Red: Él

Capítulo 15.

Pero amarla era rojo ardiente

Fui apurado a su lugar, me frustraba no poder decirle cuanto había estado pensando en ella durante toda la noche incluso teniéndola cerca, pero si se lo decía capaz salía huyendo, no sin antes darme un golpe seguro por sonar como un acosador.

—Cuando no te vi entrar a clase pensé que tu papá… ya sabes, se enteró.

—No, él no sabe nada, le dije que dormí en casa de un amigo. —Me iba ser extraño decir eso sin referirme a Marcus desde ahora—. Pero como no avisé se enojó un poco.

Allena asintió de una forma jocosa y me causó gracia la forma en que debía estarse riendo internamente de mí.

—Y… ¿te regañó mucho? —Jugueteó con su bolígrafo—. Me siento culpable, sino fuera por mí no hubieras tenido que quedarte.

— ¿Allena Ramsey se preocupa por mí? —Me hice el impresionado y ella reviró sus ojos—. Descuida, no fue grave, pero sirvió para hablar de otras cosas más… —Mis ánimos cayeron de nuevo al recordar.

— ¿La novia de tu padre?

—Sí. —Me rasqué la nuca y me vi hablando sin pensar bien—. Pero también me sermoneó por mi rompimiento con Melanie…

Me detuve en seco cuando escuché en voz alta que pronuncié el nombre de Melanie. Luego vi a Allena entreabrir sus labios y levantar de forma sutil sus cejas, ¿fue eso una buena señal? Desearía poder descifrar mejor a Allena, pero ella me vuelve loco a veces «y no siempre de buena forma» sin que ella siquiera se dé cuenta.

¿Por qué no decía algo? Ansiaba porque lo hiciera, cualquier cosa me bastaba.

— ¿Tú…? —Allena iba a preguntarme algo, ojalá que sí—. Lo siento, debió ser duro.

¿Duro? ¿Estaba sintiéndose mal porque rompí con Melanie? Mierda, no le gusto.

—Creo que hacían buena pareja —dijo bajando la mirada a su libreta con garabatos.

— ¡¿De verdad?! —Probablemente alcé un poco más la voz porque me volteó a ver sobresaltada como algunos al lado—. ¿En serio pensabas eso?, ¿por qué?

Me miró raro, ahora ella debía ser la confundida.

— ¿Por qué pareces sorprendido? Es como si quisieras lo contrario. —Frunció su frente—. Creo que ella es alegre, radiante y… perfecta para ti —su voz perdió fuerza y luego se burló—, muy de tu estilo.

Enarqué una ceja y me dejé caer sobre el respaldo de la silla con los brazos cruzados.

— ¿Mi estilo? ¿Y cómo es eso según tú?

— ¿Honestamente? —Sonrió un poco y se hizo la pensativa un momento—. Irritante, insufrible, molesta, odiosa, con una voz desesperante, básicamente como…

— ¿Tú?

Sabía que se burlaría de mí así que lo hice primero. Amaba ver su expresión, una mezcla de impresión, burla y un poco de enfado que le creaba una sonrisa «que trataba de esconder» hermosa que le arrugaba sus ojos.

—Gracioso, señor Montgomery —expresó seria, pero burlona—. ¿Acabas de…?

— ¿Recuerdas por qué te llamé señorita americana? —Me atreví a mencionar de repente, esperando que no me enviara al diablo—. Ellas son… alegres, espontáneas, divertidas…

—…y extrovertidas, son coloridas —añadió y reviró sus ojos—. Y yo no.

— ¿Aún lo recuerdas?

Aclaró su garganta y miró hacia la ventana. ¿El aire fresco de afuera la hizo recordar ese momento? Porque yo lo tuve presente todo el tiempo.

—Así que aún lo recuerdas. —Sonreí inevitablemente—. Lo haces, ¿no?

—No mucho, en realidad.

—Mentirosa.

Trataba de mentirme, pero podía ver sus labios formando una disimulada sonrisa.

— ¿No habías perdido una apuesta? —Mencionó de pronto y la noche en que bailamos vino a mi mente, luego su cabello en mi pecho—. ¿Pensaste que lo olvidé?

— ¿La apuesta o lo otro? —Insinué jocoso acercándome a su rostro.

No sabía si era idea mía o nuestras respiraciones de verdad se entrecortaron cuando nos quedamos viendo fijamente.

—Estás actuando muy raro desde ayer, Eliam. ¿Te sientes bien? —Una pequeña mala broma y tocó mi frente—. ¿Fiebre? ¿Demencia? ¿Acaso tienes rabia?

Tomé su mano para quitarla de mí, pero no la solté y ella solo observaba callada.

Como quisiera decirle que me hacía perder la cordura porque no lograba entender lo que quería de mí. ¿Quería que me arrancara el corazón del pecho y se lo sirviera? Podría hacerlo, por alguna razón sé que lo haría si ella me lo pidiera y cuando pensaba en eso, me daba cuenta de lo mucho que Allena se había apoderado de mí sin que ella siquiera lo supiera.

Pero no iba a decírselo, no quería incomodarla con mis sentimientos.

— ¿Me has llamado perro?

—Pregunté si tenías rabia.

—A los perros le dan rabia.

—A los humanos se les contagia. —Me miró incrédula y se encogió de hombros.

— ¿Por qué hablamos de esto? —Me burlé y ella sonrió.

—Tú empezaste, yo pregunté por la apuesta. ¿Audicionarás?

—Te recuerdo que también te dormiste, si yo lo hago tú también tendrías que hacerlo… ¿lo harás?

Imaginar a Allena sobre un escenario vistiendo algo excéntrico, en frente de muchas personas sabiendo que odia ser el centro de atención era divertido, y aunque quisiera verla actuando, no la iba a obligar a cumplir la apuesta.

—Está bien si no puedes, lo entenderé. —La miré comprensivo y vi que entendió a qué me referí—. Y prometo que yo cumpliré. —Alcé mi mano y reí.

—No tienes que —aseguró queriéndome convencer—. Aunque sí te imaginé usando algo raro y actuando como Shakespeare frente a todos. Era algo divertido, ¿sabes?

—Ja. Que extraño, imaginé lo mismo de ti.

Un pequeño cambio en su cara me hizo pensar que la sorprendí, pero no iba a demostrarlo y no me molestaba lo poco expresiva que pudiera ser a veces, su pequeña sonrisa burlona y sarcástica ya era suficiente para mí.

— ¿Ah, sí?

—Sí. Estabas en el escenario en medio de toda esa gente y odiabas que todos te vieran, pero dabas lo mejor de ti y te veías realmente hermosa…

Maldición.

—Lo siento, no quise decir hermosa… ¡No es que no lo seas! —Ay, mierda—. Es decir… carajo.




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