Recordarla viene en flashbacks y ecos
En los siguientes días, Sweeney siguió sin aparecer así que no pude hablar con ella sobre las pinturas, pero no me rendiría con ello. Estaba dispuesto a ayudar a Allena y si mi padre no iba a ayudarme a mí, sabía quién sí podría.
—Eliam, ¿ordenarás el platillo se siempre? —Preguntó mi padre mientras ponía la alarma al auto—. A Eliam le encantaba pedir lo mismo de niño —le dijo a Blanca.
— ¿De verdad? Seguro era un platillo delicioso.
—Lo es, ¿por qué no lo pruebas? —Sugerí.
Había estado tratando de mejorar la relación con mi padre, incluso estábamos saliendo a cenar con Blanca por primera vez los dos y lo milagroso es que no habíamos discutido ni un poco.
Un hombre se acercó a nosotros y nos llevó a nuestra mesa reservada, luego nos dieron la carta y busqué enseguida mi platillo favorito. Se lo mostré a Blanca y pareció agradarle la idea de probarlo.
—Buenas noches, ¿tomo su orden?
Esa voz me era conocida.
—Allena… —musité desconcertado.
Carraspeó un poco, parecía nerviosa y me sentí mal por un momento, quizá ella no quería que la viesen trabajar aquí, o quizá era porque no quería verme a mí y al señor director.
—Así que tú eres Allena —dijo Blanca entusiasmada—. Creo que sí te recuerdo de ese día a la entrada de la escuela, pero luces más linda de cerca.
—Blanca… —murmuró mi padre y oí el carraspeo de él seguido de eso—. Sí, por favor. Una botella de vino blanco y…
Allena no hizo nada más que apuntar la orden que mi padre le daba y cuando acabó, se retiró sin decir algo más allá de lo que una empleada diría y fue a la cocina a entregar el pedido.
— ¿Hay algo que no sepa? —Blanca no sabía de verdad lo que pasaba—. De pronto el ambiente se volvió pesado.
—A papá no le agrada Allena.
—Eliam —regañó y me quedó viendo.
—Es verdad, pero aún no sé por qué. —Lo miré serio y tomé mi celular para levantarme de la mesa—. Si me disculpan, saldré un momento.
—Eliam, siéntate por favor, no hagas un drama de esto otra vez.
Tuvimos un buen momento, pero de nuevo se acabó. Quería responderle, pero sabía que Allena podría oírnos así que me contuve por ella, sin embargo, no me quedé y salí a tomar aire fresco.
En realidad, salí a enviarle un mensaje a Allena sin mi padre viéndome con su frente arrugada y sus suspiros exasperantes que me decían “Eliam, Eliam, Eliam, eres un desobligado bueno para nada”.
Allena no respondía. No sé qué pensé si ella estaba trabajando, que tonto fui… ¡Respondió!
“Estoy trabajando, tonto. ¿Quieres que me echen?”, envió Allena.
Estaba sonriendo como un tonto y ella no parecía molesta, así que no la iba a interrumpir más. Regresé a la mesa y ya que Blanca pudo conocer a Allena de cerca, era momento de poner en marcha mi plan, uno al que quise nombrar “Código 111: Operación corazón perdido”.
Conforme avanzaba la cena y comíamos, aproveché el silencio y el buen ambiente.
—Blanca —dije llamando la atención de ambos—, ¿mi padre te ha mencionado del concurso de arte de la escuela?
—No, para nada. ¿De qué tratará? —Se mostró curiosa—. Me gustaría verlo, ¿cuál será el premio?
—Es sobre pinturas y le sugerí a mi padre que diera un bono al ganador, pero parece que alguien es muy codo para motivar a sus alumnos.
—No es codicia, solo no hay suficiente presupuesto —se defendió de forma inocente—. Fue difícil lograr que se hiciera el concurso, el departamento de artes depende de que tan bien sea recibido ante el consejo.
—Pero no hay concurso sin participantes y ellos quieren un premio, ¿no crees igual, Blanca? —Traté de sonar persuasivo, pero disimulado—. Algo que los motive a gastar su tiempo valioso y premie su esfuerzo.
Blanca me escuchó atenta mientras comía su ensalada, asentía de vez en cuando y miraba a mi padre como si pensara que estaba siendo muy codo.
—Eliam tiene razón, hay muchos jóvenes con talento hoy en día que por motivos ajenos no pueden explotar sus habilidades —comentó con tal interés que me dio esperanza—. Pero premiar solo a alguien de forma económica no sería del todo justo, quizá una subasta ayudaría más.
— ¿Una subasta?
—Sí, de esa forma todos los participantes pueden ganar algo, además les ayudaría a tener reconocimiento.
¡Blanca era un genio! ¿Por qué no pensé en eso antes? De esa forma si Allena no llegara a ganar «que lo dudo mucho», saldría beneficiada.
—Blanca, cariño —habló mi padre con poco ánimo, seguro se opondrá—. ¿Quién querría comprar pinturas de unos alumnos para un concurso estudiantil?
—Conozco gente que es fanática del arte, si es de su agrado lo comprarán, puedo invitarlos al concurso. ¿Cuándo será?
La cena acabó, era momento de irnos y yo estaba más que emocionado, moría por contarle a Allena que podrá participar y que su esfuerzo será recompensado, pero si le decía que fue parte de un plan mío capaz se oponía así que mejor lo mantuve en secreto.
Busqué a Allena y estaba atendiendo en una mesa, fui detrás de ella a la barra para despedirme y pude sentir la mirada irritante de mi padre.
—Hey —saludé en bajo—. Ya debo irme, ¿ya acaba tu turno? Puedo decirle a mi padre que te llevemos.
Me miró y sonrió un poco, luego miró de reojo hacia atrás mío, supuse que vio a mi padre.
—Te agradezco, pero no hace falta, además mi turno acaba hasta las 10.
—Es muy tarde —alegué inquietado—. ¿Te irás tú sola a esa hora? Puede ser peligroso.
—Eliam… —Le habré causado gracia por la forma en que miró—. Llevo un tiempo haciendo esto, descuida.
—Aun así… Me quedaré hasta que salgas y te llevaré a tu casa.
“¡Eliam!”
Debía ser una jodida broma.
—Vete ya, no quiero causarte más problemas.
—Tú no me causas problemas.
Podré haberme ido por ese momento, pero no me iba a quedar con las manos cruzadas. Estuve dos horas dando vueltas en mi cuarto, jugando con una pelota de goma para distraerme, pero cuando quedó debajo de mi cama dejé de postergar lo que había estado pensando todo ese rato y bajé al estudio de mi padre.
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Editado: 20.04.2025