estaba distraído en sus asuntos así que no me preocupó que alguien prestara atención a lo que la señorita Sweeney fuera a decirme, claro que ella fue disimulada.
—Quería agradecerte —susurró viendo de reojo a los estudiantes atrás mío—. Tu comentario permitió que el departamento de artes tuviera una oportunidad.
—No tiene por qué, lo que dije fue cierto y creo que el talento oculto debe brillar.
Por supuesto que los profesores sabían quién era yo, no tenía caso negarlo ante ellos y tampoco preocuparme porque fueran a revelarlo, eran adultos y bueno, se trataba de su jefe.
—Me alegra que pienses eso y por eso quisiera pedirte un favor…
Regresé a mi asiento con ese viejo y conocido cosquilleo en las manos; volteé hacia el otro lado del aula en busca de una persona en especial, la vi compartiendo algunas risas ligeras con otros compañeros y no pude evitar sentirme asfixiado de nuevo.
«Quisiera que me ayudaras a convencer a Allena de participar en el concurso de pinturas que organizaré este mes. Si se lo digo yo, sé que no aceptará, pero sé que tú y Emily tienen cierta conexión con ella, así que seguro les hará más caso…»
¿Convencer a Allena Ramsey? ¡Imposible! En especial si era yo quien lo iba a hacer. Era como tratar de salir de una arena movediza, una vez que caes en una ya no puedes salir.
Esa metáfora era una porquería, pero de alguna forma era la forma en que me sentía respecto a ella. Por más que quería estar lejos suyo, cuando creía que lo estaba logrando, algo me arrastraba de vuelta a ella.
Sería más fácil que le dejara la tarea a Emily, pero Allena era buena rehusándose a las personas y seguro no iba a ser la excepción con Emily, aunque fuera su mejor amiga, así que…
— ¿Inscribirme al concurso de pinturas? —Me miró con el rostro fruncido—. No.
¿Por qué no me sorprendía?
—La señorita Sweeney cree que tienes mucho potencial…
—Eliam, no.
Era nuestra primer conversación normal, como gente civilizada, sin drama ni peleas, pero ¿por qué me era tan frustrante de todos modos? Ni siquiera me estaba viendo a los ojos, estaba… ¿garabateando en su libreta?
¡¿GARABATEANDO?! ¡Maldición, Allena! ¡Te odio! ¿Por qué tenías que hacer todo más difícil? ¡¿Por qué me tenías que hacer todo más difícil?! ¡Ojalá te cayera un batido encima ahora!
No pierdas la calma, Eliam, ella solo es… Allena siendo Allena.
Bendita consciencia.
—Al menos deberías pensarlo —insistí ocultando lo desesperado que estaba.
—No tiene caso, no entraré —replicó totalmente desinteresada y sin verme.
Estaba a punto de un colapso nervioso por culpa suya. ¿De verdad me gustó esta chica?
No solo te gustó, te enamoró.
Pensamientos intrusivos: pensamientos que no deseábamos tener y que encontrábamos angustiosos, pero que, para mi jodida suerte eran comunes.
— ¿Por qué de pronto este interés en que participe? —Por fin volteó a verme, aunque con recelo, cosa que no me sorprendió viniendo de ella—. No me hablas por días y de repente vienes a pedirme que me inscriba, es raro hasta para ti.
— ¿Eso que quiere decir? —Reclamé algo indignado.
—Nada, no importa.
Cerró su libreta y guardó sus cosas tan rápido que pareció que lo hizo mientras di un parpadeo, luego se marchó y me quedé todavía procesando lo que hablamos.
—Allena Ramsey, un día de estos vas a matarme, lo juro —dije al aire ya cansado.
— ¿Con quién hablas? —Preguntó una voz burlona—. ¿Ya has perdido la cordura?
Reconocí la voz enseguida, debió alegrarme por voltear y ver esa linda sonrisa dulce y amorosa que me regalaba mi encantadora novia, pero no sé por qué no pude hacerlo y eso me hizo sentir del asco.
—Te ves desanimado, ¿pasó algo? —Me miró abatida y tomó mi mano—. ¿Tu papá?
No tenía una respuesta correcta, había varias cosas pasando al mismo tiempo.
—De todo un poco, él… creo que querrá proponerle matrimonio a Blanca.
— ¿Por qué lo dices?
—Encontré el estuche con el anillo, quizá sea pronto o no lo sé —expresé fastidiado, encogiéndome de hombros—. No creí que iría tan lejos con eso.
Me sentía cansado, como si hubiera cargado pilas de ladrillos por horas de un lado a otro y me doliera el cuerpo. De repente sentí una mano cálida tocando mi mejilla que luego acarició un poco el final de mis patillas, Melanie estaba frente a mí viendo a alguna parte de mí para evitar mis ojos, pero vi en sus ojos la impotencia que quizá sentía al no poder hacer más para que me sintiera mejor, aunque lo quisiera mucho.
Sin darme cuenta tenía sus brazos rodeando mi cuello y sus manos en mi espalda para mantenerme cerca, tanto que pude sentir su perfume, uno suave y dulce como era ella. Dejé recargar mi cuerpo en ella y escondí mi cara en su hombro, no me importó que tuviese que encorvarme mucho para hacerlo.
Fue ahí que quise tener una respuesta correcta a todas mis preguntas, pero sobre todo a una… ¿Así debía ser el amor?




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